"En medio de la disputa están los malvinenses", dicen exsoldados argentinos

  • Han pasado casi 31 años desde la guerra de las Malvinas, pero dos excombatientes argentinos no olvidan los horrores del conflicto ni el maltrato que sufrieron en manos de sus militares y defienden que "en medio de la disputa" territorial están los malvinenses que "quieren ser escuchados".

Viviana García

Puerto Stanley, 16 mar.- Han pasado casi 31 años desde la guerra de las Malvinas, pero dos excombatientes argentinos no olvidan los horrores del conflicto ni el maltrato que sufrieron en manos de sus militares y defienden que "en medio de la disputa" territorial están los malvinenses que "quieren ser escuchados".

Gustavo Giménez, de 50 años, y Eduardo Mirabetto, de 49, han estado en las islas esta semana durante la celebración del referendo en el que los habitantes de este archipiélago han votado a favor de continuar como territorio de ultramar dependiente del Reino Unido.

Los dos no vinieron por el plebiscito. Fue una coincidencia porque ganaron los dos viajes que sortea cada año el Centro de excombatientes de Ituzaingó para que los soldados que pelearon puedan ver las islas, dijeron a Efe a bordo de un coche todoterreno de camino al llamado monte del Suicidio, a unos 20 kilómetros de Puerto Stanley y donde quedan restos de un helicóptero argentino.

Mientras el vehículo que conduce el 'kelper' Peter (como a este granjero robusto y de ojos azules le gusta que le llamen) pega saltos por lo escabroso del camino para llegar al monte, Gustavo recuerda lo mal planeado que estuvo el conflicto bélico, que calificó de "estúpido", "inútil" y "desastre logístico".

"¿Cómo pude aguantar 65 días a la intemperie?", se pregunta Gustavo, padre de tres hijos de 25, 21 y 12 años, que junto con Eduardo han visitado también el cementerio argentino de Darwin.

"Teníamos ropa precaria que no era aislante del frío. Los militares nos maltrataron, yo bajé 15 kilos. No había agua, era difícil conseguir combustible. Y creo que no nos enfermamos por el frío", cuenta este argentino que admite entender perfectamente por qué los malvinenses no quieren que las islas sean argentinas.

Según Gustavo, que formó parte del Regimiento de Infantería 3 mecanizada, los malvinenses les trataron bien porque sabían que los soldados eran muchachos de 18 años que hacían el servicio militar.

"Nos miraban como diciendo 'pobres chicos'. La gente era amable y cordial porque sabía que trataban con chicos", agrega.

Pero entre los recuerdos de aquellos días fríos y ventosos del invierno austral, Gustavo admite que las relaciones entre su país y el Reino Unido están ahora peor que hace 30 años.

"Argentina los invadió. ¿Qué pretendemos? Nos odian, no confían en Argentina", insiste este excombatiente, que coincide con su compañero en que en el medio de la disputa están los isleños.

Para Eduardo, padre de dos hijos, los recuerdos son también difíciles por la forma en que les maltrataron.

En el conflicto de 1982 Eduardo era maquinista del destructor "Seguí", un barco de la II Guerra Mundial que estaba en precarias condiciones, lo que le obligaba a trabajar en constantes reparaciones y no sabía ni dónde estaba ni qué estaba pasando.

Eduardo relata que los barcos argentinos empezaron a navegar con cautela por el sur después de que los británicos hundieron el crucero General Belgrano, el 2 de mayo de 1982, lo que supuso un revés para Argentina porque sufrió las mayores bajas.

Según este excombatiente, el conflicto fue "duro para los dos lados", pero "en el medio de todo está esta gente que quiere ser escuchada y ninguno de los dos (Gobiernos) cede".

"Esta gente (por los malvinenses) es la perjudicada. Tienen miedo de volver a sufrir lo que sufrieron. Hablando los pueblos se entienden (...) habría que convivir con ellos como era antes de la guerra, pero el tema soberano (por la reclamación territorial de Buenos Aires) es muy difícil", admite.

Y ambos recuerdan que los británicos les trataron bien cuando los llevaron de regreso a su país en el crucero "Camberra", donde Gustavo intercambió con un militar británico su reloj por unos cigarrillos porque después de 65 días estaba desesperado por fumar.

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