José Manuel no podía jugar pero quería estar con sus amigos

    • El destino le jugó una mala pasada a Jose, que quiso estar al lado de sus amigos en el partido y falleció en el accidente.
    • La otra cara de la tragedia está en el rostro de Jesús, que fue capaz de llamar a su padre tras el accidente para pedirle que le sacara de allí. Sabía ya su alrededor había ocurrido una tragedia.e
Miles de personas despiden en Monterrubio de la Serena a los chavales fallecidos en el accidente del minibús
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Iba a cumplir trece años. Se llamaba Jose Manuel. El destino le jugó una mala pasada. Lo recuerda su tía en el diario Hoy.es. Como otros testimonios recogidos por teinteresa.es en un pueblo roto, el testimonio se dio entre lágrimas. No era para menos. Jose Manuel había tenido un pequeño accidente antes del que le segó la vida. Se hizo una brecha. Nom podía jugar el partido que les iba a llevar a la final, pero Jose quería estar a toda costa con sus compañeros. El hijo del churrero no debía haber viajado, dicen ahora todos desconsolados. Pero él quería estar con sus amigos. Y ya se sabe que la amistad y más en la tierna infancia puede más que las brechas. El destino quiso que Jose fuera uno de los cinco menores fallecidos en el accidente que ha sumido a Castuera en el dolor y el llanto.

La otra cara de la tragedia fue la historia de Jesús Esteban Pérez Tena, que reconoce que de los saltos, cánticos y sonrisas se pasó al miedo del choque, a volcar y a ver que sus amigos no se movían. Él sí. Tanto que cogió un móvil del suelo del autobús y llamó a su padre: "Ven a por mí, le dijo, porque hemos tenido un accidente grave". Con solo 14 años, Jesús supo que la tragedia les había atrapado. Supo que algunos de sus amigos habían muerto.

Ismael, el quinto niño fallecido era natural de La Nava, una pedanía de Benquerencia de la Serena. Monterrubio estaba en la antesala de sus fiestas. Ya no se celebrarán. El pueblo está roto. Se ha visto en un entierro en el que cada uno ha sentido el paso de los féretros como si fuera su propio hijo en él. Dramático. "Nada será lo mismo sin ellos", reconocen los entrenadores que les habían visto crecer desde los 3 años. Todos los niños del Instituto de Castuera verán las sillas vacías y sabrán demasiado pronto lo que es la muerte. Un equipo de psicólogos estará allí para auyudarles. Y a los padres. Aunque no haya consuelo.

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