Egipto se prepara para ungir a Al Sisi en nombre de la estabilidad

  • Egipto se dispone a ungir al hombre fuerte del país, Abdelfatah al Sisi, como la persona llamada a devolver la estabilidad a un pueblo cansado de elecciones y tumultos que no han logrado enderezar el rumbo del país en más de tres años.

Enrique Rubio

El Cairo, 22 may.- Egipto se dispone a ungir al hombre fuerte del país, Abdelfatah al Sisi, como la persona llamada a devolver la estabilidad a un pueblo cansado de elecciones y tumultos que no han logrado enderezar el rumbo del país en más de tres años.

Poco tendrán que ver las elecciones presidenciales de los próximos días 26 y 27 con las que en 2012 alumbraron al primer presidente islamista de la historia de Egipto, Mohamed Mursi.

En aquella ocasión, una plétora de candidatos de todos los colores del espectro político compitieron en unas elecciones razonablemente limpias, que dieron a los Hermanos Musulmanes la posibilidad de alcanzar el poder por vez primera en más de 80 años de historia.

La experiencia, tras un año de convulsión y desgobierno islamista, acabó con las masivas protestas del 30 de junio de 2013 y la destitución tres días más tarde de Mursi a manos del Ejército, secundado por distintos representantes de las fuerzas vivas del país.

Tras una feroz campaña de represión, ahora prácticamente no queda huella de los Hermanos Musulmanes, y Al Sisi, exjefe del Ejército y muñidor del golpe de Estado, se ha comprometido a borrarlos de la faz de la tierra.

Pero al margen de ese compromiso, apenas hay detalles sobre el programa que el exmilitar pretende poner en marcha cuando comande el país, enfocado principalmente en la ambigüedad de la "estabilidad y el desarrollo".

Al Sisi ha utilizado un discurso emocional y nacionalista para llegar a los egipcios, enfocando toda la atención en su figura más que en sus ideas, con un lema electoral que habla por si solo: "Viva Egipto".

Su invisibilidad a lo largo de la campaña -no ha aparecido nunca en público y solo lo ha hecho en contadas entrevistas a medios egipcios- ha quedado compensada por la labor de su amplio equipo de colaboradores y su omnipresencia en carteles y pancartas en las calles egipcias.

En su equipo de asesores áulicos figuran veteranos camaleones como el presidente de la Asamblea Constituyente, Amro Musa, o los jóvenes de la campaña de recogida de firmas Tamarrud ("Rebélate"), que sirvió de plataforma popular para el derrocamiento de Mursi.

Frente a Al Sisi -y frente a todo el aparato del Estado que se ha movilizado presto para poner su peso del lado del exmilitar-, comparece Hamdin Sabahi, superviviente de la oposición a Hosni Mubarak y un astuto animal político que hace campaña con el populismo por bandera.

El naserista Sabahi es consciente de sus escasas opciones, aunque uno de los pocos interrogantes que despejarán los comicios será saber qué porcentaje de los votantes va a apoyarle finalmente.

La respuesta a esa pregunta la tienen en buena medida los simpatizantes islamistas y salafistas, que ven en Al Sisi un regreso del autoritarismo militar, pero que tampoco confían en su rival ni en la limpieza de las elecciones.

Uno de los retos para Al Sisi y los poderosos sectores que lo apoyan será movilizar a la opinión pública y conseguir que la abstención sea lo más baja posible.

Los Hermanos Musulmanes y sus aliados, así como otros grupos revolucionarios que participaron en la revolución contra Mubarak, han apelado al boicot, con la esperanza de que una baja participación desluzca la presumible victoria del exministro de Defensa.

Pese a los esfuerzos desde las instituciones por presentar estas elecciones como un modelo de transparencia, existen dudas genuinas sobre el entorno democrático en que se ha desarrollado la campaña.

El Centro Carter, que ha observado la mayoría de citas electorales en Egipto desde la caída de Mubarak en 2011, lanzó esta semana un alarmante mensaje donde advertía del "restrictivo" contexto político y legal en el que se desarrollan los comicios, así como del estancamiento de la transición.

En un esperpéntico episodio, la Unión Europea suspendió su misión de observadores el pasado sábado por las trabas impuestas por el Gobierno egipcio a su labor, para rectificar tan solo dos días después y anunciar que esta continúa adelante.

Estas sombras sobre el proceso -unidas a las críticas por la parcialidad del Estado y de los medios de comunicación en favor de Al Sisi- auguran un polémico comienzo de ciclo, en el que los sueños de la plaza Tahrir pierden fuelle en detrimento del ansia de estabilidad.

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