El primer hueco en el Telón de Acero se abrió hace 25 años en Hungría

  • Fue un acto simbólico que hizo Historia. Mañana se cumplen 25 años de una fecha, el 27 de junio de 1989, en la que los ministros de Exteriores de Austria, Alois Mock, y de la Hungría comunista, Gyula Horn, cortaron juntos la alambrada fronteriza que separaba los dos países centroeuropeos.

Marcelo Nagy

Budapest, 26 jun.- Fue un acto simbólico que hizo Historia. Mañana se cumplen 25 años de una fecha, el 27 de junio de 1989, en la que los ministros de Exteriores de Austria, Alois Mock, y de la Hungría comunista, Gyula Horn, cortaron juntos la alambrada fronteriza que separaba los dos países centroeuropeos.

Se abrió así el primer hueco en el temido Telón de Acero, que había dividido Europa durante más de cuatro décadas.

Pocas semanas más tarde, el 19 de agosto, unos 600 ciudadanos de la entonces República Democrática Alemana (RDA) aprovecharon el llamado "'Pícnic' Paneuropeo", organizado en la misma frontera, para escaparse a Occidente.

Aquella fiesta de "confraternización" entre húngaros y austríacos, incluyó la osadía de abrir la frontera durante unas tres horas, momento en el que los alemanes de la RDA se escaparon a Occidente.

Mock y Horn querían señalar que había que poner fin a la división de Europa, una herencia de los tratados de paz posteriores a la II Guerra Mundial.

De todas formas, las autoridades húngaras habían informado ya meses antes de que el sistema electrónico de la alambrada, que registraba los cruces ilegales de frontera, había "envejecido" desde el punto de vista moral, técnico y político.

El corte de la alambrada fue un importante antecedente para la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania.

"Fue una buena agudeza política de Gyula Horn", recuerda András Bozóki, catedrático de la Universidad Centroeuropea de Budapest y entonces integrante de la llamada "Mesa Redonda Nacional", el foro donde el poder comunista y la oposición democrática negociaron la transición política de Hungría.

Varios líderes comunistas europeos, como el alemán Erich Honecker o el rumano Nicolae Ceaucescu, tacharon entonces a los húngaros de "traidores", recuerda este politólogo.

Pero el proceso ya no se pudo frenar y a finales de ese año cayó el Muro de Berlín y en Rumanía la violenta Revolución Navideña derrocó a Ceaucescu.

Fue un año "fantástico" e "importante" desde el punto de vista de la Historia universal, señala Bozóki.

Todo había comenzado cuando Mijaíl Gorbachov, secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, anunció en 1987, para sorpresa de todos, la "perestroika" y el "glásnost", las políticas de apertura económica y política y de transparencia.

Así, los soviéticos "soltaron la mano" de Hungría y de los otros países comunistas, con lo que comenzó la ruptura interna de la nomenclatura comunista, recuerda Bozóki.

Y en Hungría, considerada siempre como el país más liberal dentro del bloque socialista, los comunistas reformistas ganaron terreno cada vez más.

En 1988, un comunista reformista, Miklós Németh, formó Gobierno, nombró a Horn como ministro de Exteriores y empezó a introducir reformas relacionadas con la apertura política y económica.

De forma paralela aparecieron los primeros movimientos democráticos que presionaban cada vez más al poder establecido.

Decenas de miles de húngaros participaban en las manifestaciones convocadas por organizaciones, llamadas entonces "alternativas", o sea, de la oposición democrática.

"Fueron semanas y meses de gran entusiasmo. Yo participé en todas las manifestaciones, sin tener en cuenta de quién o qué se trataba", cuenta Gábor, entonces un estudiante universitario.

Junio de 1989 fue el mes clave de este proceso democratizador, con el inicio de las negociaciones entre los comunistas y opositores sobre la transición, cuando se exhumó y enterró de nuevo con honores a Imre Nagy, el histórico líder de la revolución antisoviética de 1956, y cuando se abrió la frontera hacia Austria.

De hecho, el entierro de Nagy, el 16 de junio, pocos días antes del corte de la alambrada, fue un "momento catártico", según opinó recientemente el destacado historiador húngaro János M. Rainer.

Este acto, organizado por un grupo civil y opositor, le quitó al partido comunista la poca legitimidad que le quedaba, aseguró el experto en una entrevista.

Según Bozóki, en las negociaciones semanales desde mediados del junio de 1989, los comunistas solo querían frenar el proceso, algo que no lograron, "porque la oposición se mostró muy unida".

La transición de España, diez años antes, "fue un antecedente importante", recuerda el politólogo húngaro.

En la Mesa Redonda Nacional se negociaron las condiciones sobre cómo llegaría Hungría a las primeras elecciones democráticas, que finalmente se celebraron en abril de 1990.

Pero ahora, un cuarto de siglo después y en medio de una profunda crisis económica, casi un 40 por ciento de los húngaros piensa que la transición democrática en realidad no valió la pena.

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