Tras golpe electoral, Fernández renovó equipo y estrategia para final mandato

  • Tras una enfermedad que la mantuvo mes y medio alejada de la escena política, la presidenta argentina, Cristina Fernández, retomó el poder y dio un golpe de timón con una profunda renovación de su Gobierno para encarar la etapa final de su gestión después de una severa derrota sufrida en las urnas.

Mar Marín

Buenos Aires, 13 dic.- Tras una enfermedad que la mantuvo mes y medio alejada de la escena política, la presidenta argentina, Cristina Fernández, retomó el poder y dio un golpe de timón con una profunda renovación de su Gobierno para encarar la etapa final de su gestión después de una severa derrota sufrida en las urnas.

La mandataria estrenó el año con un aire triunfalista en medio de rumores sobre una posible reforma constitucional que habría abierto la puerta a un tercer mandato, pero vio como su proyecto perdía progresivamente apoyo social hacia mitad del año.

Termina el ejercicio con la certeza de que afronta su último periodo en la Casa Rosada -a la que llegó en 2007 sucediendo a su esposo, el fallecido Néstor Kirchner-, y debe apurarse en la búsqueda de soluciones a algunas de las asignaturas pendientes de su gestión.

En esta lista de pendientes, sobre todo, temas económicos, como la inflación, la política cambiaria -con el llamado cepo al dólar- y la factura energética, que implica el pago de unos 15.000 millones de dólares anuales para Argentina.

Precisamente, detrás de la necesidad de inversiones en el sector energético para afrontar el pago de esta elevada factura se esconde la razón última del acuerdo alcanzado para indemnizar a la petrolera española Repsol por la expropiación de sus acciones en YPF, una de las más importantes señales de cambio de estrategia que ha lanzado la presidenta a los inversores internacionales en el último mes.

El castigo que infligió el electorado al gobernante Frente para la Victoria, que perdió más de tres millones de votos en todo el país en las legislativas del pasado octubre, se venia venir desde hacía meses por el malestar en buena parte de la sociedad debido a la falta de respuestas ante problemas como la inflación, la inseguridad o la corrupción.

El test electoral de las primarias de agosto dio al traste con las especulaciones sobre la posibilidad de una reforma constitucional y el castigo al Gobierno se confirmó en los comicios del 27 de octubre: el kirchnerismo pasó del 54 por ciento de votos en las presidenciales de 2011 a un 30 por ciento en todo el país.

Un golpe que encontró a Fernández, de 60 años, apartada de la escena política tras una neurocirugía que la obligó a mantener reposo.

Rodeada de un reducido círculo de colaboradores, Cristina Fernández guardó reposo y se mantuvo en un silencio, hasta que regresó al poder, a principios de noviembre, con un nuevo proyecto que implicó la renovación en su Gobierno y un golpe de timón en su política.

La presidenta relevó a funcionarios fieles al "proyecto K", algunos viejos compañeros de viaje, los sustituyó por cuadros de La Cámpora, la organización que agrupa a las juventudes kirchneristas, en puestos clave y decidió apoyarse en un peso pesado del peronismo, el gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, para la gestión diaria.

El joven Axel Kicillof, considerado el cerebro de la expropiación de YPF, es el nuevo ministro de Economía, de La Cámpora, como lo es también el nuevo secretario de Comercio Interior, que sustituye a Guillermo Moreno, un fiel militante K que llegó a acumular un inmenso poder y que se convirtió en el rostro más cuestionado del modelo de Fernández.

El objetivo, a corto plazo, es atraer la inversión que Argentina necesita para explotar su recursos energéticos y para allanar el camino era imprescindible un acuerdo con Repsol por la expropiación de YPF que implicara que la petrolera española retirara las demandas interpuestas en tribunales internacionales.

El acuerdo ha llegado tras año y medio de conflicto, con la intermediación de la mexicana Pemex, y el propio Kicillof celebra ahora un convenio que supondrá el pago de 5.000 millones de dólares al grupo español.

El joven ministro de Economía, de formación marxista, debe todavía hacer frente a problemas tan graves como una inflación que organismos independientes cifran en un 25 por ciento, y una política cambiaria que ha generado un potente mercado negro de dólares.

En clave interna, Capitanich tiene también un largo proceso por delante que incluye apaciguar al peronismo, que se prepara ya para las presidenciales de 2015.

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