El cricket resucita en Alemania gracias a los migrantes afganos y paquistaníes

Alemania se vuelca con el fútbol, pero desde hace un tiempo el cricket toma impulso gracias a la llegada masiva de migrantes procedentes de Afganistán y Pakistán, donde es el deporte rey.

En 2015 se presentaron casi medio millón de demandas de asilo en Alemania, de las cuales 31.902 fueron de afganos y 8.472 de paquistaníes, según cifras oficiales.

Los más aficionados al cricket se apresuraron a buscar un club, multiplicando las solicitudes a la federación alemana (DCB), que no daba abasto por falta de medios, explicó a la AFP el británico Brian Mantle, de 44 años de edad, y director de la DCB desde 2012.

Hace cuatro años, Alemania contaba con 1.500 federados repartidos en 70 equipos. Su número casi se ha triplicado: 4.000 jugadores en 205 clubes entre los que destacan los solicitantes de asilo afganos y paquistaníes.

Cada día llegan solicitudes para montar clubes y "con frecuencia provienen de asistentes sociales que no habían oído hablar del cricket hasta que los refugiados" se lo mencionaron, afirma Mantle.

Para satisfacer la demanda, la DCB contó durante un tiempo con las donaciones (bates, pelotas y ropa) de los clubes existentes, pero con el tiempo fueron menguando y ahora busca "desesperadamente patrocinadores o financiación", añade.

Además, necesita espacios para las pistas de cricket, que miden unos veinte metros de largo por tres de ancho y cuestan aproximadamente 10.000 euros.

La DCB ha encontrado una solución transitoria gracias a una empresa alemana que fabrica alfombras de coco que coloca sobre una tarima de madera.

"En estos momentos, la mitad de los integrantes de nuestro equipo nacional de menores de 19 años son afganos", y aún habrá más, predice Brian Mantle, convencido de que esto hará subir el nivel.

"Soy entusiasta", pero "ante la penuria de recursos estamos completamente desbordados", se lamenta.

La Federación internacional de cricket (ICC) ha aumentado en 15.000 euros su aporte anual a la federación alemana, que normalmente es de 180.000 euros.

Para Arifulá Jamal, de 21 años, poder jugar en Alemania fue como un balón de oxígeno tras el infierno. En 2009 huyó con su hermano pequeño y pasó catorce horas en un contenedor para pasar de Grecia a Italia.

Aprendió a jugar en Pakistán, antes de que su familia se mudara a la provincia afgana de Kunar (este). Su velocidad como lanzador le ayudó a hacerse un hueco en el equipo alemán de menores de 19 años.

"La verdad es que es un sueño hecho realidad (...) Nunca hubiera pensado que acabaría en el equipo" nacional, afirma este joven que habla seis idiomas (inglés, alemán, farsi, etc.).

Además es el capitán de los Altendorf 09 Blue Tigers, un equipo de Essen, en el oeste de Alemania, compuesto por refugiados y que juega a nivel regional.

Jamal pasó tres años sin ir a la escuela (el tiempo de aprender alemán), pero ahora prepara el bachillerato y ayuda a los solicitantes de asilo en sus trámites administrativos.

El año pasado recibió un premio por su implicación y la promoción del cricket en Essen.

"Sé por experiencia hasta qué punto el deporte puede ayudar a los jóvenes a integrarse. Cuando estábamos en el albergue no teníamos nada (...) No hablas el idioma y te sientes perdido", confiesa.

"¡Era maravilloso poder salir y jugar al cricket!", recuerda Jamal, al que le gustaría montar un equipo con refugiados que logre disputar el campeonato nacional alemán.

"El cricket me ha aportado tanto", resume con una sonrisa.

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