El largo combate de las filipinas reclutadas como esclavas sexuales por Japón

  • Hilaria Bustamante observa con tristeza unas fotos de filipinas ya fallecidas que, como ella, fueron esclavas sexuales del ejército nipón. Pese a sus 90 años, saldrá a la calle a pedir reparación en ocasión de la visita del emperador de Japón.

La "mujer de confort" más anciana de Filipinas libra desde hace 70 años un combate que no detiene ni su dolorosa artrosis.

Hasta 200.000 mujeres, en su mayoría coreanas, pero también chinas, filipinas e indonesias, fueron enroladas por la fuerza en los burdeles del ejército imperial japonés durante la Segunda Guerra Mundial.

En Filipinas, sólo quedan en vida 70, según la asociación Lila Pilipina.

"Muchas murieron sin haber obtenido justicia, pero lucharemos hasta nuestro último aliento", afirma a la AFP Hilaria Bustamante.

Su voz tiembla de ira. "Queremos decir al emperador Akihito: pague sus deudas. Es usted responsable del sufrimiento de las mujeres de confort durante la guerra".

Las autoridades niponas pidieron disculpas a las filipinas y ofrecieron compensaciones financieras, pero estas fueron provistas por el sector privado, algo que no satisface ni de lejos a las víctimas, que exigen reparaciones directas de Tokio.

A fines de diciembre, Tokio concluyó con Seúl un acuerdo "histórico" al respecto. Los japoneses ofrecieron sus "sinceras disculpas" y mil millones de yenes (7,5 millones de euros) a las 46 víctimas surcoreanas todavía en vida.

Pero entre Filipinas y Japón no existen siquiera negociaciones al respecto.

El portavoz del ministerio filipino de Relaciones Exteriores, Charles Jose, dijo a la AFP que el tema no sería abordado durante la visita del emperador Akihito.

Su estancia de cinco días que se inicia este martes se celebra con motivo del 60º aniversario del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países.

Japón es el mayor inversor extranjero de Filipinas y un creciente apoyo en las disputas territoriales de Manila con China.

Pero para las "mujeres de confort" es imposible pasar la página de los crímenes de guerra.

"Es una pesadilla sin fin. Tenemos el corazón roto y no sabemos adónde acudir para obtener ayuda", explica Estelita Dy, de 85 años.

Con lágrimas en los ojos, recuerda el día en que, con 14 años, fue conducida a un burdel militar. Estaba comprando en un mercado tras haber pasado el día cavando hoyos en un terreno en construcción.

Unos soldados japoneses llegaron en busca de "espías". Ella trató de huir, pero tropezó. Uno de los militares la agarró por el pelo y la metió en la parte trasera de una camioneta.

Estelita Dy estuvo en el burdel durante tres semanas. "A cada violación, cerraba los ojos, lloraba, rezaba para que todo acabara cuanto antes".

Hasta que un espía filipino que trabajaba para el ejército japonés la ayudó a escapar, recuerda esta anciana, que atribuye su sordera a un golpe que un soldado le dio contra una mesa antes de violarla.

Estelita se casó, tuvo dos hijos y se ganó la vida como vendedora de pasteles de arroz. Afirma que tuvo suerte de que su familia aceptara su pasado.

No fue el caso de todas las esclavas, asegura. Muchas fueron repudiadas por sus padres.

Las supervivientes hallan algo de consuelo en las viejas oficinas de Lila Pilipina, en los suburbios de Manila. Las paredes están pintadas de violeta, color del movimiento feminista local.

Entre ellas, se llaman "lola", término filipino que significa "abuela".

"Esto demuestra que están unidas por el mismo combate", explica Rechilda Extremadura, que gestiona Lila Pilipina. "Vienen aquí a llorar (...) y por el contacto con la gente que sabe muy bien por lo que pasan".

Únicamente diez de ellas están en condiciones para participar en las manifestaciones previstas esta semana. "Es una lucha incierta", explica Bustamante, pero "no abandonaremos".

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