Letizia, a evitar caer en el estigma de las reinas poco queridas

    • Letizia no está logrando los índices de popularidad que se esperaba de una princesa, ya futura Reina, plebeya.
    • Su caso recuerda al de Isabel de Farnesio, María Luisa de Parma e Isabel II.
Pedro García

Letizia logró cautivar a millones de españoles en la pantalla. Su belleza cautivó a todos. Y se energía. Pero una vez convertida en princesa, su flor se marchitó. Adelgazando, no pareciendose a esa chica de la tele. Bien es cierto que no empezó bien. Mandar callar al futuro Rey no es un buen inicio. Porque el rey no es solo el marido, es mucho más. Y Letizia se ha dado cuenta que el paraíso también tiene espinas, y que ahora como Reina no podrá llevar la vida normal que desea.Y esa angustia la transmite. Y el pueblo lo ve. Y pone nota. Mala nota.

Doña Letizia será proclamada a lo largo de este mes de junio, casi con toda probabilidad, reina consorte de España y lo hará sin haberse ganado, al menos no de forma rotunda, el corazón de los españoles. Sus biógrafos y la gente próxima a la Casa Real coinciden en señalar como un aspecto positivo a largo plazo que la todavía princesa se muestre tal y como es, sin forzar una personalidad almibarada y en el fondo vacía de contenido que en realidad no posee.

Sin embargo, su auténtica personalidad no ha cautivado, al menos de momento, a una mayoría de españoles. La imagen de la Reina, idealizada por el consenso que despierta, ha podido jugar en su contra, aunque en el capítulo de aciertos y errores, doña Letizia no tiene que lamentar borrones de consideración. Si como es previsible, doña Letizia es proclamada reina de España, su figura quedará ligada a la de otras reinas – consortes o no – que por los errores de su reinado, por la difícil coyuntura que vivieron o por su propio carácter, contaron con la desaprobación de los españoles. Estas son las más conocidas:

Isabel de Farnesio. La segunda esposa del primero de los borbones nunca contó con el favor del pueblo español, que le apodaba despectivamente 'la parmesana'. Su llegada al trono coincidió con la etapa más retraída de su esposo, Felipe V, acentuada por la energía y la ambición de su esposa, que llevó durante buena parte del reinado las riendas del estado.

Isabel no amó al príncipe heredero, el joven y breve Luis, por ser hijo de la primera esposa de Felipe V, María Luisa de Saboya. Por esta razón, Luis tuvo una infancia triste y desgraciada aunque el pueblo siempre le consideró el 'bien amado'. Farnesio rompió la tendencia afrancesada de la corte de Felipe V inclinándola hacia Italia. Para los españoles fue cambiar a unos extranjeros por otros y por tanto, recelaron de la reina consorte, a quien afeaban además su antipático carácter, cosa que a Farnesio tampoco le llevó a un gran desengaño. "Los españoles no me aman, pero yo también les odio a ellos", diría.


María Luisa de Parma. La esposa de Carlos IV, nieta del rey Luis XV de Francia, fue una reina caprichosa e impopular, además de intrigante e infiel. Enfrentada a buena parte de la nobleza española, la reina María Luisa hizo y deshizo en la corte a sus anchas, ayudada por el principal de una larga lista de amantes, Manuel Godoy, que de la mano de la reina ascendió desde miembro de la guardia a valido del monarca y hombre más poderoso del reino.

Godoy firmó el Tratado de Fontainebleau, que dio acceso a 65.000 soldados franceses en España y cuando trasladó a los reyes a Aranjuez, para protegerlos de una posible invasión – tenía pensado enviarlos a Sevilla y de allí a las Américas, si perdían el control del reino – estalló el motín de Aranjuez, instigado, como hoy sabemos, por el futuro rey Fernando VII. Napoleón Bonaparte aprovecharía este vacío de poder para tomar las riendas enviando a Murat a Madrid.

Por culpa de este cruce de traiciones, los reyes, junto a su hijo Fernando y el valido Godoy, que a punto estuvo de ser linchado por la muchedumbre en Aranjuez, partieron al exilio a Bayona.


Isabel II. La 'de los tristes destinos' fue una reina trágica, amada y odiada a un tiempo por su pueblo, que la envió finalmente al exilio. Isabel II llegó al trono tras promulgarse 'in extremis' la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica, provocando la primera Guerra Carlista entre los realistas y los partidarios del infante Carlos María Isidro de Borbón.

Aunque las carlistas no fueron guerras totales, sí fueron contiendas civiles que de algún modo, dividieron a la nación española, lo que ya de por sí generó un importante rechazo hacia Isabel, que a la muerte de su padre, en septiembre de 1833, contaba con tres años. Isabel fue declarada mayor de edad a los trece años, aunque fue derrocada en 1868 por la 'revolución gloriosa', que la exilió a Francia.

Sus gobiernos fueron cambiantes, como sus amantes y estuvieron caracterizados por la corrupción y el anquilosamiento. Con todo, Isabel fue una reina castiza y espontánea, incluso un poco ordinaria, debido a su falta de instrucción y por tanto cercana al pueblo, que pasó de amarla con devoción a culparla de todos los males de España en 1868.

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