"Llegué a Francia sola, con una maleta y los ojos hinchados de llorar"

    • "El día 7 de febrero 2013 llegaba yo sola al aeropuerto de Lyon. Llevaba conmigo una maleta y los ojos hinchados de llorar", explica Roser, una fisioterapeuta española que cruzó los Pirineos para buscar trabajo en Francia.
    • Esta española de 40 años tiene un puesto de trabajo fijo como fisioterapeuta. Su marido, Agustín, encuentra trabajos con contratos cortos pero enlazando uno con otro. El pequeño juega al fútbol y la niña va a clases de zumba.
Beatriz Carrillo García
Beatriz Carrillo García

Madrugar, trabajar, los niños, la casa, la compra, la comida y dormir. El día a día es igual en todas partes. Pero al menos en esta rutina incluyen el concepto:"Trabajar".

Roser y Agustín llevaban un año y medio en paro. Habían tenido que entregar su casa al banco, aquella que habían conseguido comprar tras muchos años de esfuerzo. No tenían perspectivas de mejora. Pero tenían y tienen una cosa clara: que sus hijos tengan una buena vida, se dediquen a algo que les guste y que les permita vivir felices.

Para eso necesitaban mejorar su situación. Así que se plantearon la idea deemigrar, a pesar de lo que eso suponía, sobre todo, para Roser: "Me cuestan mucho los cambios y separarme de mi entorno implicaba un gran esfuerzo que, aún hoy, intento superar día a día".A través de internet encontraron muchas ofertas de trabajo en Franciapara fisioterapeutas, que es la profesión de Roser. Empezó a mandar currículos y a recibir respuestas positivas de muchos.

Su aventura comenzó el verano del 2012.Le hicieron la primera entrevista, sin hablar ni una palabra de francés. Pero Francia demanda muchos puestos en su campo, así que le dijeron que comenzara a hacer los papeles. Ellos la esperarían y le guardarían el puesto. Así que eso hizo.

"El día 7 de febrero 2013 llegaba yo sola al aeropuerto de Lyon, para después intentar acomodarme en Valleraugue.Llevaba conmigo una maleta y los ojos hinchados de llorar.Mis hijos de seis y ocho años teníanese mismo díala fiesta de carnaval del colegio. Mi marido y mi padre se quedaban con ellos. Todavía me pregunto cómo fui capaz de hacerlo", cuenta Roser.

Buscándose la vida, estudiando francés, trabajando siete horas al día, sacándose números para estar en regla, intentando mantener la omunicación con sus hijos y su marido… Así pasó Roser el primer mes de prueba. Tras esos intensos días, consiguió un contrato de trabajo. En ese momento, Agustín y los niños decidieron irse a Francia con ella. A los cuatro días de su llegada los niños ya tenían colegio. "El recibimiento fue una pasada. El colegio era entrañable, tenía 40 niños en total. Todos nos acogieron con los brazos abiertos.El primer fin de semana había una fiesta y los padres nos ayudaron, nos dejaron disfraces, nos hicieron comidas...", cuenta Roser.

Su trabajo era tranquilo y nada parecido a los anteriores. En España hacía ella sola lo que deberían hacer tres fisioterapeutas. Agustín trabajó dos meses y medio haciendo sustituciones de verano. Y los niños eran felices.

Pero la historia no había hecho más que comenzar.Unos meses después recibió otra llamada del hospital de Beziers, una ciudad al sur de Francia, donde Roser había mandado el currículo cuando todavía estaba en España. Le ofrecían otro puesto de trabajo. Pensaron en los niños, en la calidad de vida, en las oportunidades, en las actividades que podrían hacer. Y luego en ellos, en la facilidad de encontrar trabajo en la ciudad frente a un pueblo de montaña aislado. Y se marcharon como llegaron. "La acogida no fue la misma.Aquí a los nuevos nos cuesta más integrarnos. Pero con el tiempo lo conseguiremos. Aún así creo que las relaciones son cordiales, sin llegar a intimar demasiado. Debido también a las costumbres y los horarios."

Actualmente Roser tiene un puesto de trabajo fijo como fisioterapeuta, tranquilo y que le permite estar a gusto.Agustín encuentra trabajos con contratos cortos pero enlazando uno con otro. El pequeño juega al fútbol y la niña va a clases de zumba.

"Es nuestra oportunidad de comenzar de nuevo (con 40 años). Jamás pensé que me iba a pasar esto, pero así es la vida.Es lo mejor y lo único que podíamos hacer para sacar a los niños adelante, pero es duro. No tengo espíritu aventurero y si no hubiese sido para sacar a mi familia adelante, seguro que no me hubiese ido de España".

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