Periodismo ciudadano en las chabolas de Bombay

  • Zulekha tiene 21 años. Pertenece a las castas más bajas de la India y vive en una chabola, pero es una mujer inquieta preocupada por los derechos de su comunidad. Por eso se ha unido a un grupo comunitario de vídeo creado por un par de ONG para que cuenten la realidad de su día a día a sus vecinos y contribuyan a mejorar su entorno.
Hanna Ingber Win | GlobalPost

(BOMBAY, India). Zulekha Sayyed se sienta a hablar con los hombres del vecindario. Hablan del vertedero que queda exactamente detrás del barrio y que es el causante de enfermedades entre los niños que van a jugar allí. Es la mujer de uno de ellos y la encargada de servir el té. Los hombres dicen que el hedor del vertedero se hace insoportable cuando cae la noche.

La mujer regresa a la cocina. La suegra está sentada en el suelo y prepara el desayuno para los niños. Coge un trozo de roti (típico pan indio), lo unta en un cuenco de metal con leche y azúcar y le pone un trozo en la boca a uno de los pequeños.

Zulekha, de 21 años, sigue hablando. Mira a los hombres directamente a la cara. Son tres supervisores de la construcción que viven en Ghatkopar, un suburbio humilde de Bombay. También les hace preguntas. Se ríe con ellos y les dice lo que cree que deberían hacer para obligar al gobierno local a atender sus demandas.

En la India, un país donde las mujeres normalmente mantienen un discreto segundo plano, Zulekha destaca por su gran disposición para cambiar las cosas. Es una periodista ciudadana -o comunitaria- y cubre la información de la misma barriada donde vive. "La gente me reconoce y me pide ayuda y eso me gusta", explica mientras se sienta en el suelo de la sala de vídeo y edición que tiene en Navi Bombay, una localidad al este de la ciudad.

Va descalza y lleva un salwar kameez, un collar de color púrpura, unos pendientes y un anillo de oro en la nariz. Un delineador en el párpado inferior es todo el maquillaje que usa. "Una vez fui a grabar un vídeo y la policía no dejaba de mirarme. Entonces les miré yo", dice con una sonrisa traviesa. "No sabían quién tenía miedo de quién".

Zulekha no siempre fue así. Cuando niña era callada y tímida y llevaba velo. Como es musulmana -de la casta Dalit- no tenía amigos varones ni mucho menos se involucraba en conversaciones sobre temas como los servicios sanitarios o el acceso a agua limpia.

Zulekha era una niña cuando falleció su padre. Su madre trabajaba como asistenta y ganaba entre 300 y 500 rupias al mes (5 a 8 euros). Los días que la madre no podía llevar comida de la casa donde trabajaba, Zulekha pasaba hambre. Vivían con la abuela en una chabola del tamaño de una cama matrimonial. No había electricidad ni agua potable. Durante la época de monzones, la lluvia se filtraba por todos lados mientras ellas permanecían juntas sobre una improvisada cama.

La madre de Zulekha, que padece algunos problemas psicológicos, destinaba 150 rupias mensuales –en algunas ocasiones, la mitad de sus ingresos- para enviar a su hija a un colegio inglés privado que existía en la comunidad. Cuando la joven cumplió los 18, se integró en el proyecto audiovisual Hamari Aawaz ("Nuestra Voz"), que prepara a gente de escasos recursos para que aprendan a informar sobre sus propias comunidades y orienten a la gente para hacerse oír.

Hamari Aawaz es fruto de la ONG local Youth for Unity and Voluntary Action (YUVA) y de otra internacional conocida como Video Volunteers (Voluntarios de Vídeo). En este tiempo, han formado a 175 personas como productores en todo el país.

Los proyectos de vídeos de la comunidad tienen por objetivo combatir la escasez de información sobre zonas pobres que existe en los medios de comunicación tradicionales. Desean mejorar las cosas en su comunidad, dándoles una voz para que expresen sus necesidades y quejas. Son herramientas para exigir responsabilidades y cambios y un lugar para aprender y hablar sobre los temas que les afectan, explican desde Video Volunteers.

"Lo que queremos es tener una comunidad fuerte e informada de sus derechos", explica Stalin K, director de Video Volunteers.Los cursos comienzan con una formación individual que incluye clases de liderazgo. "Si Zulekha se convierte en una persona informada, capaz de pensar con independencia en su comunidad, puede influir en los que la rodean", explica K.

Una vez que los productores revisan y editan las historias, organizan pases en las diversas comunidades. Desde que comenzaron en julio de 2006, YUVA ha realizado 12 programas sobre derechos básicos como los servicios sanitarios o el acceso al agua. Más de 80.000 personas los han visto, afirma Anil Ingale, coordinador de medios de comunicación.

No hace mucho, en Ghatkopar, Zulekha y sus compañeros recorrieron una zona de estrechos callejones con un proyector y una pantalla bajo el brazo. A su paso se encontraban con mujeres que se peinaban su larga cabellera en la calle u hombres que se afeitaban en el barbero de la zona. Decidieron instalarse en una concurrida callejuela de unos 2,5 metros.

Mientras preparaban los equipos, una mujer aprovechaba para dejar una bolsa de ropa en la lavandería y los hombres se detenían para comprar panipuri, una especialidad india que incluye un preparado picante de agua, patatas, cebollas y garbanzos. A la hora del crepúsculo, el grupo se reunió en torno a la pantalla. Los niños se sentaban en el suelo y los mayores se ponían en cuclillas para no ensuciarse la ropa.

Zulekha y su equipo enseña -y así lo hizo también esta vez- vídeos sobre la necesidad de luchar por los derechos de uno mismo, por el desarrollo sostenible y la recolección de basuras. Cuando los vídeos acaban, Zulekha coge el micrófono, se pone de pie tras el proyector y cuenta a su comunidad cómo pueden reciclar y reutilizar materiales sobrantes de la construcción.

El grupo se queda en silencio, mirando a Zulekha. Puede que esta joven no tenga todas las respuestas, pero vislumbra las posibilidades que existen.

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