La cabeza de Rajoy o boxear contra un fantasma

    • La pieza de caza que es Rajoy no se pone a tiro. El primer convencido de que es la víctima deseada debe de ser él mismo, que está haciendo fintas para descolocar a sus contrarios.
    • Lo que ha conseguido ha sido privar a sus competidores de un muñeco pim-pam-pum  al que aporrear. Ha hecho lo mismo con ellos que con Artur Mas a quien no respondió cuando y donde quería.

La victoria de Mariano Rajoy anunciada por las encuestas, incluida la del CIS que es la más fiable, les tiene de los nervios y no aciertan a disimular su irritación. Se ha puesto de moda entre los políticos apuntar contra Rajoy, y abundan comentaristas que siguen la corriente y se retratan soñando pesadillas. Confiesa uno que en todas las “apuestas” aparece como vencedor “el partido del señor Rajoy” y asegura que ello es motivo de “desolación general”, pero no será tan general, digo yo, porque de momento son más los que han “apostado” por él y no se van a “desolar” los que quieren que gane. Le afea otro acudir al programa de Bertín Osborne y le acusa de “amañar” la televisión pública a su favor, cuando antes ha pasado por el mismo plató Pedro Sánchez, que yo recuerde y olvida el abajofirmante. Son muy divertidos los deslices que depara la pasión.

La pieza de caza que es Rajoy no se pone a tiro. El primer convencido de que es la víctima deseada debe de ser él mismo, que está haciendo fintas para descolocar a sus contrarios. Su ausencia de los dos debates a cuatro organizados por El País y Antena 3 le está proporcionando una catarata de reproches, muchos en chistes lanzados por la red que le ponen de huidizo y cobardón, pero Rajoy no se esconde por motivos tan simples. Si tuviera miedo, como sugieren tantos “memes”, nunca iría confiado a debatir al Congreso ni habría salido airoso de refriegas parlamentarias. Lo que ha conseguido ha sido privar a sus competidores de un muñeco pim-pam-pum  al que aporrear. Ha hecho lo mismo con ellos que con Artur Mas, a quien no respondió cuando y donde quería hasta que el súbito secesionista se cansó de boxear contra un fantasma. En esta ocasión, los tres candidatos de los debates solo podían lanzar puñetazos al aire.

No comparto la opinión de que Rajoy ha cometido un grave error al eludir los debates colectivos. Por el contrario, ha conseguido bajarlos al escalón de los segundones. Por mucho que Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias proclamaran cada uno su victoria personal, allí faltaba el ganador, como anuncian las encuestas. Al no acudir, Rajoy también resaltó la equivocación de Sánchez al prestarse a participar en unos debates de competidores menores. Así ha abaratado su figura. El émulo de Sánchez, líder de un partido que ha gobernado y al que debe conducir de nuevo a la victoria, es Rajoy, el único con el que tiene que codearse y disputar el triunfo. Al medirse con los emergentes y con la suplente de Rajoy, Sánchez estaba apostando por su derrota. Pérez Rubalcaba nunca lo habría hecho: habría esperado al debate mano a mano, que es el único en el que el candidato socialista puede conseguir algo.

La cabeza de Rajoy, que quieren cobrarse Sánchez, Ribera, Iglesias y demás aspirantes, en una campaña que tiene mucho de negativo –ir contra- y poco de positivo –proyectos a realizar-, es un blanco móvil y un tanto etéreo. Es la cabeza de un candidato volátil que no responde a sus competidores. La primera vez que Sánchez va a tenerlo a mano será en el debate a dos y ahí es donde podrá intentar equipararse a él. Casi todo lo demás hasta ahora ha sido escaramuza electoral y queja mediática orquestada por devotos.

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