Marina Abramovic: No soy ni una abuela ni una diva, soy un soldado del arte

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 4 abr.- Marina Abramovic tiene, a sus 65 años, "una parroquia" de fans "obsesos" que la han visto infligirse en sus "shows" durante cuatro décadas heridas físicas y psíquicas. Ahora, ellos, y quienes no la conocen, podrán ver en el Real como imagina su muerte la "ex abuela" de la performance.

"Hace muchos años me autodenominé 'abuela de la performance' y todo el mundo ha usado eso una y otra vez, pero hoy odio esa y todas las etiquetas. Soy un soldado del arte", asegura la serbia en una entrevista con Efe durante un descanso de los ensayos de "Vida y muerte de Marina Abramovic".

El Real estrenará el día 11 esta obra, que tuvo una primera fase de preparación, de tres semanas, hace más de un año en Madrid y para la que están prácticamente agotadas las entradas, con dirección del vanguardista Bob Wilson y el actor Willem Dafoe y el cantante Antony Hagarty dándole la réplica.

En ella se relatan episodios tan duros como el maltrato al que la sometió su madre de niña, el accidente que sufrió en una lavadora, el año que estuvo ingresa en un hospital "por error" o su ruptura con su pareja artística y sentimental de los años ochenta.

"Creo que el arte es un acto de responsabilidad, y muchas veces hay que ejecutarlo en momentos turbulentos. No es el momento de ser abuela ni diva, lo es de ser un soldado", recalca esta "performer" que ha hecho siempre de su difícil vida la materia de sus espectáculos.

Muchos siguen las creaciones de Abramovic como si fuera la "pope" de la moral contemporánea, "absolutamente entregados", admite, pero muchos otros la descubrirán en este trabajo, que no es "ni ópera, ni teatro, ni performance, ni un poema visual, sino todo eso".

"Si crees que es ópera, ok, pero nadie pensará que va a ver una ópera clásica; si crees que es una instalación o un 'tableau vivant', también es verdad. No se puede poner a Wilson en ninguna categoría. Tiene una relación radical, extrema, con el tiempo y el espacio. El público verá una pieza de Wilson, nada más".

En cualquier caso, precisa, "Vida y muerte de Marina Abramovic" es "teatro puro" en el sentido de que "ni la 'sangre' ni el 'cuchillo' son reales, como tampoco las emociones. Además ha habido ensayos y funciones, justo lo contrario de lo que sucede en la performance".

En la obra hace de sí misma y de su madre, lo que, matiza, la aleja también de las convenciones del teatro tradicional.

"Es un experimento muy interesante. Me gusta enfrentarme a sentimientos distintos, distinguiendo lo verdadero de lo falso", revela la artista, que confiesa que cuando prepararon la obra, a partir de cartas y otros documentos suyos sobre su vida que le dio a Bob Wilson para que "hiciera lo que quisiera", lloró a mares.

Es la sexta biografía suya que pone en escena desde 1989, enfrentándose a lo que llama "la verdadera realidad" con un gran desgaste físico y psicológico, y en esta ocasión ha querido incluir su muerte y funeral -que ha encargado que se haga en tres ciudades, con dos de los ataúdes vacíos, y que nadie sepa dónde está su cuerpo- porque es "estúpido" eludir "eso".

Ha estado 40 años preparando "esto", enfrentándose a cada cambio, exhibiendo en público su "entera y verdadera vida" haciéndose daño por fuera y por dentro: se ha cortado con cuchillas de afeitar, ha permitido a los espectadores abusar de ella y ha estado a punto de morir al desmayarse en medio de una pira de combustible.

Es decir, siempre ha probado sus límites, provocando el grito y a veces al enfado del público. ¿Qué espera del Real?.

"Nunca pienso en cuál va a ser la reacción del público. Mi única responsabilidad es hacerlo lo mejor posible", replica.

Aparenta 20 años menos de los que tiene. Es coqueta y divertida pero quiere tener el control absoluto sobre su trabajo, su "propia marca", por eso quiere ver las fotos que le han hecho y "echar un vistazo" a lo grabado por la cámara.

"Perfecto. Me gusta", dice mientras se quita el micrófono de la camisa negra que el diseñador de Givenchy, Ricardo Tisci, le ha hecho "ex profeso". "Le gusto", dice, como si fuera el único en el mundo.

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