Los seguros contra catástrofes pasan su prueba de madurez

  • Los desastres que han asolado al Caribe y Latinoamérica, como el devastador terremoto de Haití, se han convertido en el laboratorio de pruebas de todo tipo de productos de cobertura contra el riesgo de grandes catástrofes.
Si el terremoto había dejado las infraestructuras anuladas y a miles de familias sin hogar, el cólera llegaría nueves meses después.
Si el terremoto había dejado las infraestructuras anuladas y a miles de familias sin hogar, el cólera llegaría nueves meses después.
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John Otis, Bogotá (Colombia) | GlobalPost

Haití necesita dinero. Los donantes internacionales se comprometieron a enviar 3.300 millones de euros después del terremoto que mató a 230.000 personas. Sin embargo, seis meses después, ni siquiera había llegado el 10% de la cantidad comprometida.

Pero sí hubo una institución que funcionó como el cajero automático que necesitaba en ese momento el gobierno haitiano: el Mecanismo de Seguro de Riesgo para Catástrofes en el Caribe (CCRIF por sus siglas en inglés), un seguro participado por 16 pequeñas naciones caribeñas. En quince días, había facilitado al gobierno haitiano casi 8 millones de dólares.

"Ese dinero jugó un papel fundamental ayudando a mantener al gobierno haitiano en marcha durante las semanas y meses posteriores a la crisis", explica Simon Young, supervisor de este seguro multilateral.

Haití forma parte del puñado de países en el Caribe y Latinoamérica que están experimentando con la financiación del riesgo de catástrofes.

Así se denominan a una serie de herramientas financieras relativamente nuevas (fondos aseguradores, bonos de catástrofe o cat bonds, y líneas de crédito condicionadas) que facilitan dinero al instante en caso de que se produzcan terremotos, huracanes, inundaciones y otros desastres. Los países pueden, incluso, comprar cobertura para epidemias de gripe aviar o actos de terrorismo.

Hasta hace poco, los seguros de catástrofes sólo se los podían permitir los países más ricos, a menudo en forma de cat bonds. Éstos productos cobraron relieve en la década de los 90, después del huracán Andrew, que causó más de 10.000 millones de euros en pérdidas en el sur de Florida, llevó a la quiebra a muchas aseguradores e hizo que las pólizas se disparasen.

Los seguros por desastres protegen frente a pérdidas poco frecuentes pero extremadamente costosas. Como sus potenciales clientes son pocos, las compañías aseguradores y reaseguradoras tienen que disponer de enormes cantidades de dinero, lo que multiplica el coste de las pólizas.

Para hacerlas más asequibles se crearon los bonos de catástrofe, como una forma de transferir el riesgo de los gobiernos y las compañías aseguradoras y reaseguradoras a un grupo más amplio de inversores privados.

Los cat bonds pagan habitualmente unas tasas de interés superiores a lo normal y permiten a los inversores diversificar sus carteras, ya que los desastres naturales no están vinculados a los altibajos de los mercados financieros.

Los gobiernos y las instituciones pagan pólizas anuales, pero reciben el valor total de los bonos si se produce una catástrofe.En esos casos, los propietarios de los bonos, que a menudo incluyen a fondos de riesgo, fondos de pensiones y otros inversores institucionales, pierden todo su dinero.

Pero, aún así, estos bonos siguen siendo demasiado costosos para muchos países pequeños en vías de desarrollo. También resultan desconcertantes para el ciudadano medio, los políticos y la gente de Wall Street.

A raíz del calentamiento global y la creciente urbanización del planeta, dos factores que pueden estar contribuyendo a que haya más y más frecuentes desastres naturales, el Banco Mundial comenzó a explorar fórmulas para abaratar las pólizas por catástrofes.

La campaña del banco recibió un impulso involuntario en 2004, cuando el huracán Iván arrasó la isla de Grenada, causando daños equivalentes al 200% del PIB de la minúscula nación caribeña.

Tras la devastadora tormenta, dejaron de entrar los dólares del turismo y de los impuestos, y mientras esperaba la llegada de la ayuda internacional, el Gobierno tuvo grandes dificultades para mantener los servicios básicos.

"Eso provocó muchos problemas adicionales al tiempo que Grenada trataba de recuperarse", asegura Francis Ghesquiere, coordinador del Banco Mundial de gestión de riesgo de catástrofes para América Latina y el Caribe. "Ésa es la razón por la que el Banco Mundial diseñó el CCRIF".

El CCRIF funciona como una mutua de seguros, controlada por los 16 países participantes. Sus pagos anuales, además de las contribuciones de países donantes, conforman un fondo de inversiones.

El CCRIF puede transferir parte de los riesgos a los que se enfrentan estos países a los mercados financieros internacionales. A cambio, los países miembros tienen un seguro de catástrofes con descuentos de hasta el 50%.

Los pagos son inmediatos, porque el CCRIF evita el lento y complicado proceso de calcular las pérdidas en el terreno. En vez de eso, utiliza modelos paramétricos altamente sofisticados, en los que las magnitudes predeterminadas de los terremotos y la velocidad de los vientos huracanados dentro de ciertas áreas geográficas determinan las cantidades a pagar de forma automática.

El sistema no es perfecto. En 2007, hubo algunas protestas después del huracán Dean, que causó grandes daños en Jamaica, Dominica y Santa Lucía, pero no los suficientes como para activar los pagos del CCRIF.

Para los escépticos, el pago de más de 5 millones de euros del CCRIF a Haití puede parecer más un error de cálculo que un paquete de rescate, dado que los costes por los daños y la reconstrucción podrían alcanzar los 9.400 millones de euros.

Pero el CCRIF no fue diseñado para cubrir todas o la mayoría de las pérdidas. "Es más como un instrumento de liquidez" para permitir que los gobiernos sigan funcionando tras los desastres, asegura Issam Abousleiman, responsable de productos bancarios del Banco Mundial.

Según él, hay otros dos instrumentos del Banco Mundial que están empezando a tener éxito en América Latina. Se trata del programa Multi-Cat, que permite a los países miembros comprar seguros para diversas catástrofes.

México ha utilizado el programa para emitir 195,5 millones de euros en cat bonds destinados a proteger a la capital de los daños por terremotos y a las ciudades turísticas del Pacífico y el Atlántico de los huracanes.

Otro programa del Banco Mundial permite a los gobiernos pedir prestados de forma automática millones de dólares durante emergencias nacionales. Para acceder a él los países deben de demostrar avances en la prevención de catástrofes.

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