Rumanía se pierde otra Eurocopa y confirma la decadencia de su fútbol

  • Bucarest.- Rumanía quedó virtualmente fuera de la Eurocopa de 2012, tras empatar en casa ante Francia, y confirmó así la decadencia de un país admirado por su fútbol en los 80 y 90.

Rumanía se pierde otra Eurocopa y confirma la decadencia de su fútbol
Rumanía se pierde otra Eurocopa y confirma la decadencia de su fútbol

Bucarest.- Rumanía quedó virtualmente fuera de la Eurocopa de 2012, tras empatar en casa ante Francia, y confirmó así la decadencia de un país admirado por su fútbol en los 80 y 90.

Mucho ha llovido desde que el prodigioso Steaua aún comunista de Belodedici, Lacatus y Balint apeara al Barça de su sueño europeo en la final del 86 en Sevilla y sólo cediera ante el Milan de Sachi en el camino a su segunda Copa de Europa tres años después.

Más cerca en el tiempo pero igual de remoto queda el recuerdo de aquel equipo amarillo que llegó a cuartos y sedujo al mundo con su juego vertical y técnico dirigido por Hagi en Estados Unidos 94.

Corrían los años 90, y los equipos del país balcánico eran una presencia habitual y temida en las fases avanzadas de las competiciones continentales.

El Dinamo de Bucarest rozó la gloria en el 90, cuando sólo el Anderletch belga pudo apartarlo de la final de la extinta Recopa.

Los grandes de Europa se nutrían de jugadores competitivos y fiables procedentes de Rumanía, y el fútbol era junto a Drácula y las tinieblas de los tiempos del dictador Nicolae Ceausescu el único escaparate al extranjero.

Gica Popescu llegó a capitán del Barcelona, Hagi fue fichaje estrella del Madrid y del Barça, Dan Petrescu un símbolo del Chelsea y Florin Raducioiu apuesta del todopoderoso Milan.

Los éxitos venían de la planificación deportiva comunista, interrumpida bruscamente por una revolución popular de 1989 que trajo libertad pero también rapiña, negligencia y abandono.

La organización comunista de la cantera y los equipos de fútbol y sus valores autoritarios de disciplina y esfuerzo habían dado resultados, pero la primera norma de la transición era romper con todo y la alternativa privada sólo trajo caos, anomia e indolencia.

Los productos de la llamada generación de oro del Mundial del 94 empezaron a retirarse.

La selección se volvió un equipo plano y sin atractivo y los clubes poco más que juguetes caros en manos de nuevos ricos caprichosos.

Desde 2001 Rumanía tiene problemas para clasificarse para Mundiales y Eurocopas.

Su mejor jugador, Adrian Mutu, ha copado más portadas por sus escándalos personales que por sus logros deportivos, y sus desavenencias con los distintos seleccionadores le han apartado últimamente del equipo nacional.

Pilares de la selección como el jugador del Schalke Marica o el del Oporto Sapunaru amenazan con seguir al interista Chivu y renunciar a seguir vistiendo la devaluada casaca amarilla.

A la espera de que se confirme la eliminación de la Eurocopa del próximo verano, Rumanía sólo ha estado presente en una de las últimas cinco fases finales disputadas.

El panorama del fútbol de clubes no es más alentador.

El último gran éxito lo protagonizó el Steaua hace ya cinco años, al llegar a semifinales de la Copa de la UEFA.

Desde entonces ningún equipo rumano ha alcanzado lo que aquí llaman la "primavera europea", es decir, las fases eliminatorias que siguen a las liguillas en las dos competiciones continentales.

Los conflictos entre sus dirigentes ocupan la mayor parte del tiempo en los noticiarios de un fútbol que cada vez despierta menos expectación.

Steaua y Rapid, dos de los grandes equipos de la capital, juegan fuera de sus estadios de siempre por desavenencias económicas con los propietarios, el Ministerio de Defensa y el de Transportes respectivamente.

El flamante Estadio Nacional de Bucarest parecía una buena solución para ambos, pero deberán esperar a que se cambie el césped después de que el campo se convirtiera en un patatal en el Rumanía-Francia que esta semana sirvió para inaugurarlo.

En medio del desierto, la única esperanza de renacimiento parece ser la escuela de fútbol que Gica Hagi tiene en su ciudad natal de Constanza.

Allí trabaja Hagi con 300 jóvenes para repetir la experiencia que forjó a la mejor generación del fútbol rumano, formada en la escuela de fútbol del Estado comunista a principios de los años ochenta. Marcel Gascón

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