La privatización de Aena amenaza con el cierre de varios aeropuertos regionales

  • La falta de rentabilidad de la mayoría de aeródromos de la red pública, sumada a la caída del tráfico de pasajeros y mercancías en los últimos años, amenaza con echar el cierre a varias puertas aéreas, si los nuevos socios privados de Aena toman los mandos de la gestión.
Salgado dice que privatizar Aena permitirá obtener más de 8.000 millones
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Ruth Ugalde

¿Sabe cuantas personas utilizan al año el aeropuerto de Huesca? Apenas 6.228 pasajeros, o, dicho de otro modo, sólo 17 personas aprovechan cada día esta infraestructura.

Se trata de la peor media de toda la red de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA), pero está en línea con las nefastas cifras que vierten gran parte de las puertas aéreas de nuestro país.

Albacete y Córdoba apenas superan los 15.000 pasajeros al año, Ceuta se queda en unos escuetos 20.000; Burgos no llega a los 30.000 visitantes; mientras que La Gomera (Canarias), Logroño y Vitoria están por debajo de los 40.000 usuarios.

Suma y sigue: Salamanca tiene unos escuetos 53.088 pasajeros; Badajoz, 75.351; y León, 95.189. Cifras insostenibles desde el punto de vista de la rentabilidad, ya que se necesitan, al menos, medio millón de pasajeros para que una infraestructura de este tipo sea rentable.

El Hierro, Melilla, San Sebastián, Pamplona y Valladolid no llegan a esta cifra, mientras que Zaragoza la supera por los pelos (528.313 pasajeros). Es decir, que casi la mitad de la red de Aena, compuesta por 48 aeropuertos (entre los que figuran las bases de Torrejón de Ardoz y Cuatro Vientos), no alcanzan los mínimos necesarios de rentabilidad.

"Estos aeropuertos sólo tienen sentido desde el punto de vista de la cohesión social, un aspecto que tiene en cuenta la gestión pública, no la privada, que debe guiarse por criterios de rentabilidad. Por tanto, si se quiere privatizar realmente Aena, debe asumirse el cierre de estos aeropuertos", señala una fuente del sector.

El Gobierno aprobó hace dos semanas privatizar el 49% de Aena, frente al 30% que tenía previsto ceder a manos privadas. El problema es que los potenciales compradores españoles, grupos como Ferrovial y Abertis, siempre han dejado claro que sólo abordarían una operación de este tipo si pueden tomar los mandos de la gestión. Y ésta conlleva, aunque públicamente no se diga, el cierre de muchos aeródromos.

Estos recortes también podrían llegar de la mano de una gestión más eficaz de los recursos. Por ejemplo, hace unos años, en una conversación informal y off the récord, el consejero delegado de una gran compañía de infraestructuras españolas reconocía que carecía de sentido tener un aeropuerto en Santiago y otro en Coruña.

El primero suma 1,9 millones de pasajeros al año, mientras que el segundo apenas supera el millón. Unificarlos en una única infraestructura permitiría reducir costes, optimizar los recursos y crear una infraestructura comparable al aeropuerto de Bilbao en tráfico de pasajeros.

Sin embargo, una decisión de este tipo tiene un coste político difícil de asumir. El problema, es que la crisis económica ha puesto blanco sobre negro la necesidad de erradicar los agujeros públicos y empezar a introducir criterior de rentabilidad en la gestión de la Administración.

Unos principios que cobran especial importancia cuando se quiere pedir dinero a empresas privadas para tapar agujeros públicos. Además, la gestión actual ha cosechado unos nefastos resultados en los últimos tiempos.

En 2009, Aena tuvo unas pérdidas de 352,9 millones de euros, casi el doble de los números rojos de 165,2 millones que tuvo en 2008. Pero se trata sólo de la punta del iceberg.

La crisis internacional sufrida por la industria aeroportuaria se ha traducido en una caída del 8% del tráfico de pasajeros, que ha retrocedido a niveles de 2005; mientras que el tráfico de aeronaves se ha recortado un 10%; y el de mercancías ha marcado su peor cifra de la última década, al colocarse en apenas 570 millones de toneladas.

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