"Conciliar es imposible en la administración pública española"

    • Verónica y Samuel son dos enfermeros que con los recortes y la baja por maternidad vieron afectadas sus situaciones laborales.
    • Tras un curso de alemán, Samuel consiguió trabajo en Alemania. Unos meses después se trasladaron también sus hijos y su mujer.
Verónica, Samuel, Pablo y Sara, una familia española en Alemania.
Verónica, Samuel, Pablo y Sara, una familia española en Alemania.
Beatriz Carrillo García

"A partir del nacimiento de nuestros hijos vimos como empeoraban nuestras situaciones laborales. Ambos enfermeros, pasamos de renovar contratos eventuales a cubrir suplencias. Verónica, mi mujer, perdió su estabilidad laboral cuando pidió la primera baja materna. A partir del 2012 con los recortes en sanidad la situación empeoró: yo me quedé sin trabajo y mi mujer Verónica con contratos precarios". Así habla Samuel, un madrileño de 33 años que asegura que conciliar la vida familiar y laboral en la administración pública española es una mentira, a pesar de que se diga lo contrario.

Verónica, de 35 años y apasionada con su trabajo de enfermera, cuenta que cuando pidió la baja por maternidad su vida pasó a ser un caos absoluto: "Con una hija y otro recién nacido, Samuel casi no estaba en casa porque no paraba de trabajar para tener algo ahorrado y yo seguía con cambios de hospitales y de contratos. Se colmó el vaso cuando él se quedó en el paro".

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Samuel empezó a buscar trabajo en el sector privado, aunque tampoco encontró nada. Así que consideró la opción de salir de España. Se apuntó a los cursos de idiomas que ofrece el Inem y se puso a estudiar alemán. Aprobó el examen de idioma, le ofrecieron trabajo en Alemania, en una residencia de ancianos, y lo aceptó.

"Como anécdota te cuento que 15 días antes de irme hice una entrevista para una clínica psiquiátrica privada muy famosa en Madrid. El contrato era con la misma jornada que en Alemania. Pero con una duración de tres meses, mientras en Alemania indefinido y por la mitad del sueldo. Esa fue la puntilla que necesitaba para irme", explica Samuel.

Cuando Samuel contó a Verónica que se iba fue complicado. "Sentí una mezcla de ira, dolor y pena. Mi vida se derrumbaba, todo lo que conocía y me daba seguridad iba a desaparecer. En ese momento no pensaba en las ventajas, sólo veía inconvenientes", cuenta Verónica.

En octubre del 2012 Samuel llegaba con otros tres españoles a un pueblo del sur de Alemania, llamado Ebersbach an der Fils, a 26 km de Stuttgart. Se llevó una grata impresión: "Todo el mundo dice que los alemanes son gente con cabezas cuadradas y muy fríos en las relaciones personales. Pero la verdad es que son mucho más cercanos de lo que se dice. Si les das tiempo y les muestras buenas intenciones, son como todos. Al menos a mi me han ayudado siempre que lo he pedido. Tanto en instituciones públicas como en el trabajo me he sentido bastante apoyado y respaldado. Hay mucho tópico y al fin y al cabo, son personas".

Verónica asegura que para ella y sus hijos, de dos y tres años, fue una época muy dura. Samuel es un padre muy implicado con los niños y están muy unidos. Pablo, el pequeño, comenzó a tener miedo por las noches y tenía que dormir con su madre. Cuando ambos veían un avión lloraban y llamaban a su padre. Se veían una o dos veces al mes. La idea que tenían era que en verano se mudarían a Alemania con él.

"Pero no pude aguantar con ellos sola hasta verano. Los contratos que me ofrecían eran para el turno de tarde. Me llegaron a decir que dejara a los niños con una vecina. Recuerdo esa época con una mezcla de rabia e impotencia. Me decían que me entendían, que ellas también eran madres trabajadoras y yo pensaba: "¿y dejabais a dos críos hasta las doce de la noche en casa de una vecina?".

El resultado fue que al rechazar los contratos dejaron de llamarme. Así que decidimos adelantar las cosas cuando mi último contrato expiró y me quedé en el paro", así explica Verónica sus últimos meses en España.

Muerta de miedo llegaban a un país totalmente desconocido y sin hablar el idioma. "Los primeros meses fueron horribles.Samuel sabía que lo estaba pasando realmente mal. Soy muy sociable y me gusta salir y entrar. Sobre todo, me gusta hablar con unos y otros. Era marzo y los niños no empezaban la guardería hasta septiembre. Así que no se relacionaban con nadie que no fuera su padre o yo".

Poco a poco las cosas cambiaron. Conocieron en un restaurante a un matrimonio, él madrileño y ella alemana. Desde entonces han sido el apoyo y la ayuda para la familia. A través de ellos han conocido a otras parejas con hijos y así entablaron nuevas relaciones. Se abrió un nuevo mundo para ella, cuenta Verónica.

Comenzó un curso de alemán, que después de un tiempo le permitirá trabajar, con el título del B2, requisito que exigen en los trabajos. Los niños empezaron la guardería y con naturalidad resuelven sus problemas de comunicación. Su madre cuenta que las cuidadoras son muy pacientes y comprensivas.

Verónica y Samuel aseguran que mirando las cosas con perspectiva, sus vidas han cambiado a mejor. Un aspecto muy importante para ellos es poder complementar su vida familiar con la laboral y por eso en Alemania se encuentran "en la gloria". "Aquí lo primero son los hijos. Da igual que lleves uno o diez años trabajando en la empresa, tienes prioridad para los turnos, las vacaciones... Las madres alemanas tienen la posibilidad de cuidar de sus hijos hasta los 3 años percibiendo un sueldo más que razonable", -explica Verónica-.

"Otra cosa importante es tener vacaciones en familia. En España nunca podíamos cuadrar los días para estar juntos porque siempre estábamos cubriendo bajas. Además ganábamos lo justo para vivir. Aquí vivimos de forma más desahogada y nos podemos permitir el lujo de salir juntos de vacaciones".

Como enfermeros explican que trabajar en Alemania significa cambiar el concepto laboral. "No es que aquí nos dediquemos a lavar culos, como dice el Presidente del Consejo de Enfermería. Pero es un trabajo más enfocado al paciente y con menos técnicas, ya que éstas son realizadas por los médicos. Otro aspecto es que los enfermeros tienen la opción de especializarse, algo que aún está por desarrollar en España".

Después de este gran cambio en sus vidas, se consideran una familia feliz. El país les da la oportunidad de que sus hijos tengan el futuro que elijan y es el objetivo de la familia. Aunque Samuel asegura que "la tasca de tu barrio se echa de menos".

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