La abstención de Rivera puede conducir a la convocatoria de otras elecciones

    • Rivera se aferra a la abstención, que podría rentabilizar si en la primera y segunda ronda de votaciones en el Congreso Rajoy no sale elegido, como todo parece indicar.
    • A partir de la tercera ronda, Sánchez, Rivera e Iglesias podrían ser candidatos -dependiendo del resultado-. El líder de C's podría ser apoyado por socialistas o populares.
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El presidente del Gobierno y candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy, deberá afrontar un auténtico vía crucis para poder a volver a ser presidente del Ejecutivo los próximos cuatro años. Según los últimos sondeos, no queda duda de que el Partido Popular será la formación más votada este 20 de diciembre. Sin embargo, los escaños que le dan las encuestas -entre 105 y 128, en el mejor de los casos- quedan muy lejos de los 176 que suponen la mayoría absoluta en la Cámara Baja, con 350 diputados.

Ciudadanos, como ya sucedió en numerosas comunidades y ayuntamientos tras las elecciones locales de mayo, vuelve a tener la llave de la gobernabilidad y sus votos decidirán -e incluso su abstención- el próximo presidente del Gobierno.

En vano, se ha tratado que el líder de Ciudadanos se pronuncie sobre cual será su postura tras las elecciones, pero lo máximo que se ha conseguido es que deje claro que no votará la investidura del socialista Pedro Sánchez ni la del popular Rajoy. Sin embargo, hoy no ha descartado abstenerse en la votación, una fórmula que no supone formar un gobierno ni avalar una legislatura.

Mientras, Rajoy se ha mostrado partidario de un pacto de gobernabilidad para la próxima legislatura y no sólo de pactos puntuales, ante el escenario de fragmentación del voto al que apuntan las encuestas.

¿Pero qué puede pasar si los pronósticos de las encuestas se hacen realidad?

Ningún partido obtendrá mayoría, el PP tendría el mayor respaldo -entre el 25,3% y el 29,9% los votos- y PSOE, Ciudadanos y Podemos, que en este momento tienen un apoyo similar, podrían ocupar la segunda posición. La dispersión del voto y el fin del bipartidismo harán muy complicada la elección y, de no llegarse a acuerdos, la situación catalana -sin presidente y al borde unas nuevas elecciones- podría reproducirse en el Gobierno nacional.

Los pasos, recogidos en el artículo 99 de la Constitución, dejan claro cómo se realiza la investidura del presidente.

Una vez celebradas las elecciones, el Rey deberá consultar a los líderes de los partidos políticos con representación parlamentaria en las Cortes Generales para intentar informarse de quien es la persona que, por ser capaz de configurar una mayoría estable de gobierno, debe ser propuesto como candidato a Presidente. Lo habitual es que sea el líder del partido mayoritario, pero no hay precepto legal que obligue a ello.

Después de obtener esta información el Rey, en su calidad de Jefe del Estado, hace una propuesta de candidato y éste presenta su programa al Congreso de los Diputados y solicita la confianza de la Cámara, tras el oportuno debate de investidura, en el que participan los portavoces de los diferentes grupos parlamentarios del Congreso, se procede a la votación del candidato a Presidente.

En la primera vuelta, el elegido deberá obtener el apoyo de la mayoría absoluta del Congreso -la mitad más uno de sus 350 miembros o, lo que es igual, 176 votos en la actualidad-. Si Ciudadanos decide abtenerse -lo más probable-, el candidato -presumiblemente Mariano Rajoy-, no obtendría la mayoría absoluta, puesto que solo contaría con el respaldo de sus diputados -entre 105 y 128- y, en el mejor de los casos, de alguno del Grupo Mixto, que no serían suficientes para lograr los 176 votos previstos.

Entonces se produciría una segunda votación, 48 horas después, en la que el candidato a presidente debería obtener una mayoría simple -más votos a favor que en contra-. En este caso, para evitar la hipotética investidura de Rajoy -si Ciudadanos se sigue absteniendo-, sería necesario que PSOE y Podemos, más otros partidos como Izquierda Unida-Unidad Popular votasen en contra. De esa forma los votos negativos sumarían más que los positivos.

Si se produjese esta circunstancia, a Rajoy se le acabarían las oportunidades. El Rey debería proponer otro candidato y lo normal es que fuese el candidato del segundo partido más votado -Ciudadanos, PSOE o Podemos, según los resultados del próximo 20-D-. En el caso de que el candidato fuese Rivera sería más rápida y fácil la elección. En ese momento, posiblemente en la cabeza de los populares estaría evitar el mal mayor, que sería dejar gobernar a los socialistas.

El nuevo candidato, en esta tercera vuelta, debería obtener 176 votos. Esa mayoría no sería fácil. Si el candidato fuese Pablo Iglesias o Pedro Sánchez se podrían juntar los escaños de PSOE -76 mínimo, 94 máximo- y Podemos -49 mínimo, 64 máximo-, más algunos de otros grupos y del Grupo Mixto. Si el candidato fuese Rivera, bastaría con el respaldo del PP.

Si no se consigue esa mayoría absoluta, sería necesario buscar la simple en una cuarta votación. Posiblemente en esta ocasión resultaría mucho más fácil que el nuevo candidato la consiguiese. Si el líder de Ciudadanos no es candidato y sigue absteniéndose, PSOE y Podemos deberían logran un acuerdo. Si vota en contra, como previsiblemente lo haría el PP, no saldría elegido el nuevo candidato.

Tras esta circunstancia, la Constitución prevé que se seguirán tramitando sucesivas propuestas –con idénticas exigencias– durante el período de dos meses, transcurridos los cuales sin que el Congreso de los Diputados hubiera elegido Presidente se decretará la disolución de las Cortes y nuevas elecciones.

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