¡Hay vida en el Ministerio de Vivienda! Ya ha diagnosticado la crisis

  • Asombroso. Dos años después de que comenzara el ajuste inmobiliario -recuerden la consigna 'ni un concurso de acreedores antes de las elecciones generales de marzo de 2008'-, la ministra de Vivienda ha descubierto que el sector está obligado a reconvertirse. ¡Al fin ha detectado el mal! Quizás dentro de otros dos años también descubra el remedio.
Enrique Utrera

Hay descubrimientos que cambian el curso de la historia. No seríamos los mismos sin la rueda, la penicilina o el teléfono, sin ir más lejos. Beatriz Corredor, ministra de Vivienda, también quiere un lugar en la posteridad y acaba de hacer un hallazgo sin precedentes que no se ha resistido a compartir con el resto de la humanidad: “El sector inmobiliario está obligado a reconvertirse”. Lo ha dicho esta misma semana, en el Instituto de la Ingeniería de España.

Es extraordinario. En los albores de un 2010 que amenaza con llevarse por delante a buena parte de lo poquito que queda en pie en el ladrillo español, la ministra acaba de descubrir que las inmobiliarias tienen un problema y que, segunda obviedad, el peso del sector inmobiliario será menos desproporcionado en el Producto Interior Bruto (PIB) que en el pasado. Una visionaria, oiga.Es como para salir corriendo.


Éste es el mensaje que a estas alturas de la película un miembro del Gobierno lanza a la sociedad española, en general, y a los promotores inmobiliarios, en particular. Un mensaje que consiste en una sarta de obviedades insufribles para un sector que está pagando caros sus delirios de grandeza, y para el que el ajuste duro comenzó en la segunda mitad de 2007.

Suspensiones de pagos, cierres y despidos masivos han jalonado el camino de un negocio que, al paso que van las cosas, no tendrán que reconvertir los promotores, sino los bancos, los –con escasas excepciones- nuevos dueños de las grandes inmobiliarias españolas. Pero hay más.

Dice Corredor que el sector inmobiliario “sigue siendo estratégico” –otra deducción de gran calado si se tiene en cuenta que el Gobierno Zapatero no sabe qué nuevo modelo económico elegir, a la vista del amplio abanico de posibilidades que maneja-, que no era sostenible construir 700.000 pisos al año, y que el inmobiliario es el sector económico que “mejor ejemplifica la magnitud del cambio”.

Reflexiones todas ellas que, imagino, estarán obligando a revisar los fundamentales del sector inmobiliario español, y por extensión de la economía nacional, a los grandes departamentos de análisis nacionales e internacionales.

El problema no es ya que no haya una hoja de ruta para reconducir el mercado inmobiliario. Lo grave es que no hay ni un planteamiento medianamente serio, lo que es muy coherente con una cartera ministerial vacía de contenido, sin presupuesto y sin prestigio para liderar la tormenta de ideas que requiere el sector para salir adelante.

Lo último para deshacer el nudo que estrangula a lo que queda del otrora boyante sector inmobiliario español es que, todos a una, recalifiquemos nuestras viviendas libres para convertirlas en protegidas y así poder vender en el mercado el stock que hoy nadie quiere a los precios que exigimos. Es decir, VPO. “Esta medida les ayudará a encontrar comprador con total seguridad”, dijo a finales de diciembre la ministra Corredor.

El argumento es que el hándicap que supone la limitación del precio de una casa protegida se compensará con una mayor demanda y acceso al crédito. Es como pedirle a un ciudadano que, motu proprio, rebaje su categoría laboral, porque hay más demanda de empleo en ese segmento, o a un banco que haga lo mismo con la calificación de su deuda, porque sería más atractiva para determinados inversores adictos al riesgo.

Es decir, que valdremos menos, pero nos querrán más. Delirante, pero cierto. Y mientras, el mercado inmobiliario español sigue estrangulado porque los precios no se ajustan, retrasando la recuperación económica general.

Pero, de vuelta a las obviedades de Corredor, no nos pongamos negativos: al menos ya tiene un diagnóstico. Ahora hay que dar con el tratamiento correcto y aplicarlo cuando todavía queden enfermos que salvar. Sin prisa, señores, sin prisas.

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