Cuando el expresidente Laporta llamaba cariñosamente Sandrusco a su entonces más estrecho colaborador, Sandro Rosell, poco podía imaginarse por qué derroteros transcurriría el futuro de la entidad azulgrana. Y poco podíamos imaginarnos los barcelonistas que ese personaje de rostro afable y pocas palabras –por fortuna, según vamos comprobando- ocuparía el más alto trono.
Sandro ha llegado al cargo en un momento dulce. No es mérito suyo el proyecto deportivo en marcha, ni el nombramiento de Pep Guardiola como entrenador, ni el fichaje de ninguno de los hombres que configuran la médula espinal del juego azulgrana. Su mérito fue hacer una oposición altamente corrosiva desde la sombra, mover algunas oscuras fuerzas que permanecían dormidas en Can Barça desde la salida de Gaspart, y utilizar bien los errores cometidos por Joan Laporta.
Ahora, su gran mérito sería continuar en la misma línea que su predecesor y, sobre todo, no caer en la misma tentación que muchos otros presidentes de clubes: querer tomar protagonismo. Porque cuando uno adquiere protagonismo, sale a relucir lo que lleva dentro. Y los aficionados al fútbol agradeceríamos que nos ahorren contemplar según que desnudeces.
Sandro ha ido más allá de la manita que enseñó Piqué, de los cortes de manga de Schuster en la final de copa del 81 o del gesto de Raúl al hacer chitón al Camp Nou. Estos gestos de los futbolistas son demostraciones de euforia mal contenida en caliente, explosiones de hormonas en momentos de febril post adeloscencia. Sandro Rosell es un cuarentón que llevaba escrito el discurso, en frio, meses después del partido referido y a pocos días de dos clásicos, que posiblemente acaben siendo cuatro. Aquí no hay excusas.
Los aplausos que se oyen desmerecen también al respetable. Y por fortuna, el president de la Generalitat, Artur Mas, que está detrás, se limitar a poner cara de circunstancias. Yo, como barcelonista, agaché la cabeza. Espero que la afición merengue sepa perdonar tan lamentable falta de deportividad. A quien más humilló Rosell con sus palabras fue a los propios culés.
Sandrusco, vaya pedrusco. No hace falta ser monárquico para, en esta ocasión, darle la razon al Rey: "¿por qué no te callas?".
Carles Torras
Periodista y guionista de TV
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que lainformacion.com restringirá la posibilidad de dejar comentarios