Pese a una década de costosas tentativas internacionales de erradicación, el cultivo de amapola, materia prima del opio y la heroína, ha prosperado en el sur y el oeste del país, donde se encuentran los feudos de la insurrección talibán.
El crecimiento fue continuo desde 2010, pero en 2015, las superficies cultivadas sumaban 183.000 hectáreas, frente a las 224.000 de 2014, indica el informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
Por su lado, la producción de opio sufrió una bajada espectacular del 48%, pasando de 6.400 toneladas el año pasado a 3.300 toneladas previstas en 2015.
El fenómeno se debe sobre todo a la falta de agua y el agotamiento de los suelos.
"La falta de agua para el regadío (...) ha influido en la decisión de ciertos campesinos de no cultivar amapola", explica el informe.
Y los campesinos obligados a trabajar tierras menos fértiles y que han seguido produciendo amapola en monocultivo han "agotado" los suelos.
"Todavía es demasiado temprano como para ver una tendencia fuerte. Un año no es suficiente", advierte el jefe de la UNODC para Afganistán, Andrei Avetisyan.
Aparte, la UNODC señaló que ha "afinado" su metodología de cálculo de un año a otro.
"Ahora empleamos dos fuentes de información: lo que vemos en el terreno, y lo que nos dicen las imágenes transmitidas por satélite", explica el funcionario.
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