Miguel Blesa: un banquero “educado” hasta en el banquillo de los acusados

Miguel Blesa: un banquero “educado” hasta en el banquillo de los acusados
Miguel Blesa: un banquero “educado” hasta en el banquillo de los acusados

Fue una sorpresa para todos cuando el juez de la Sección Cuarta de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional dejó en libertad a Miguel Blesa, sin fianza y sin necesidad de comparecer de manera periódica.

En febrero de este año, le habían condenado a 6 años de prisión, y a Blesa le quedaba recurrir para salvarse momentáneamente de prisión. ¿Por qué no le impuso medidas cautelares? Porque según el juez, Blesa mantuvo en todo momento una actitud “intachable”.

En las grabaciones de los juicios se ve que apenas perdió la compostura y que siempre trató de explicar al juez lo que había pasado en Caja Madrid.

Para justificarse, además, el juez había alegado que los bienes de Blesa estaban embargados y que sus circunstancias personales "revelan inequívocamente un arraigo en su país en todos los órdenes de la vida".

Fue un respiro momentáneo en la vida de un hombre que había llegado a ser uno de los más poderosos del país, y que había convertido una caja de ahorros en una enorme institución financiera en los 13 años que fue su presidente.¿Era Blesa así de intachable?

Los que le conocieron de cerca afirman que era educado en el trato, y que en sus primeros años en Caja Madrid impresionó a su equipo por esas formas tan humildes.

Había nacido en Linares, en la provincia de Jaén, en 1947. Estudió derecho en la Universidad de Granada, ganó un puesto como inspector de Finanzas del Estado y poco a poco se integró en la maquinaria del estado.

Su paso por Caja Madrid tuvo dos etapas. La del crecimiento imparable, las compraventas de participaciones en empresas, la obtención de inmensos beneficios para Caja Madrid, la expansión de oficinas y la acumulación de poder. En esa etapa de divorció de su primera mujer y comenzó una relación con una que era 27 años más joven que él.

Ahí poco a poco empezó a sufrir una transformación. Una persona muy vinculada a Blesa describía así ese cambio. “Su mayor error fue flotar en esa nube que le había creado su entorno”.

Todo el mundo le hacía la pelota, un comportamiento humano comprensible mientras la persona adulada no se lo crea.

Algunos consejeros le presentaban operaciones majestuosas como comprar bancos en Florida o instituciones hipotecarias en México, y él las firmaba porque eso correspondía a un cargo como el suyo. “Poco a poco empezó a sacar un estilo más arrogante, propio de un señorito andaluz”, dice otro profesional que trabajó con él.

El problema es que Blesa se creyó un semidiós. Los griegos llaman hybris ese estado de desmesura. Es cuando una persona gana una excesiva confianza en sí misma y cree que acierta en todo lo que hace.

De hecho, personas que le conocieron de cerca afirmaban que era muy ‘cabezota’, y que cuando algo se le metía entre ceja y ceja, no aceptaba consejos. Pero acertó en la mayor parte de sus operaciones y llenó a la caja de dinero.

Es más, la Obra Social de Caja Madrid se convirtió en una de las más generosas de España: desde centros universitarios de postgrado ligados a la London School of Economics hasta sostener el centro cultural Casa Encendida de Madrid, donde se hacen exposiciones y se dan cursos de formación.Su segunda etapa fue diferente

Tuvo que apechugar con el inicio de la crisis financiera en 2008, el colapso de los créditos hipotecarios y la reducción de los beneficios de Caja Madrid. Su propia desmesura le llevó a desafiar a Esperanza Aguirre, que como presidenta de la comunidad de Madrid, tenía mando político en Caja Madrid.

En sus gustos, desde luego, Blesa ya no era nada humilde. Le encantaban las cacerías, el vino y los relojes de marca. De eso no se le puede culpar porque cada cual hace con su dinero lo que quiere.

Pero otra cosa es regalar relojes a los miembros de su consejo por valor de 12.000 euros la pieza. O pagar millones con tarjetas black, dinero de una caja de ahorros al servicio del pueblo madrileño.

Uno de los consejeros de hecho pidió devolver el reloj y ‘que le dieran la pasta”. Blesa propuso darle cheques regalo de El Corte Inglés. Algo, desde luego, poco relacionado con la Obra Social.

En la última etapa, era un hombre perseguido por la Justicia pública y la popular. La gente se agolpaba a las afueras de los juzgados para insultarle y hasta golpearle. Blesa mantenía las formas.

No podía acudir ni a los restaurantes. Estaba confinado en su casa. Cuando Blesa intentó celebrar su boda con su joven consorte, la tuvo que suspender porque entraba en la cárcel. Iba a cumplir 70 años el próximo 8 de agosto.

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