Suecia: Jubilados que cobrarán hoy y mañana

  • El país escandinavo tiene el sistema de seguridad social más sólido. En 1994 apostó por un modelo mixto, en el que las pensiones son variables y dependen de las aportaciones realizadas durante toda la vida laboral.
Alfonso Pérez, Estocolmo / Revista Capital

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Como todos los miércoles, Lars Bergqvist ha quedado a jugar a los bolos con una docena de amigos jubilados en un céntrico local de Estocolmo. Es una de las actividades preferidas de este sueco de 71 años desde que hace cuatro años dejó su puesto de trabajo en una conocida papelera escandinava.

También es un asiduo a todo tipo de cursos, desde informática a bailes de salón, que organiza la SPF, una de las dos grandes asociaciones de veteranos del país, y que cuenta con más de 250.000 miembros y 800 clubes.

Pero la actividad preferida de Bergqvist son los viajes. Acaba de regresar de la Capadocia turca y ya está pensando en su próximo periplo, para mediados de noviembre, por el norte de Escocia. Nada que ver con el mes largo que pasó en 2009 recorriendo la isla de Palma de Gran Canaria.

“¡Mi mujer aún se acuerda de lo buenas que estaban las patatas con salsa!”, rememora este ingeniero industrial, que por lo menos hace tres o cuatro grandes viajes al año, más numerosas excursiones de fin de semana por el país. “He de reconocer que la calidad de vida de un jubilado en Suecia es bastante buena”, se sincera.

Un ritmo que mantiene con las 15.000 coronas mensuales de pensión que recibe del estado y las 5.000 coronas que le aporta el fondo privado de sus antiguas empresas.

Su esposa, que trabajó muy pocos años, cobra una pensión mínima de 7.500 coronas. En total: 27.000 coronas entre ambos, el equivalente a unos 3.400 euros mensuales.

A pesar de esta elevada cuantía no esconde cierto descontento. “Es bastante menos que lo que cobraba el año pasado”, se queja con cierto resquemor mientras se dispone a proseguir efectuar un nuevo lanzamiento a los bolos.

Y es que Lars Bergqvist ha visto como, tras varios años de subidas, las autoridades suecas le recortaban su pensión un 3% a principios de 2010. Y desde hace semanas sabe que tanto él, como los casi dos millones de jubilados que hay en el país escandinavo, sufrirán otro tijeretazo del 4,4% en enero.

Ole Settergren, directivo de la Agencia de Pensiones de Suecia (Pensions Myndigheten), justifica esta medida de forma tajante: “La cantidad de la pensión no es fija ni segura. Los pagos se adaptan a la situación del sistema. Si se produce un déficit en la caja hay que corregirlo automáticamente recortando la cantidad que se abona”. Al contrario que en España, donde cada jubilado tiene derecho a una determinada cantidad que se actualiza anualmente en función del IPC, en Suecia el montante es variable y puede bajar o subir en función de la marcha de la economía o la bolsa, de la evolución de los salarios o de que se eleve notablemente la esperanza de vida en el país.

“En ningún caso se permite que un déficit sea cubierto con medios presupuestarios extras o incrementando el porcentaje de cotización a los trabajadores actuales. La idea central es que las generaciones futuras no asuman la carga de un sistema deficitario, protegiéndolas así de una presión tributaria creciente”, sentencia Bo Konberg, ex ministro de Exteriores y padre del nuevo sistema sueco de pensiones que, a los ojos de instituciones como la Comisión Europea, el Banco Mundial o la OCDE, hoy es el más sostenible del mundo.

Un honor inimaginable hace apenas 15 años, cuando, prosigueKonberg, “el viejo sistema de reparto estaba abocado ala quiebra económica más allá de 2010”. Su funcionamientoera similar al español y sufría males parecidos: la pensión secalculaba generosamente a partir de los ingresos de los quincemejores años de la vida laboral, reajustable automáticamentea la inflación, y como en todo sistema de reparto, eran los trabajadoresactuales los que con sus aportaciones cubrían elpago de esas pensiones.

Como sostiene Mauricio Rojas, profesorde economía de la Universidad de Estocolmo y ex diputadoen el Parlamento sueco, “se trataba de un sistema queprometía pensiones fijas altas pero se financiaba con ingresosvariables que tendían a disminuir. En suma, una ecuación imposible”.

Sobre todo, en un contexto de rápido envejecimientode la población, con una cantidad insuficiente de jóvenes cotizandopara financiar las pensiones deun número creciente de ancianos viviendomuchos más años que las generacionesanteriores. La grave crisisque azotó Suecia a principios de los90 –el paro pasó del 2,6% al 12,6% encuatro años, al tiempo que se disparóel gasto público del 56% al 72% delPIB– abrió los ojos de la clase política,que comprendió que un sistema demasiadogeneroso llevaba a la ruina.

