Junto a Messi y Milito, el Kun formó el ataque de la albiceleste ante Grecia. La idea del seleccionador argentino era, con la clasificación virtualmente en el bolsillo, repartir minutos y descansos, por lo que dejó en el banco a sus dos delanteros titulares, Tévez e Higuaín.
La papeleta que tenía el futbolista colchonero era difícil. Tenía que convencer a su suegro de que puede ‘robarle’ el puesto al del Manchester City (un jugador predilecto de Maradona) o al del Madrid, el hombre que rescató a Argentina en las eliminatorias y que es el máximo goleador del Mundial tras los tres goles que marcó a Corea del Sur. Y el rival que tenía enfrente tampoco le iba a poner las cosas fáciles, ya que Grecia es un equipo netamente defensivo y que no iba a concederle ni espacio ni ocasiones.
Durante la primera mitad, Agüero fue el ariete más punzante de los sudamericanos. Combinando con Messi al borde del área, creó buenas ocasiones para haber anotado algún gol, pero no tuvo la fortuna de cara. Un fuerte zurdazo suyo lo tuvo que enviar a córner Tzorvas con muchos problemas, mientras que la ocasión más clara, un remate franco con la derecha al borde del área pequeña, lo desvío in extremis un defensa griego.
Durante la segunda mitad pasó casi desapercibido, decidiendo Maradona sustituirle en el minuto 76 por Pastore, una de las nuevas joyas del fútbol argentino. Agüero se fue con mala cara al banquillo, sabedor de que había dejado escapar una oportunidad para hacerse con un hueco en el once. Pero peor se le debió quedar cuando marcaron Demichelis y Palermo. Nunca es bueno, y menos para un delantero, que los goles lleguen con uno fuera del campo.
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