'Blackthorn' descubre en Bolivia una mina de oro para el cine

  • La última película de Mateo Gil, 'Blackthorn. Sin destino', se adentra en parajes exóticos y maravillosos de Bolivia, un país poco explotado cinematográficamente, pero con un atractivo y encanto especial. El director de producción de la misma, Andrés Santana, que el pasado domingo se llevó el Goya en su categoría, desgrana la increíble odisea de un rodaje de cuatro meses en el país latinoamericano.
Tráiler de 'Blackthorn. Sin destino'
Tráiler de 'Blackthorn. Sin destino'
lainformacion.com
Ylenia Álvarez

Si hay un lugar en el mundo capaz de dejar con la boca abierta a cualquiera, Sam Shepard incluido, ese es el Salar de Uyuni, el mayor desierto de sal del mundo. Está compredido nada menos que por 12.000 kilómetros cuadrados situados al suroeste de Bolivia a los que no son nada fáciles llegar. Quizás, la mejor forma sea tomar uno de los únicos trenes del país que sale de la ciudad de Oruro y que va directo a Argentina y llegar a lo furtivo bien entrada la noche al pueblo. Otra es llegar por un camino de tierra.

Sin embargo, más complicado es aún adentrarse en el mismo. Si alguno piensa que por sí solo, a lo Butch Casidy, puede atravesarlo, que sepa que esta tarea es 'harto complicada', como dirían los bolivianos, y que familias entereas se han perdido en la inmensidad del antiguo lago salado.

Por si fuera poco está situado a 3.650 metros de altitud, lo que complica aún más la tarea de rodar en un lugar semejante. Aunque ya hemos visto que posible es y si no que se lo pregunten al director de producción de Blackthorn. Sin destino, Andrés Santana. Su trabajo en esta película, dirigida por Mateo Gil, le ha valido el pasado domingo el Goya a la mejor dirección de producción.

"Cuando Mateo me pasó el guión pensamos dónde se podía rodar esta película, ya que en Bolivia podía no había infraestructuras para rodar y barajamos hacerlo en Argentina o en Chile", cuenta Santana. "Le planteé a Mateo que quizás lo mejor era ir primeramente a Bolivia y ver los paisajes para que de alguna manera si lo rodábamos fuera pudiéramos escoger paisajes que no desentonasen. Llegamos allí y me encontré con un productor que ya conocía. Le pedí que nos hiciera un recorrido para luego localizar y me dijo: "Seguro que ya no os vais"". Finalmente estaba en lo cierto.

Bolivia te atrapa

Bolivia "tiene un paisaje que te va atrapando, es otra cultura, otra forma de vida, otro sentimiento...", afirma Santa. Es un país donde los indígenas y la pluralidad de comunidades tiene un peso importante. La mayoría de la población del país es mestiza y la diversidad entre oriente y occidente es una realidad tanto en el paisaje, como en la gente: los famosos cambas y los coyas.

La Paz es la sede gubernamental y está instalada en lo que puede describirse como una olla, en la que las casitas humildes de los bolivianos rodean todas las laderas del centro de la ciudad. La multiculturalidad en La Paz llega a ser mágica, casi tanto como el aire colonial, blanco y de encanto que tiene Sucre, la verdadera capital del país, y que también roza Potosí.

Santana cuenta que cuando vieron los paisajes "todo el rato me iba fijando si era viable que llegaran los coches, que hubiera carreteras de tierra y que tuvieran espacios para poder transitar por ellos".

"Luego valoramos que sí se podía llegar, y que aunque estábamos a una altura muy elevada, nos tendríamos que adaptar, y que podíamos empezar por la parte del racho que era la parte más baja, situada en la selva cercana a la llamada Carretera de la Muerte, más abajo de ésta", describe el director de producción.

Un país donde puede rodarse por menos dinero   

Asemás, "si nos íbamos a Argentina o a Chile las localizaciones no iban a ser iguales, y por otra parte, Bolivia es uno de los países más pobres de Latinoamérica así que era mucho más barato rodar en Bolivia que en Argentina y de alguna manera esto podía equilibrar el presupuesto", añade Santana.

"Rodamos en la selva que está alrededor de La Paz, en Potosí, en Uyuni... Allí no hay policía de tráfico ni nada. Hicimos como unos 8.000 mil kilómetros. Rodamos durante tres semanas en los interiores de una fábrica que había en la Paz y luego todo prácticamente fue en Potosí, en Uyuni y en sus alrededores, gran parte en sus alrededores".

"El equipo se adaptó perfectamente, incluido el porpio Sam Shepard, que estaba asombrado y cuando empezó a identificarse con los lugares se preguntaba: ¿pero esto cómo es posible?", cuenta el director de producción.

"El primer día de rodaje en el Salar le dejamos descansar porque el viaje había sido largo y empezamos a rodar con Eduardo. A la vuelta me lo encontré como a 400 metros del hotel sólo en medio del salar y le pregunté qué hacía y me dijo "oh, es precioso, precioso, estoy impresionado" y ahí se quedó sólo".

Gran preparación previa

Como en cada rodaje, todo tiene que estar preparado al milímetro y no dejar nada al azar. Pero, rodar en Bolivia complica esto si cabe un poco más. "Todo estaba listo porque había un equipo por delante que iba preparando todo. Rodar allí no tiene nada que ver con rodar en Madrid o Barcelona. Allí tienes lo que tienes y no vayas a buscar más porque no lo hay" y por eso se cuidaron especialmente los preparatorios.

Los riesgos de rodar en un país como Bolivia pasaron por trámites que podemos denominar 'burocráticos', como por ejemplo que toda una comunidad de indígenas apruebe que puede rodarse en una finca (a diferencia, por ejemplo, de que en España simplemente lo haría el dueño), pero también pasaron por el miedo "de que pasase algo en un rodaje y que el hospital más cercano se encontrase a más de 10 horas de camino en coche".

Eso sí, "la gente que nos encontramos en Bolivia es muy sencilla, agradable, muy hospitalaria...", describe Santana."Fueron cuatro meses en el país", y desde luego, "toda una aventura".

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