Abengoa, en tres generaciones: una familia, un trasatlántico y lo que nadie quiso vivir

Abengoa ha copado las portadas de la prensa durante semanas por protagonizar una de las mayores quiebras de la historia de España. Pero tras las líneas que se escribieron sobre los conflictos y balances en negativo de los últimos años, la compañía sevillana atesora historias de varias generaciones que a lo largo y ancho del mundo han forjado sus vidas alrededor de Abengoa y han estado presentes en obras tan relevantes y representativas como las de la Expo del 92. La Información se ha puesto en contacto con aquellos que formaron parte de la empresa en sus diferentes etapas y que vivieron el día a día de “una familia”, “un trasatlántico” y “lo que no quisimos vivir”.

La historia de Abengoa empieza incluso antes de su fundación. Ya en 1934, en los albores de la Guerra Civil Española, Javier Benjumea y José Manuel Abaurre estudiaban en la ciudad belga de Lieja y planeaban cómo, al volver a su Sevilla natal, implantarían un negocio que en aquellos años se concebía como toda una revolución. Fue en 1941, tras terminar sus estudios en Madrid, cuando Benjumea y Abaurre dieron un paso adelante para fabricar en la capital hispalense un contador monofásico de cinco amperios. Pero la materialización de la idea, en plena posguerra, se topó con los problemas de aprovisionamiento. Los dos ingenieros decidieron entonces dedicarse a los proyectos y estudios técnicos de construcción y montajes eléctricos en Andalucía. 

Tras el éxito regional, en los años 50, Abengoa se extiende por todo el territorio nacional, apoyándose en negocios como la señalización mecánica de la red viaria coincidiendo con el Plan de Modernización que entonces se promovía desde el Gobierno de Franco. “Abengoa siempre ha sabido estar en los momentos clave del desarrollo de la industria”, recuerda un sevillano ya jubilado que trabajó mano a mano con Javier Benjumea.

En los 60 salimos a Latinoamérica con cosas pequeñitas”, recuerda el mismo trabajador. Por aquel entonces, Abengoa conseguió contratos en Colombia, Venezuela y Guatemala que, con la apertura de la primera oficina internacional en Argentina, llevó a que la facturación para su 25 aniversario superase los 4.800 millones de pesetas.

Don Javier quería que Abengoa fuese una familia y fue una familia”, recuerda otro trabajador jubilado en conversaciones con La Información. “Conocía todos los problemas de los trabajadores”, “era un placer decir que trabajabas en Abengoa”. Los que formaban parte de la compañía en el periodo en que empezó a diversificarse y crecer recuerdan con cariño cómo pese “a que cada vez éramos más”, Abengoa seguía teniendo ese espíritu de “familia”.

En 1989, Felipe Benjumea, hijo de “Don Javier”, como le llamaban los empleados, cogía el cargo de consejero delegado. “En esa época trabajaba mano a mano con su padre”, recuerdan los trabajadores. “Entonces se empieza a invertir mucho en innovación y crecíamos cada vez más”, apunta un empleado jubilado que trabajó en la compañía durante más de treinta años. La facturación rebasaba los 52.000 millones de pesetas y empezaban a tener obras importantes, como la de la Expo del 92 en Sevilla.

En 1991, ante el avance de la enfermedad de su padre, Felipe Benjumea se convirtió en presidente de la compañía. Su hermano Javier sería el vicepresidente. “Con mucha ilusión trabajé durísimo, incluido sábados y domingos, porque no tenía experiencia ni conocimiento técnico del negocio, era 1991. Me apoyé en personas muy experimentadas del equipo de mi padre, me equivoqué muchísimo y rectifiqué todo lo que pude”, recuerda el propio Felipe Benjumea ante las preguntas de este medio. “Aprendí que lo que más rinde es ponerse en marcha y trabajar duro. El que ve los toros desde el burladero habla mucho pero no torea, hay que tirarse al ruedo y torear”, continúa.