“Suecia se hundió. Los suecos vieronque las promesas del estado benefactoren el que habían creído no eranmás que un cheque sin fondos. Se inicióentonces la búsqueda de un estadodel bienestar más viable”, recuerdaRojas, que desde su escaño del PartidoLiberal participó en la introducciónde medidas como el cheque escolar,el recorte del subsidio de desempleoo la reforma de las pensiones.

En este campo, se reemplazó el sistema tradicionalpor uno dual. Por una parte, los suecos mantuvieron un modelode reparto que abona pensiones mínimas –unos 937 eurosmensuales– a todos aquellos ciudadanos que no tienen mediossuficientes para un estándar de vida decoroso. Suponen el 10%del gasto total en pensiones y se financia con cargo a los presupuestosgenerales del Estado.

En paralelo, y ahí está la novedad,se implantó un sistema de capitalización, mediante el cual lapensión recibida depende, no de la población activa sino de loque cada trabajador haya aportado a lo largo de su vida laboral.Por ley, cada sueco destina el 16% de su salario a una caja común–en España la cotización conjunta de trabajador y empresarioa la Seguridad Social es del 28,3% del salario, aunque buena parte va a cubrir subsidios por desempleo–, mientras que un2,5% puede invertirlo en uno de los más de 700 fondos de inversiónprivados autorizados.

Además, la práctica totalidad delos trabajadores cuentan con fondos financiados por sus empresascon el 4,5% del salario. “La idea era crear un sistemasólido, autónomo y protegido de cualquier uso de las cotizacionespara otra finalidad fiscal. Lo que todo el mundo tiene claroes que las contribuciones realizadas durante la vida laboral daránderecho a pensión. No se encontrarán, cuando se jubilendentro de veinte años, con que la caja está vacía o que les bajanla pensión porque hay que sufragar el déficit público”, sostieneBo Konberg.

El profesor de economía de la Universidad de Valencia,Carlos Vidal-Meliá, ahonda en esta idea: “Se vincula a nivelindividual al aportación con la prestación, lo que lleva al trabajadora reconocer que una buena fracción de cada aportaciónle será devuelta”. En su opinión, España debería mirar el espejo sueco ahora que los expertos y numerosos informes prevén que la caja de las pensiones entre en déficit a partir de 2020.

“Suecia constituye la referencia fundamental a seguir,ya que ha conseguido introducir varios elementos muy deseadosdesde la perspectiva de la gestión racional de los sistemasde pensiones: una reducción del riesgo político (populismoen las pensiones), un mecanismo automático de correcciónde desequilibrios financieros y un aumento de la confianzade los cotizantes en el sistema y de los inversores en elsentido de que el sistema de pensiones no generará tensionespresupuestarias”.

Éste es un elemento de particular importanciaya que existe una conexión entre el conocimiento que losindividuos tienen del sistema de pensiones y la confianza enel mismo. Consciente de ello, la Pensions Myndigheten no escatimaesfuerzos a la hora de publicar continuamente la situaciónfinanciera de la caja, cuáles son los compromisos e ingresosexistentes, dónde se invierte el dinero… Y cada añoenvía un sobre naranja en el que informa a cada trabajador decuál es el saldo en su cuenta y cuál será la pensión que recibiríacon ese ritmo de contribuciones en caso de retirarse a los61, 65 ó 67 años.

Este ejercicio de transparencia, además de elevar laconfianza de los contribuyentes, ha servido de incentivo paraque alarguen voluntariamente la vida laboral más allá de las 65primaveras.

“Cuando leen la carta, pueden comprobar de inmediatocomo su pensión aumenta un 10% por cada año queretrasen su jubilación. Ya es decisión suya o no jubilarse antes.Pero nosotros le dejamos claro que si quiere mantener un nivelde ingresos como el que recibían sus padres, tienen que trabajaral menos 9 meses más por cada año que suba la esperanza devida”, explica Konberg, consciente de que el envejecimiento esla gran amenaza del sistema.

Por ahora, el mensaje ha calado entre los suecos: hasta mediadosde los 90, la edad efectiva de jubilación en Suecia habíacaído, pero desde entonces ha aumentado más de un año (64años y 10 meses, un año más tarde que en España). “Nosotrosestamos de acuerdo en la necesidad de trabajar muchos másaños. Incluso es sano. Mi madre no se jubiló hasta los 70. Enese sentido, creo en la idea del sistema y considero que hasido fundamental para asegurar la viabilidad de nuestras pensiones”,comenta Hans Lenkert, secretario general de la asociaciónde pensionistas SPF.

Sin embargo, defiende la necesidadde introducir ciertos cambios, sobre todo, en lo que serefiere al reequilibrio automático en momentos de crisis. Peroésta es una matización menor. En general, el 85% de lossuecos siguen dando su beneplácito a un modelo que es exportablea otros países como España.

“Técnicamente es factible,pero necesita un gran consenso de los políticos y queéstos estén dispuestos a asumir el coste”, defiende Settergren.En Suecia lo hicieron y los resultados son hoy evidentes. Ygracias a ello, personas como Lars Bergqvist pueden disfrutarde su retiro sin preocuparse de si dentro de diez años seguirácobrando una pensión.

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