Manuela Romeralo, la catadora que metió sus sentidos en un mundo de hombres

  • Muchos libros y un puro Hoyo de Monterrey Epicure No.1 iniciaron a Manuela Romeralo, campeona del Mundo de Habanosommelier en 2006, en un ámbito de puros y vinos que, todavía hoy, se considera terreno de hombres pero en el que la toledana nunca se ha sentido fuera de lugar.

Lucía Agustín

Valencia, 7 jun.- Muchos libros y un puro Hoyo de Monterrey Epicure No.1 iniciaron a Manuela Romeralo, campeona del Mundo de Habanosommelier en 2006, en un ámbito de puros y vinos que, todavía hoy, se considera terreno de hombres pero en el que la toledana nunca se ha sentido fuera de lugar.

Sumiller y coordinadora en el gastrobar Vuelve Carolina y en el restaurante El Poblet, ambos en Valencia, Romeralo se ha convertido en la mano derecha del prestigioso cocinero Quique Dacosta y en una experta no sólo en puros y vinos, sino también en aguas, orujos y quesos, entre otros productos.

La sumiller ejemplifica lo que ahora se conoce como reciclaje profesional y define su llegada al mundo de la restauración como "casual" ya que, tras haber estudiado psicología y quedarse en paro, decidió presentarse para cubrir un puesto en un restaurante.

"No sabía hacer nada y allí me tuvieron que enseñar desde cómo hacer un café hasta a poner una cerveza", recuerda en una entrevista con Efe, y explica que, tras la marcha del responsable de la bodega se vio en la "necesidad" de aprender todo sobre los vinos para poder hacerse cargo de la misma.

Libro tras libro, comprados con las propinas que conseguía reunir con su trabajo, Romeralo logró dominar un campo que hasta entonces le era desconocido y del que en la actualidad ha hecho su gran pasión.

"Estudiaba por las noches por lo menos para saber dónde me estaba moviendo y el problema es que me enganchó", bromea la sumiller, que asegura estar ahora "encantada".

Y también de la mano de los libros aprendió todo lo que ahora sabe de puros, un conocimiento que le valió el reconocimiento como campeona de España y del mundo, en 2005 y 2006, respectivamente.

Desde sus inicios, Romeralo ha escuchado en más de una ocasión que los vinos y los puros son cosa de hombres pero, según defiende, nunca ha tenido que esforzarse demasiado por el hecho de ser una mujer ya que nunca pensó que ella estaba "fuera de lugar".

"Creo que entré en este mundo de una manera tan natural que no he visto el impedimento, aunque a lo mejor lo he tenido y no me he dado cuenta", sentencia.

Desde sus inicios como sumiller, la hostelería ha evolucionado en muchos sentidos pero uno de los principales cambios reside, dice, en la prohibición de fumar en bares y restaurantes; ella lo considera una "mutilación de las sobremesas".

La sumiller recuerda que, hasta hace unos años, tenía más de setenta referencias de puros en el restaurante y que era habitual que el aroma de éstos impregnara cada una de las mesas después de las comidas, aunque reconoce las bondades de la ley para los no fumadores.

Pese al cambio, según aclara, todavía son habituales las charlas entre clientes para compartir conocimientos, recomendaciones y algún que otro descubrimiento.

Además de los puros y los vinos, Romeralo se ha especializado en aguas, una práctica que, cuanto menos, llama la atención de quien no la conoce.

Según explica, el motivo de haberse dedicado a ámbitos tan diversos reside en que siempre ha sido una persona a la que todo le "llamaba la atención" y despertaba curiosidad.

Las diferencias a la hora de catar licores y agua son muchas, ya que ésta tiene muchos minerales que dan sabores y aromas cuyos estímulos son más "sutiles" y "ligeros" y, por tanto, más difíciles de determinar.

"El agua es tan delicada que hace falta tener el paladar muy limpio para poder catarla", explica Romeralo, que asegura que son muchas las precauciones que hay que tomar antes de realizar una de estas catas. Por ejemplo, no comer picante y evitar la sal.

Pese a los campeonatos ganados y los premios recibidos, Romeralo se considera una persona poco competitiva y que disfruta más en su bodega y en el restaurante donde, dice, puede disfrutar a diario de vinos "importantes", ya sea probándolos o simplemente oliéndolos. Y es que la nariz también "hace disfrutar", advierte.

Quizá por ello no tiene en su casa una bodega excesivamente grande aunque reconoce tener cerca de doscientas botellas, muchas de ellas guardadas bajo llave durante años para poder abrirlas en el futuro y ver cómo han evolucionado los tesoros allí guardados.

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