“Pasamos de las obras de toda la vida a una parte cada vez más tecnológica”, recuerda un trabajador. “Con Don Felipe llegaron también los financieros”, añade otro, y eso causó algunos encontronazos en el día a día. “A mí qué me hablas del ‘goodflow’, lo que hay es que sacar la obra p’alante”, señala un empleado ya jubilado que pasó por muchos departamentos de Abengoa.

En 2001 Abengoa vive un punto de inflexión con el fallecimiento de Javier Benjumea. “Para muchos era como de nuestra familia. Nos cogió cuando éramos unos críos”, recuerda uno de los trabajadores más veteranos. “Don Javier era un hombre que se preocupaba mucho por nosotros. Antiguamente había un fondo que cuando uno se jubilaba le daban 15.000 pesetas”, recuerda otro trabajador. Ese fondo se trasformaría después en una suerte de obra social para la ciudad de Sevilla. “La Responsabilidad Social Corporativa era algo que traía mi padre aprendido del ICAI y fue una constante siempre en su vida. Siempre he sido un firme impulsor de la RSC. Mi padre me encargó antes de morir que me ocupara de un proyecto de las Hermanas De la Cruz en Argentina y creo que es el que más llevo dentro de mi”, afirma Benjumea.

La compañía había crecido mucho en los últimos años y eso comenzaba a notarse. “Aceleramos mucho la innovación y la inversión en I+D y Abengoa, gracias a la excelencia de los equipos en todas sus áreas, su tecnología, y la experiencia financiera en proyectos, fue capaz de crecer muchísimo siendo pionera y anticipándose a la competencia”, señala Benjumea.

“De repente Abengoa se había convertido en un trasatlántico”, admite J.L., trabajador de la compañía desde los años 90, idea que comparten todos los entrevistados. Los biocombustibles y los buenos años de las renovables auparon a la compañía al liderazgo internacional, con importantes posiciones en EEUU, China o incluso India. También en esos años se reforzó la presencia en América latina. “En los primeros años de los 2000 entró en la compañía mucha gente desde Latinoamérica”, recuerda uno de esos empleados que llegaron desde el otro lado del charco. “Abengoa estaba siendo innovador, se iba consolidando a la vez que iba desarrollando sus proyectos”, admite el mismo trabajador.

El boom lo marca el biocombustible. Se produce un frenazo con el precio del petróleo y hace que la inversión no sea competitiva”, señala un directivo de esa época. Al mismo tiempo, otro trabajador recuerda que “fuimos pioneros con el hidrógeno” y “pusimos en el mercado tecnología puntera”. “Muchos tecnólogos extranjeros se unieron a Abengoa por su tecnología”, reconoce. “Desde mi punto de vista la mejor etapa fue la Abengoa 3.0, con Abengoa Yield cotizando en EEUU y la planta solar de Solana en EEUU en pruebas. Esa Abengoa, con unos resultados muy brillantes y unos fondos propios de más de tres mil millones de euros hubiera sido hoy un emblema consolidado en el mundo de las renovables y en la lucha por el cambio climático”, admite Benjumea. “Hasta Barack Obama hablaba de nosotros”, recuerda un trabajador.

Este momento es precisamente el que el propio Benjumea recuerda con más cariño: “Lo que recuerdo con más cariño, es el anuncio, en el discurso semanal en radio del Presidente de EEUU Barack Obama, de la concesión de una ayuda de su Gobierno para construir Solana, planta Termosolar con tecnología Abengoa, en plena crisis de la Gran Recesión. Esta planta generaba mucho empleo en su país y era una gran innovación tecnológica, por el almacenamiento en sales fundidas”.

“Pero Banco Santander la mató en septiembre de 2015”, señala Benjumea. Para algunos empleados de la compañía, en cambio, “el fallo empieza en 2013, pero no falla el negocio, falla la gestión”, señala un trabajador que continuó en Abengoa hasta entonces, “confiábamos mucho en la empresa. Cada vez que tenía un dinero ahorrado, lo invertía en acciones”, “también después de dejar de trabajar allí”.

