Incertidumbre en Cataluña, estabilidad para España

  • No ha habido en muchas ocasiones una victoria más amarga que la conseguida hoy por Artur Mas. Su jugada de adelantar dos años los comicios catalanes con la esperanza de lograr una mayoría absoluta con la que alimentar su apuesta soberanista ha obtenido un rotundo fracaso.

José Miguel Blanco

Madrid, 25 nov.- No ha habido en muchas ocasiones una victoria más amarga que la conseguida hoy por Artur Mas. Su jugada de adelantar dos años los comicios catalanes con la esperanza de lograr una mayoría absoluta con la que alimentar su apuesta soberanista ha obtenido un rotundo fracaso.

Lejos de acercarse a esa anhelada mayoría, CiU ha perdido escaños en el Parlament, ha dejado muy tocado el sueño soberanista, se han difuminado las expectativas de que se convirtiera en un émulo independentista del flautista de Hamelin, y ha propiciado un panorama de incertidumbre en Cataluña que alumbra una pregunta: ¿Y ahora, qué?

Una pregunta que resume otros muchos interrogantes que se han abierto en esta jornada: ¿Qué alianzas serán posibles? ¿Queda difuminado el independentismo al menos durante algún tiempo aunque han triunfado tesis como las de ERC propicias al mismo? ¿Pere Navarro respira pese a que el PSC deja de ser la segunda fuerza política? ¿Tardará Josep Antoni Duran i Lleida en decir a sus correligionarios de CiU que él ya lo advirtió?

Mucho revuelo a la vista, muchas interpretaciones cruzadas y bastante incertidumbre.

Pero, paradójicamente, siguiendo las pautas fijadas por el Gobierno de Mariano Rajoy, los resultados de hoy pueden aportar estabilidad económica a España en un momento tan delicado como el actual.

El Ejecutivo había alertado desde el primer momento que el desafío de Mas por la independencia (palabra de la que ha huido el presidente de la Generalitat) era un mensaje muy dañino para fuera de nuestras fronteras y que no generaba confianza en la economía española.

La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, resumió esa posición al advertir de que la estabilidad cotiza en bolsa.

En ese sentido, y a la espera de acontecimientos, el Ejecutivo puede acoger con satisfacción el batacazo de Mas en su objetivo de conducir al pueblo catalán por un camino que Rajoy advirtió de que no llevaba a ninguna parte.

De momento, ha llevado a Mas a reconocer lo evidente, que ha perdido apoyos, y a confesar que no se ve con la fuerza necesaria para liderar el proceso independentista.

Pero al mismo tiempo se ha visto a sí mismo como el único presidente posible, pero con el apoyo corresponsable de otros partidos.

Pese a todo, el independentismo no se ha borrado de un plumazo aunque algunas interpretaciones pudieran parecer que así fuera, y, caído Mas en la batalla electoral, su bandera la puede enarbolar ERC.

Ha sido el partido más beneficiado de la jugada del presidente de la Generalitat, quizás porque los catalanes han preferido premiar al original que a la copia a la hora de definirse ante planteamientos independentistas.

También gana apoyos el PP aunque no ha protagonizado su ansiado "sorpasso" sobre el PSC, una fuerza política que pierde escaños y que sigue abriendo agujeros en el suelo al que los socialistas llegaron en los últimos comicios generales.

Ferraz era consciente de que podía pasar lo que hoy ha pasado, y había ido aplazando hasta después de esta jornada la profunda reflexión que tiene pendiente sobre su apuesta programática y su liderazgo.

En ella, los socialistas tendrán que aclarar hasta dónde están dispuestos a llegar en la propuesta federalista que ha propugnado Rubalcaba en la campaña catalana como alternativa a las tesis independentistas y que, con los datos de hoy, puede quedar limitada.

Y pendiente queda también saber por dónde irá la reforma del modelo de financiación autonómica que ha anunciado el Gobierno para más adelante frente a la propuesta de pacto fiscal con la que Mas llegó a Madrid para recibir el no de Rajoy.

Ahora, incluso, puede sentirse menos presionado. Con su mayoría absoluta conseguida hace un año, Rajoy no ha tenido que experimentar la presión que CiU ha ejercido legislaturas atrás sobre otros presidentes del Gobierno. Y a partir de esta noche, menos.

Los tiempos de Convergencia i Unio como socio perfecto del Gobierno central, de uno u otro signo, no tienen visos de volver. Por ahora.

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