Disparos a los sindicatos: de intocables a liberados con privilegios

  • La crisis cambia radicalmente la imagen de los sindicatos como representantes de los trabajadores. Ahora muchos se preguntan sobre el sentido de su función y si parte de su financiación no engorda artificialmente el déficit público, con miembros no elegidos en elecciones sindicales.
El PP exige al Gobierno el número de liberados sindicales del Estado
El PP exige al Gobierno el número de liberados sindicales del Estado
lainformacion.com

Los sindicatos llevan dos años montados en una montaña rusa. Antes de la llegada de la crisis casi nadie se preguntaba por el sentido de su representación de los trabajadores, ahora muchos se plantean su participación en el crecimiento del déficit y la mala situación económica del país. Los sindicatos han pasado de ser intocables a liberados con privilegios.

Después de los problemas del sistema bancario y las ayudas públicas, la elevada tasa de paro, el abaratamiento del despido, el recorte del salario de los funcionarios o la congelación de la pensiones, ahora le toca el turno de las críticas a los sindicatos y los liberados que no habrían sido elegidos en unas elecciones sindicales.

Los liberados sindicales son los representantes de los trabajadores que disponen de horas libres en su jornada laboral para ejercer su función como delegados de personal o miembros de un comité de empresa a cargo del dinero público. Algunas autonomías y ayuntamientos podrían tener en nómina a estos liberados, que estarían cobrando del erario público sin cumplir la ley y engordando el déficit del estado.

El PP ha utilizado la existencia de estos liberados como bandera de oposición política. Más de 102 preguntas sobre esta cuestión en el Congreso avalan la insistencia popular en conocer el número exacto de estos representantes sindicales en la administración pública. Mientras, el Ejecutivo no ha facilitado ni una sola cifra.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha convocado a los sindicatos para eliminar unos 2.000 liberados en esta situación. La idea del Ejecutivo madrileño es mantener sólo a los representantes elegidos en asambleas de trabajadores. En esa línea, el consejero de Presidencia e Interior de la CAM, Francisco Granados, ha afirmado que "la fiesta se ha acabado".

Foco permanente de críticas

Sin embargo, no es la primera vez que los dos principales sindicatos españoles, CC.OO. y UGT, se convierten en foco de las iras de la oposición. Desde que se iniciara la crisis, ambas organizaciones han sido acusados de inacción y pasividad ante la falta de alternativas del Gobierno. Sindicatos como guardaespaldas del Ejecutivo.

Incluso ahora, que han decidido convocar una huelga general para el 29 de septiembre por el contenido de la reforma laboral, ni los sectores más críticos ni los grupos menos virulentos contra su actuación se muestran demasiado contentos con el papel de los sindicatos. El PP les sigue acusando de bailarle el agua al Gobierno pese a su muestra de fuerza y desde el Ejecutivo se respeta la convocatoria con gesto torcido.

La ausencia este año de José Luis Rodríguez Zapatero a su cita anual en Rodiezmo, fiesta de la minería asturleonesa y comienzo del curso político, evidencia el final de las comodidades entre el presidente del Gobierno y los representantes sindicales.

Siempre a contra corriente

Desde el comienzo de la crisis, los sindicatos se han movido contra corriente. De una situación de comodidad, con unos niveles de paro reducidos y el pleno empleo en la lista de deseos futuros, a una relación de extrema tensión con la oposición y de miradas recelosas con el Ejecutivo. La líneas de separación entre unos y otros no están tan claras. Ahora el Gobierno y los sindicatos no están en un lado y la oposición en otro.

Los sindicatos se han opuesto a la congelación de las pensiones en 2011, la reducción de un 5% del sueldo de los funcionarios públicos y al abaratamiento del despido de la nueva reforma laboral. Como si su defensa de los derechos de los trabajadores les hubiera convertido sólo en representantes del interés personal y no general.

Esta corriente de animadversión contra las organizaciones sindicales puede llevar a un debilitamiento de su capacidad de representación y de defensa de los derechos laborales, lo que afectaría directamente a los propios trabajadores.

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