¿Acierta o no Rajoy huyendo del debate a 4? Su estrategia se puede volver en contra

  • Rajoy se niega otra vez a participar en un debate a cuatro en la próxima campaña, aunque sus excusas cada vez son menos sostenibles.

    Los cálculos electoralistas no le salieron bien en las últimas elecciones y en unas próximas tienen muchas posibilidades de fallar.

Saludo entre Rajoy y Sánchez, este sábado, en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid).
Saludo entre Rajoy y Sánchez, este sábado, en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid).

La estrategia del Partido Popular ante los debates electorales en estas elecciones está clara: cuantos menos mejor. Lo que no está tan claro es que hayan acertado. Y existen serias varias dudas de que hagan lo correcto evitando el debate a cuatro, como han anunciado hoy desde Génova.

Ni Rajoy está por la labor de debatir ni sus virtudes políticas son las mejores para este tipo de lances. Desde el Partido Popular mantienen la posición que sostuvieron en campaña: el presidente en funciones sólo está dispuesto a debatir con el líder del partido de oposición más votado, Pedro Sánchez. Pero la situación es muy distinta que entonces.

“Si antes tenía poca lógica esa postura, ahora mucho menos”, explica David Redolí, presidente de la Asociación de Comunicación Política. “En los últimos tiempos han quedado patentes las ansias de transparencia de ciudadanía y la necesidad de rendir cuentas exigida a los políticos”.

Redolí recuerda que el PP sólo obtuvo 7 de los 25 millones de votos emitidos. “Encastillarse en las propias opiniones, en un momento en que existen cuatro fuerzas políticas que tienen 40 escaños o más, lanza un mensaje negativo. Va en contra de las demandas de la calle que están medidas por los estudios sociológicos”.

Si bien los debates son frecuentes en los periodos electorales, en España aún no están tan institucionalizados como en otros países de mayor raigambre democrática. En Estados Unidos, por ejemplo, existe una comisión estatal que los regula. Sería inconcebible que el presidente del Gobierno se negara a debatir con otros candidatos, aunque tuvieran poco apoyo.

“La política tiene mucho de razones pero tiene tanto o más de emociones”, apunta Redolí, para quien este tipo de "liturgias democráticas" transmiten “no solo argumentos y cuestiones racionales sino también muchos aspectos emocionales” que son importantes para la audiencia.Ya no hay excusa

Con este punto de vista coincide Jordi Rodríguez Virgili, director del máster en Comunicación Política de la Universidad de Navarra. “Ya no es defendible el argumento de que no estamos en una democracia demoscópica. Sobre todo viendo que la configuración del Parlamento no va a permitir mayorías absolutas claras, y que cualquier gobierno pasa por los pactos”.

Según este profesor, la negativa de Rajoy a debatir obedece a una cuestión de “mera rentabilidad electoral”. El presidente en funciones entiende que tiene mucho que perder en un debate a cuatro, y muy poco que ganar. Y que, de cualquier manera, se va a ganar las críticas de quienes no le iban a votar en ningún caso. Asumirá el coste, puesto que ya contaba con él, y enviará en su lugar a Soraya Sáenz de Santamaría o a alguien dirección del Partido con el fin de evitar “el síndrome de la silla vacía” ante las cámaras.

¿Y qué pasa con los simpatizantes del PP? Según Rodríguez Virgili, el partido cuenta con que su electorado, acostumbrado a los modos de funcionar de Rajoy, no le echará en cara que no participe en los debates. “Los votantes del PP tienen asumido cuáles son las fortalezas políticas de Rajoy, y entre ellas no se encuentran los debates por televisión”.

Sin embargo, reconoce que sí existe el riesgo de que el electorado haya cambiado de percepción tras los intentos fallidos por formar gobierno. En esta tesis también coincide Redolí: “Jugar con la escuadra y el cartabón comporta muchos riesgos en estos momentos, porque las percepciones cambian, y ahora pueden acusarle de escurrir el bulto, de escabullirse como un cobarde”.

¿Qué ha cambiado? Obviamente, la importancia de las fuerzas representadas en el Congreso y la incapacidad que han demostrado para articular un pacto del Gobierno en los últimos meses. Por eso el debate ya no es solo un acto de comunicación política, sino un acto político en si mismo, donde se produce un contraste de pareceres que luego se va a plasmar en decisiones importantes. “No se debe despreciar a millones de personas que han votado a las otras fuerzas políticas”, concluye Redolí.

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