Los políticos mienten, pero les seguimos votando. ¿Por qué?

  • Victor Lapuente, profesor de Ciencias Políticas, Roberto Rodríguez, experto en estrategias electorales, Juan Jesús González, profesor de Sociología, Jaime Miquel, analista electoral, y Olivia Muñoz-Rojas, Doctora en Sociologiía, explican por qué los españoles son capaces de aceptar las mentiras y cambios de discurso de los políticos y votarlos.

    Sus conclusiones son que somos electores sin memoria, que nos seducen fácilmente y que nos importan poco los programas. Nos gusta más 

Los políticos cambian de discurso y de programa, pero les seguimos votando. ¿Por qué?
Los políticos cambian de discurso y de programa, pero les seguimos votando. ¿Por qué?

El 20-D el bipartidismo anotó sus resultados electorales más bajos en la historia de la democracia. PP y PSOE perdieron 5.126.663 votos con respecto a las elecciones de 2011, pero, cierto es también, que resistieron como primera y segunda fuerza frente a los dos partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos.

Ahora, la atención para el 26-J está en el posible sorpasso de Unidos Podemos, que desplazaría al PSOE a la tercera posición. Una debacle histórica. El PP, por su parte, aunque lejos de la mayoría absoluta, mantendría la primera plaza. PP y Unidos Podemos serían, por tanto, los beneficiados de la repetición de las generales. Al menos, en términos de votos. Pero PSOE y Ciudadanos, según las encuestas, no se desploman. Es decir, las cuatro formaciones, a pesar de cuatro meses de negociación decepcionantes, siguen concitando el voto de la amplia mayoría de los ciudadanos.

La preguntas que surgen ante esta segunda cita con las urnas son: ¿por qué los españoles seguimos votando a partidos que no han cumplido lo que han prometido? ¿Por qué confiamos en candidatos que cambian su discurso en apenas unos meses? ¿Por qué no afectan las mentiras a los políticos españoles? ¿Por qué la sociedad lo tolera?

Victor Lapuente, profesor de Ciencias Políticas, Roberto Rodríguez, experto en estrategias electorales, Juan Jesús González, profesor de Sociología, Jaime Miquel, analista electoral, y Olivia Muñoz-Rojas, Doctora en Sociologia, explican por qué los españoles son capaces de aceptar las mentiras y cambios de discurso de los políticos y votarlos.¿Qué votamos cuando votamos?

¿Sirven las urnas para castigar a los políticos? Durante décadas, antes de la llegada de Podemos y de Ciudadanos, era un hecho que la corrupción apenas se veía penalizada. Pese a que los españoles señalaban éste como uno de los grandes problemas del país, los políticos imputados seguían revalidando elecciones y PP y PSOE, alternándose en el poder.

Este particular comportamiento electoral llamó incluso la atención del Financial Times que, en 2014, publicó un artículo en el que mostraba su sorpresa por la tolerancia de los votantes hacia los políticos corruptos.

Parecía asumido que poco se podía hacer contra esa corrupción, sistémica y generalizada, gobernase quien gobernase. Véase por ejemplo Andalucía: la comunidad emblema de la corrupción del PSOE lleva décadas gobernada por socialistas. Incluso en las autonómicas del año pasado, cuando ya Podemos y Ciudadanos llevaban meses de recorrido, los socialistas volvieron a ganar, con los mismos escaños que en 2012.

Algo similar ocurre con las promesas electorales. Pese a la indignación que provocan las propuestas incumplidas, ello no suele traducirse en un rotundo rechazo en las urnas.Votos 'cautivos' y narcisistas

El bipartidismo ha demostrado tener un suelo de voto sólido, más en el caso del PP y en sus votantes de más edad, un electorado que le permite colocarse como primera fuerza. Y también un sufragio 'cautivo'. Aquellos que votan por miedo a perder subvenciones o un medio de sustento, redes clientelares de los partidos de siempre, y un largo etcétera.

“Lo que importa no son los programas ni los políticos, sino nosotros. Y nuestros intereses más particulares y más egoístas”, sostiene Víctor Lapuente Giné, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Gotemburgo. Lapuente explica que lo mismo está pasando con Donald Trump: nos atrae lo que nos dicen, pero no nos paramos a pensar en si lo que nos proponen es consistente o si el propio candidato tiene consistencia.

