El fichaje de Baptista y, sobre todo, el de Sergio Ramos el último día del mercado de fichajes del año 2005 han enrarecido el ambiente con que los aficionados del Sevilla reciben al Madrid, similar al que vive desde finales de los noventa en Valencia. Acostumbrado a dirigir ante púlbicos crispados, José Mourinho parece inmune a esa animadversión.
Pellegrini sucumbió en el Pizjuán en el único partido que pudo disputar como entrenador madridista (2-1), y en el Bernabéu solo una remontada heroica consiguió doblegar a un Sevilla en progresivo declive tras su lustro dorado. Su sustituto en el banquillo de Chamartín consiguió acabar con el miedo al estadio del Nervión, primero en Copa del Rey y después en Liga.
El equipo andaluz recibió a los merengues con una campaña publicitaria centrada exclusivamente en Mourinho. Negredo, Romaric o Palop exhibiendo los músculos que iban a dejar sin título al portugués. Pero Benzema, con un eslalon fantástico, alejó las opciones de una nueva final de Copa. En el Bernabéu, el sueño se esfumó definitivamente. Todo pudo haber cambiado, sin embargo, con el remate de Luis Fabiano que, para unos, Albiol despejó sobre la línea y, para otros, dentro de su portería.
Pero la segunda visita del Madrid es la que más ha de preocupar en Sevilla. Porque los blancos visitan el Sánchez Pizjúan tras haber perdido contra el Barcelona en el Clásico. La pasada temporada, el 2-6 que los de Mourinho infligieron en Liga sucedió tras el partido de vuelta de las semifinales de la Champions. Los goles que Cristiano Ronaldo no pudo marcarle a Víctor Valdés acabaron –en cuatro ocasiones- en la red de Palop. El portugués tendrá una nueva oportunidad de mostrar su voracidad goleadora este sábado tras las críticas recibidas ante el Barça.
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