Los refugiados sirios se buscan la vida en Egipto para ir a Europa

  • Doce días de detención en Egipto no han desanimado a la joven Suad ni a su hermano Mohamed, dos sirios que quieren llegar a Europa en barco a toda costa.

"Cuando los guardacostas egipcios nos detuvieron, abrieron fuego, un egipcio resultó herido, estaba aterrorizada. Pero desde entonces soy más fuerte", recuerda Suad, de 18 años, instalada desde 2012 con su familia en Alejandría (norte).

Suad, su hermano y otros 24 refugiados fueron detenidos en agosto en una playa de Rosetta cuando se disponían a embarcar rumbo a Italia, primera etapa de un viaje que debía llevarlos a Alemania.

Permanecieron doce días detenidos en tiendas de campaña en plena ola de calor, en el patio de una comisaría de Alejandría.

Su padre, Abú Mohamed, había pagado 4.000 dólares por el viaje. "Es más fácil ahora de lo que será más tarde", asegura.

Los traficantes de seres humanos en Egipto, tanto sirios como locales, "son conocidos por todos los refugiados, nos pasamos los números de teléfono, te los encuentras sentados en la cafetería", explica Abu Mohamed en el espartano salón de su vivienda.

Desde enero, más de 430.000 migrantes y refugiados han cruzado el Mediterráneo hacia Europa y casi 2.800 han muerto o desaparecido, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Un flujo palpable también en Egipto, afirma Mohamed al Kashef, de la ONG Iniciativa Egipcia para los Derechos Individuales (EIPR). "Desde 2014, es corriente que los sirios intenten trabajar en Egipto para ahorrar" con el objetivo de pagar el viaje.

El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados tiene registrados a unos 130.000 refugiados sirios en Egipto. Pero según el gobierno habría cientos de miles no declarados.

En Alejandría, 56 migrantes procedentes de Siria, Sudán y Somalia se hacinan en un centro gestionado por la policía.

"Querían ir a Italia. Fueron detenidos en Rosetta, en su autobús", cuenta Abu Odai, un sirio de 35 años que les trae pollo asado y agua.

Instaladas en un patio cubierto lindante con la comisaría, las mujeres, todas con velo y algunas embarazadas o con niños de corta edad, duermen sobre mantas colocadas en el suelo, a unos metros de unos aseos rudimentarios, a los que se llega atravesando un mar de lodo.

Cerca de allí, decenas de cartones con raciones alimentarias traídas por oenegés internacionales están intactos. Los refugiados afirman haber comenzado una huelga de hambre en protesta contra la mala calidad de la comida.

Los hombres se encuentran en la última planta de un edificio cercano en obras, donde el calor es insoportable.

Abu Odai intentó el viaje en septiembre de 2013. Fue detenido por los guardacostas y encarcelado durante 98 días. Desde entonces, este padre de cinco hijos decidió quedarse en Alejandría, donde subsiste con trabajos temporales.

"En 2013, el barco más grande transportaba a 70 personas. Hoy el más pequeño lleva a 400 o 500", asegura.

Ahmed también quiere cruzar el Mediterráneo. Ya no es capaz de pagar el alquiler y "prefiere morir" a ver a sus tres hijos "vivir en la calle". Le gustaría ir a Suecia, donde tiene familia y donde podría beneficiarse de una solicitud de reagrupación familiar.

"En Egipto, sin dinero, no puedo darles una buena educación a mis hijos", lamenta este sirio de 37 años, que prefiere no dar su apellido.

Como Ahmed no tiene los medios para abonar los 2.500 dólares que le piden, planea presentar al traficante diez migrantes que si pueden pagar el viaje para obtener a cambio una plaza gratuita, una práctica común entre los refugiados sirios.

Entre tanto, tuvo que vender las joyas de su mujer para pagar el alquiler mensual de 120 euros de su modesto apartamento de Alejandría.

Y eso que en Siria Ahmed era dueño de una empresa que exportaba verduras a Turquía y al Golfo. "Nuestras casas eran castillos, pongo a Dios por testigo, eran castillos", afirma su tía, con las manos levantadas hacia el cielo.

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