De Madrid al cielo en brazos de Beach House

  • Javier Herrero.

Javier Herrero.

Madrid, 15 mar.- Beach House, el grupo que ahora mismo más alto porta la bandera del pop etéreo y ensoñador, ha protagonizado esta noche un encuentro de altura con su público madrileño, al que ha inducido en un éxtasis o sueño hipnótico, haciendo más apropiado que nunca aquel dicho que reza que "de Madrid al cielo".

"Somos tan afortunados de estar aquí... ¿De dónde venís? ¿Del cielo? Esta es la mejor energía que he visto, gracias por traer esta vida, ¡buen trabajo!", decía en el ecuador del concierto Victoria Legrand, la vocalista de este dúo de Baltimore (EEUU) que, como ella ha recordado, hacía mucho tiempo que no tocaba en la capital.

Su llegada a la sala La Riviera, con todo el aforo vendido -más de 2.000 personas-, se ha producido después de actuar dos noches en Barcelona con el mismo éxito de convocatoria y dentro del nuevo tramo europeo de la gira mundial de presentación de su cuarto y celebrado disco, "Bloom" (2012).

Con él, Legrand y su compañero, el guitarrista Alex Scally, han cimentado dentro del llamado "dream pop" una posición cercana a los supuestos creadores de este estilo, The Cocteau Twins, tras una sucesión de álbumes que comenzaron en 2006 con un disco homónimo y que han acaparado siempre los parabienes de la crítica.

"Bloom" volvió a ser considerado por la prensa especializada uno de los discos del año -del pasado, en concreto- y esta noche ha sido el protagonista de la mayor parte del repertorio, junto con el previo "Teen Dream" (2010).

Uno de esos temas nuevos ha sido el que ha conducido al público al éxtasis mencionado, "Myth", justo antes de los bises. La voz de Legrand ha sonado entonces más poderosa y redonda, con un meritorio sostenido vocal que ha arrancado aplausos al tiempo que la música crecía en épica y los fogonazos de luz iluminaban toda la sala.

Previamente, la cantante ya había encandilado a todo el mundo con su magnetismo, el que exuda su melena alborotada tras la que a menudo se refugia, el de sus ceremoniosos gestos, propios de una coreografía japonesa y, sobre todo, el de su voz, esa singular voz que es puro aire en movimiento.

Su música sin aristas parece el reverso buenrollista de The xx. El público, sometido a un baile casi inconsciente y pendular, se ha dejado seducir por una sencilla y nocturna puesta en escena, así como por su música, que en los directos cuenta con un batería como apoyo extra que enriquece el conjunto y lo dota de enjundia.

Nunca progresa a ras de suelo, sino que se desplaza como un ave, oscilando entre suaves corrientes, y se arropa con ecos y reverberaciones, con una cadencia casi siempre suave, pero no por ello inofensiva.

"Other people", "Wild", "Norway", "Troublemaker" y "Wishes" han hecho las delicias de un público que con "Irene" y un fondo plagado de estrellas ha puesto rumbo a casa con motivos, al menos hoy, para volver a soñar.

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