Un dolor que es imposible de reparar, a 20 años de la tragedia de Biescas

  • El 7 de agosto de 1996 una riada devoró todo lo que encontró a su paso en el campamento de Las Nieves, donde murieron 87 personas y decenas resultaron heridas.

    Apenas duró siete minutos, pero sus consecuencias fueron devastadoras, arrastrando cadáveres, caravanas, vehículos y tiendas.

Guardias civiles y sanitarios trasladan uno de los cuerpos.
Guardias civiles y sanitarios trasladan uno de los cuerpos.
Diego Caldentey

Fue y será por siempre una de las catástrofes naturales más desgarradoras del país. La letra de un famoso tango argentino sostiene que "20 años no es nada", pero para los supervivientes y familiares de las víctimas de Biescas no habrá consuelo alguno. Este domingo se cumplen dos décadas exactas de la tragedia que se saldó con la muerte de 87 personas de distintas zonas de España y varias nacionalidades, decenas de heridos, cientos de enseres personales perdidos y una localidad marcada por el dolor irreparable, debido a una riada en el camping ostence de Las Nieves.

Recordar los hechos supone una ráfaga de imágenes, sonidos y sensaciones escalofriantes. Aquel desbordamiento del barranco de Arás devoró literalmente el camping de Las Nieves y dejó marcada la fecha del 7 de agosto de 1996 como el hecho más luctuoso en el inventario de las catástrofes naturales de los últimos 20 años para nuestro país.

La riada apenas duró siete minutos, pero asoló el camping en su totalidad, arrastrando caravanas, vehículos y tiendas. En una plomiza tarde, primero se desató una tromba de agua, focalizada sobre la cuenca del Valle de Tena, que dejó cerca de 160 litros por metro cuadrado. Esto provocó una acumulación de ramas, troncos y piedras en la cabecera del barranco de Arás. La pared natural que se formó superó, según la Guardia Civil, los 10 metros de altura. Con el agua acumulada sobrevino el peor de los infiernos.

Desde el camping Las Nieves hasta la localidad de Escuer, situada a escasos tres kilómetros, las imágenes fueron dantescas: cadáveres flotando, desaparecidos en un primer momento que -tras la búsqueda- fueron hallados muertos entre lodo y tierra, chasis de vehículos a la deriva, caravanas destrozadas y arrastradas centenares de metros por la furia del agua...

Durante ese fragmento de tiempo congelado ahora en la memoria de muchos supervivientes y reflotado con espanto por quienes perdieron a sus seres queridos, las secuencias parecen borrosas para algunos y nítidas para otros. El campamento estaba situado en un cono de deyección en el pirineo aragonés.Héroes anónimos

En cada tragedia o desastre natural también suelen aflorar los héroes anónimos. Biescas no fue la excepción. Los vecinos del Valle de Tena se erigieron de manera espontánea y conmovedora en rescatistas y voluntarios, en solidarios y gigantes, en valientes y corajudos para echar una mano y ayudar en lo que podían.

Su intervención resultó imprescindible para paliar las consecuencias sufridas por las víctimas supervivientes al siniestro, y para la localización y el rescate de las que perecieron en él. Los moradores se organizaron en servicios de rescate, fueron los encargados de comunicar a muchos el fallecimiento de sus propios familiares y realojaron en sus casas a evacuados que no tenían donde pasar la noche porque los servicios de asistencia no habían previsto adecuadamente las instalaciones en los pabellones de las ciudades aledañas.

La tragedia de Biescas también fue una bisagra para España. Desde allí se produjo el nacimiento de la Protección Civil. Hasta ese momento la asistencia psicológica y psiquiátrica a las víctimas en sucesos de este tipo era nula. A raíz de las inundaciones, se crearon planes de actuaciones en todas las comunidades autónomas y se incrementaron las dotaciones presupuestarias destinadas al material.

En su momento, la Justicia culpó a las Administración municipal y a la regional por la imprevisión ante la catástrofe, al desestimar la concurrencia de "causa mayor" alegada en lo inusitado de las lluvias. "Fue extraordinaria, pero no totalmente insólita en el Pirineo", sostiene la sentencia.

Después de las muertes también se conoció que ese camping nunca debió haberse abierto en ese lugar. En su proceso de solicitud de autorización de apertura se obvió un informe pericial donde se indicaba que por la localización existía un grave riesgo para las instalaciones y un peligro para las personas que irían a utilizarlas.

Las indemnizaciones para las familias superaron los 11 millones de euros y no se estipularon hasta el año 2005, después de que la Justicia hubiera cerrado la vía penal. Pero hablar de dinero hoy y siempre sonará irrespetuoso para los familiares de las víctimas del camping, que este domingo 7 de agosto de 2016 no pueden dejar de mirar atrás (como cada día de su existencia), sin asimilar cómo la muerte destrozó las vidas de sus seres queridos de manera irreparable.

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