Lanzarote conforma sus paisajes con la erupción de lava que emergió del fondo submarino para crear una postal de belleza incomparable. Un paraje de fantasía, de escenas casi lunares. Acantilados negros y arrecifes en el norte; mil palmeras que se alzan esbeltas sobre el valle más fértil en el centro de la isla. De las áreas desérticas que reflejan como un espejo el territorio que se extiende al otro lado del océano en el continente africano a la blanca y serena belleza de Yaiza.
Lanzarote seduce por sus vistas amplias que reposan sobre el azul infinito; por la luz que irradia el amanecer y por las puestas de sol que sobre el horizonte hechizan a quienes lo contemplan. Por sus aguas bañadas por la templanza de un clima suave y tropical. Por el carácter suave y medido de sus gentes.
Lanzarote pasó de ser tierra de destierro, a lugar de embrujo soñado por muchos y vivido por personajes como Saramago que dejó las nostálgicas tierras de su Portugal natal para disfrutar de otoños e inviernos privilegiados cuando el viento más tranquilo y sereno invita a pasear la isla.
Teguise, con sus balconadas en madera y adornos de flores rojas, es escenario del mercado gastronómico, donde los productores locales venden los mejores quesos de cabra de la isla, vinos afrutados de buen nivel y papas de mil clases.
La carretera que atraviesa el paisaje negro, abrupto, de cráteres y montañas de fuego, ríos de lava retorcidos de Timanfaya, es un lugar insólito y absolutamente bello. Las terrazas de La Geria protegen amuralladas las vides y las cepas del viento que a veces azota la isla. Yaiza, blanca y serena es uno de los pueblos con más encanto de España.
Lanzarote, como ningún otro lugar, ha servido de fondo y lienzo, firmado por su hijo más ilustre, César Manrique, para transformar una tierra yerma y deprimida en auténtica obra de arte.
Con decenas de hoteles donde hospedarse, el Princesa Yaiza, localizado al oriente de la isla, en primera línea sobre la Playa Dorada, es una de las mejores opciones. Además, ahora en otoño su restaurante Isla de Lobos enfatiza y pone el acento sobre el producto, local, autóctono, de kilómetro cero. Una acción que cada año por estas fechas realiza en colaboración con La Finca de Uga, el huerto y granja de donde nutre su despensa. Verduras, frutas y quesos propios; entre otros productos.
En el restaurante del hotel Yaiza se ofrece un menú de 60 euros que incluye una amplia selección de aperitivos, un gazpacho de aguacate con mejillón al vapor de vino Malvasía y granizado de pepino; unos langostinos confitados en aceite de comino; un tradicional guiso marinero y un cochinillo de la Finca de Uga; pre-postre y postre.
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