Una tecnológica no se puede sostener con banqueros y abogados”, señala otro trabajador, “Benjumea perdió el apoyo de su familia, Inversión Corporativa se rompió, ya no tenía el poder de antes”, recuerda. “Cambiaron mucho las cosas”, admite otro. “Felipe solo se fiaba de los financieros, quitó todos los poderes a los directores”, señala un tercero, “se trabajaba muy duro y muchas horas”, pero eso no bastaba para solucionar los problemas de la deuda galopante que se había ido fraguando con el paso de los años. En noviembre de 2014 se vivieron dos jornadas seguidas en bolsa en las que la compañía perdió más del 50% de su valor. “Fueron momentos de zozobra”, recuerda un empleado que estaba en la compañía. “Entonces se vivieron momentos difíciles, con reducciones salariales y muchos problemas por la gestión”, señala.

Las dudas sobre el nivel de deuda real de la compañía tras las importantes inversiones que se hicieron durante los primeros años del nuevo milenio aumentaron las tensiones y llevaron a la compañía a hacer desinversiones y a cerrar alianzas con fondos de inversión. “Fue un golpe fuerte no, fortísimo”, recuerda un directivo de esa época. Entonces comenzó la ampliación de capital y los bancos -sobre todo Santander y HSBC- tomaron un papel relevante, llevando a que Benjumea saliese de la presidencia de Abengoa. 

“Cuando en agosto de 2015 estábamos trabajando en la ampliación de capital de Abengoa de 650 millones de euros, para refuerzo de liquidez en el medio plazo, con el banco HSBC y me pidió que metiera algún banco español para acompañarle en la operación en septiembre de 2015, se me ocurrió incorporar a Banco Santander. Nunca pude imaginar que en vez de cumplir su contrato, su plan fuera echarme, quedarse con Abengoa", afirma el expresidente.

“Quise ir a despedirle a la puerta”, recuerda un trabajador, “en la Abengoa de Don Felipe primaba el codazo, las cosas ya no iban bien, se habían valorado otras cosas por encima del trabajo diario”. Ese mismo mes de noviembre se declara el primer preconcurso de acreedores, que se verá ampliado gracias al ‘standstill’ con la banca meses después, momento en que se produce la primera reestructuración de deuda que evitaría el mayor concurso de acreedores de la historia de España.

En ese medio tiempo llega a la compañía Gonzalo Urquijo, que con un equipo directivo prácticamente nuevo toma las riendas de Abengoa. “El día a día era muy parecido. Nunca sabías que iba a pasar al día siguiente”, dice M.F., empleado de esa etapa. Solo un año después de la firma definitiva de la primera reestructuración llegaba la segunda. “Ha sido muy difícil, una fuga de talento constante”, recuerda un directivo de primer nivel de la época de Urquijo. “El primer día que llegamos, en 2016, el patrimonio neto era de –4.000 millones”, recuerda. “La compañía iba a trancas y barrancas, había que limpiarlo”. “Entramos para salvar la compañía y no ha podido ser”. “Es lo que nunca quisimos vivir”, señala un trabajador de Abengoa.

Las cosas continuaron complicándose y ante la falta de avales para llegar a nuevas obras Urquijo volvió a sentarse a negociar con la banca. En agosto de 2020 se alcanzó un preacuerdo que solo dependía de la Junta de Andalucía y, unos meses después, saltó por los aires dejando a Abengoa en preconcurso de acreedores. Tras muchos intentos, los minoritarios consiguieron cesar a Urquijo y su equipo y nombrar a tres consejeros que terminaron desobedeciendo su mandato. Los pequeños accionistas eligieron entonces un nuevo presidente, Clemente Fernández, pero antes de que pudiera tomar el poder, la compañía sevillana solicitó el concurso de acreedores voluntario. “Han sido meses de mucha incertidumbre”, reconoce un trabajador, “¿y ahora qué?”, añade otro. El concurso tratará de salvar la parte más rentable de la compañía y, en palabras de uno de los empleados ya jubilado que estuvo durante décadas en la empresa, “Abengoa resurgirá de sus cenizas porque tiene un capital enorme: sus trabajadores”.

Fuente imágenes: Abengoa, EFE, Moeh Atitar y cedidas.