Miles de sacos con documentos despedazados recuerdan el asalto popular a la Stasi

  • Berlín.- Unos 16.000 sacos con documentos convertidos en millones de pedazos de papel recuerdan todavía hoy el asalto hace 20 años por parte de ciudadanos enfurecidos de la extinta República Democrática Alemana a la central del ministerio para la Seguridad del Estado, la Stasi, en Berlín.

Miles de sacos con documentos despedazados recuerdan el asalto popular a la Stasi
Miles de sacos con documentos despedazados recuerdan el asalto popular a la Stasi

Berlín.- Unos 16.000 sacos con documentos convertidos en millones de pedazos de papel recuerdan todavía hoy el asalto hace 20 años por parte de ciudadanos enfurecidos de la extinta República Democrática Alemana a la central del ministerio para la Seguridad del Estado, la Stasi, en Berlín.

Un portavoz de la oficina responsable de la custodia de los archivos de la Stasi señaló hoy a EFE que se tardarán muchos años en "restaurar" los documentos que contienen esos sacos, convertidos en un gigantesco rompecabezas, pero que guardan valiosa información.

En la noche del 15 de enero de 1990, dos meses después de la caída del Muro de Berlín, miles de manifestantes germano orientales tomaron al asalto la central de la temida policía política y el espionaje germano oriental en la céntrica Normannenstrasse.

Hasta 7.000 agentes trabajaban en el gigantesco conjunto de edificios que ocupaba toda una manzana de 2 kilómetros cuadrados y que, inexplicablemente, esa noche nada pudieron hacer para impedir que miles de ciudadanos entraran en sus edificios y destruyeran parte de sus archivos.

Los testigos señalaron que la turba perdió los estribos al comprobar como los miembros de la Stasi disfrutaban en sus restaurantes a puerta cerrada de lujos desconocidos en el exterior y de un economato con productos occidentales nunca vistos en los comercios públicos de la RDA.

Muchos manifestantes se mostraban además indignados por el hecho de que la Stasi, brazo ejecutor de la represión política en la RDA, continuase funcionando como si nada hubiera sucedido y pese a que su jefe, el ministro para la Seguridad del Estado, el más que temido Erich Mielke, se encontrara ya en prisión preventiva.

Lo cierto es que los agentes de la central de la Stasi trabajaban esos días a destajo, pero sobre todo en la destrucción de documentos comprometedores, algo que la oposición política en la RDA deseaba evitar a toda costa.

En un país de 16 millones de habitantes la Stasi era un gigantesco aparato funcionarial dedicado a defender el sistema represor comunista con 91.000 agentes oficiales y cerca de 190.000 colaboradores y chivatos.

Hasta su derrocamiento y posterior encarcelamiento, Erich Mielke dirigió durante 32 años con mano dura a la Stasi, que almacenaba en sus archivos hasta muestras de olfato de los opositores al régimen, tarros de cristal con tejidos para facilitar la labor de los perros sabuesos.

El asalto a la central de la Stasi no acabó hasta que se produjo una intervención de los líderes opositores al régimen comunista e incluso de Hans Modrow, el nuevo jefe de gobierno germano oriental, quienes convencieron a las masas de que depusieran su actitud y abandonaran pacíficamente los edificios, en cuyo interior habían causado daños de consideración.

Veinte años después se especula con que fuera la propia Stasi la que indujo el asalto, algo que los historiadores coinciden en descartar, aunque si hay consenso en que varios servicios secretos aprovecharon la ocasión para, en medio de la muchedumbre, hacerse con material más que sensible.

Es el caso de los llamados archivos de Rosenholz, los datos de los espías occidentales acumulados por la Stasi que acabaron por vías misteriosas en manos de la CIA estadounidense y que no retornaron a Alemania hasta 2003, no sin que Washington se quedara una copia.

La antigua opositora germano oriental y hoy jefa de la oficina que custodia los archivos de la Stasi, Marianne Birthler, considera que el asalto hace 20 años a la central de la policía política y el espionaje de la RDA no hizo mas que sellar el final del régimen represor.

"Las imágenes del asalto dieron la vuelta al mundo y demostraron que los ciudadanos ya no temían a la Stasi y que el aparato carecía de poder sobre ellos", explicó Marianne Birthler, cuya oficina regula el acceso de los ciudadanos a los archivos, en los que pueden leer, en muchos casos, detalles de sus vidas en las actas elaboradas en secreto por la policía política.

De los 16.000 sacos con documentos convertidos en pedazos de papel, quienes custodian los archivos han conseguido reconstruir ya un millar y trabajan de manera sistemática desde que en 2007 comenzara a funcionar un proyecto para la recomposición por ordenador de los papeles tras pasar por un escáner.

Juan Carlos Barrena

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