Opinión: Japón tiene en el campo la clave para reactivar su economía

  • Se trata de seguir el ejemplo de otros países. La protección del Gobierno nipón sobre su sector primario es enorme, lo que provoca ingresos para el Estado pero no para los japoneses. Si Tokio se anima a liberalizar sus campos, podría ver como sus cultivos de arroz se multiplican en tamaño y producción.
La protección del Gobierno nipón sobre su sector primario es enorme, lo que provoca ingresos para el Estado pero no para los japoneses.
La protección del Gobierno nipón sobre su sector primario es enorme, lo que provoca ingresos para el Estado pero no para los japoneses.
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Marian Tupy | GlobalPost

La tragedia y la devastación del reciente terremoto y del tsunami de Japón es abrumadora.

Al menos 11.000 personas han muerto y otros 17.000 japoneses siguen desaparecidos. Se estima que la economía nipona ha sufrido un daño de entre 135.000 y 200.000 millones de euros. Se necesitarán años para superar la tragedia, pero algunos japoneses miran con valentía de cara a un futuro.

"No tenemos tiempo para el pesimismo. Reconstruiremos Japón desde cero", afirma el primer ministro Naoto Kan.

Un sector que estaba maduro para ser reformado, incluso antes de que el tsunami dañara los reactores nucleares de Fukushima y planteara preguntas sobre la seguridad de las exportaciones de alimentos de Japón.

La agricultura japonesa es una de las más protegidas del mundo. El arancel de importación sobre el arroz, el azúcar y el trigo es del 778 por ciento, 305 y 252 por ciento, respectivamente. Los aranceles sobre la mantequilla, el queso, el maní y la leche desnatada oscilan entre un rango de 737 por ciento y 218 por ciento. Además, otros cien productos agrícolas están protegidos por un arancel superior al 200 por cien.

En la Unión Europea y en EEUU no hay, salvo raras excepciones, unos aranceles superiores al 200 por cien y no existe ningún arancel que llegue al 500 por cien. De acuerdo con la Organización Mundial del Comercio, el promedio de aranceles agrícolas de Japón es del 22,2 por ciento. En EEUU es del 5,2 y en la UE es del 13,5 por ciento.

La Estimación del Apoyo Total (EAT) para el sector agrícola japonés, o el valor de todas las transferencias financieras de los contribuyentes y los consumidores a la agricultura, fue de 1,05 por ciento del PIB en 2008. El EAT en la UE y en EEUU fue de 0,91 por ciento y 0,67 por ciento, respectivamente.

En términos monetarios, el apoyo a la agricultura en Japón, UE y EEUU es de: 35.000 millones de euros, 113.000 y 65.000 respectivamente. En su conjunto, los tres representaron el 84 por ciento de los subsidios agrícolas de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) en 2008.

¿Qué han logrado estas políticas? Los aranceles de importación hacen que la comida japonesa sea muy cara en el mercado doméstico mientras que los subsidios mantienen altos impuestos. El valor de la producción agrícola cayó de los 6 trillones de yenes en 1990 hasta los 3 trillones de yenes en 2008. El número de trabajadores en ese sector se redujo de 4,5 millones a 2,6 millones durante el mismo período de tiempo. A los 66 años, la media de edad de un granjero japonés es de las más altas del mundo.

Japón debería mirar el ejemplo de Nueva Zelanda. A raíz de la liberalización en la década de 1980, su agricultura prosperó. Desde 1986, la productividad agrícola del país ha crecido un 6 por ciento por año. Antes de la reforma, su crecimiento se limitaba a cerca del 1 por ciento anual. El número de personas empleadas en la agricultura se redujo sólo ligeramente, pasando de 164.000 en 1986 a 149.000 en 2010. Esas pérdidas, sin embargo, se vieron compensadas por el aumento del empleo en la industria de turismo rural.

Al igual que en Nueva Zelanda, la liberalización del comercio en Japón podría tener un efecto transformador, en lugar de uno destructor, sobre la agricultura. Sería una vía de generación de capital y de trabajo hacia la fabricación de nichos de mercancías, como la carne Wagyu, el reconocido whisky Nihonshu y el vino de arroz. En efecto, el Banco Mundial y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (CNUCYD) estiman que la liberalización agrícola aumentaría anualmente la riqueza de los japoneses entre 13 y 16.000 millones de euros.

 

Eso no debería sorprender. La mayoría de los economistas coinciden en que el libre comercio ha sido una fuerza para el crecimiento y para conseguir mejores niveles de vida. El comercio mejora la eficiencia global en la asignación de recursos. Permite a los socios comerciales tener ganancias al especializarse en la fabricación de aquellas mercancías y servicios que mejor saben hacer. También permite a los clientes beneficiarse de métodos de fabricación más eficientes. Una mayor eficiencia conduce a mercancías y servicios más baratos y eleva el nivel de vida actual.

El gobierno japonés anunció su apertura a la reforma del comercio incluso antes del tsunami del 11 de marzo. En febrero de 2011, comenzó a explorar la posibilidad de reavivar la lenta economía japonesa mediante la firma de un  Acuerdo Trans-Pacífico, un área de libre comercio que incluye a Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur, y podría incluir Australia, Malasia, Perú, EEUU y Vietnam en el futuro. El primer ministro Kan parece entender que el alto nivel de proteccionismo agrícola impediría a Japón unirse al Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP).

La reforma agraria, marcada por una reducción significativa de los aranceles y las subvenciones, es tan justa como necesaria. Es probable que se haga para ahorrar dinero y provocar el crecimiento. El gobierno japonés debe afrontar la reforma y sentar las bases de una recuperación japonesa.

Marian L. Tupy es una de las socias más antiguas del Instituto Legatum de Londres.

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