Triunfan así los políticos que apelan directamente a su electorado y sus singularidades- los autónomos, las mujeres, los jóvenes profesionales- y aquellos que les hacen sentir partícipes. Se incluyen referéndums de revocación dentro de dos años para que el votante pueda castigar al político que incumple, se someten a decisión los pactos, se multiplican las consultas.El votante 'emocional' y desmemoriado

Para Roberto Rodríguez, experto en estrategias electorales y comportamiento de voto de la Universidad Pontificia Comillas, el voto es cada vez “más emocional”.

“La corrupción o el incumplimiento de programas puede pesar en un momento determinado, pero afecta mucho el marco de juego en el que se mueve cada campaña. En ésta, el tablero principal está en quien va a gobernar y cómo va a ser la gobernabilidad, en el riesgo que tenemos en un gobierno de un color o de otro, y esto lleva a un callejón emocional muy claro: la gente vota pensando en eso más que en otras cuestiones”.

¿Somos entonces votantes sin memoria? “Desgraciadamente, sí”, dice Rodríguez. En especial, apunta, en aquellos que siempre votan al mismo partido, como una tradición. Existe también un voto más joven, de nuevo más emocional.

Más allá de quién sea el partido más corrupto, de quién haya incumplido más promesas de programa, o de quién haya cambiado más su discurso en los últimos meses, “en unas elecciones con tantos indecisos como estas, la elección es sobre todo emocional, de confianza en el futuro, de quién pensamos que lo va a hacer mejor, quién queremos que esté en el gobierno.El voto anticandidato gana enteros

Y también hay un "voto anticandidato muy importante”, lo que puede explicar que estemos ante la campaña más polarizada de la democracia (PP-Unidos Podemos).

Lapuente ha dejado escrito en El País que "no votamos a un gran político, sino al que nos hace sentir grandes". No al político más preparado, sino al que nos hacer creer que nosotros somos los más preparados". Compara la situación con un espejo, el de Narciso.Los moderados y racionales prefieren no votar

“Los españoles están curados de espanto”, resume gráfico Juan Jesús González Rodríguez, profesor de Sociología de la UNED.

“Lo que se vota en este caso es la posibilidad de dar una salida al bloqueo, a la situación de bloqueo en la que estamos. En vista de que esa salida no se vislumbra, los españoles están en retirada. La encuesta del CIS, que es la más fiable que tenemos, dice que la participación puede caer hasta cinco puntos. Podemos batir un récord de abstención porque los votantes moderados y racionales están hartos, prefieren no votar”, señala.Diferencias por edad y por territorio

El analista electoral Jaime Miquel considera que la corrupción influye en el sentido de que “es uno de los factores que origina los electorados de Podemos y Ciudadanos”.

Miguel llama la atención sobre dos rasgos del votante, que influyen en su papeleta: la edad-entre los de menos de 45 años, la fuerza hegemónica es Podemos y a partir de esa edad, el bipartidismo, y en edades superiores, el PP- y el territorio.

“Ya el 20D hubo sorpasso en las circunscripciones urbanas, por ejemplo, mientras que en las interiores, pequeñas o envejecidas, como Castilla La Mancha, Extremadura o Aragón, sigue resistiendo el bipartidismo”, avisa.

“En la actualidad, hay dos comportamientos electorales que conviven, y uno de ellos, el bipartidista, retrocede con el proceso demográfico”, sostiene.Los votantes del PP, los más fieles

Con esas diferencias coincide Olivia Muñoz-Rojas, doctora en Sociología por la London School of Economics, que observa que “proporcionalmente, España es un país de gente mayor y a los votantes de toda la vida de un partido les cuesta cambiar más que a los jóvenes”.

Además, añade, “los votantes del PP son más fieles y más 'tolerantes' con sus dirigentes que los progresistas, más críticos y con mayor disposición a pedir cuentas-quizás con la excepción de Andalucía”.

Esta socióloga señala otro factor importante: los que votan “a la opción que se cree menos mala, aunque sepamos que no es la optima”, esto es, aunque el partido haya incumplido su programa o esté inmerso en casos de corrupción.

Sin olvidar la influencia que la cultura del consumo tiene en la sociedad actual, especialmente en las generaciones más jóvenes. Para ejemplo, el catálogo de Ikea en el que Podemos envolvió su programa electoral. “Las ideologías siguen siendo importantes. Pero al mismo tiempo, quién sea más hábil comunicando y vendiendo ganará. Si eres capaz de vender mejor que tu rival, te colocarás por encima”, concluye.

Víctor Lapuente, por últilmo, echa de menos la falta de un relato en la política española y afirma que la propuesta de algunos partidos de ocupar sillones es, para él, "triste".

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