Filipinas se llena de sicarios que cobran los 100 dólares por cadáver que ofrece Duterte

  • La cruzada del presidente contra las drogas se ha cobrado más de 3.000 vidas. "Las personas a las que mata son mucho peores que yo", relata un sicario.

    Las familias no se atreven a recoger los cadáveres para no ser los siguientes y muchos jóvenes se entregan voluntariamente para no ser ejecutados.

Filipinas se llena de sicarios que cobran los 100 dólares por cadáver que frece Duterte
Filipinas se llena de sicarios que cobran los 100 dólares por cadáver que frece Duterte
M.L.
M.L.

Entre 2.700 y 3.200 asesinatos en cuatro meses. Son las cifras que denuncian organizaciones de derechos humanos en Filipinas. El 'genocidio' contra drogadictos y traficantes que está llevando a cabo el presidente Rodrigo Duterte desde que fue investido sigue desatando las alarmas y la indignación. "Morirán muchos más", asegura el presidente que se ha llegado a comparar con Hitler: "Hitler masacró a tres millones de judíos. Pues bien, hay tres millones de drogadictos en Filipinas. Estaría feliz de masacrarlos". En realidad, los nazis asesinaron a seis millones de judíos.

Al amparo de este 'angel exterminador' Filipinas se está llenando de sicarios y mercenarios, gente con pocos recursos que que se lanzan a por las recompensas que promete el presidente por acabar con los drogadctos y traficantes. La pasada semana , un reportaje de la cadena coreana SBS, mostraba como un matrimonio filipino reconocía estar detrás de casi 800 asesinatos a razón de 100 dólares por cadáver.

Cuentan como dirigen un grupo de ejecutores y cómo funcionan. Reciben una llamada de un policía, "su jefe", que les da un nombre y les manda una foto de la persona a la que deben matar. A partir de entonces tienen tres días para llevar a cabo el asesinato, al menos uno de los cuales dedican a la planificación para acercarse a las víctimas sin ser percibidos. En el momento del asesinato, explican, nunca se limitan a disparar una vez, sino que se aseguran de que sus víctimas están muertas.

Sin remordimientos ni concienci reconocen que es la única manera de ganar tanto dinero en un país donde el salario medio es de 380 dólares mensuales. "Desde el principio, cuando empecé, sabía que era muy arriesgado. Pero si no lo hago hay un riesgo aún mayor de no poder alimentar a mi familia. Porían matarme asi que me limito a seguir las órdenes del jefe".

El relato de la mujer es más duro y el reflejo de la ascendencia de Duterte sobre aquellos que le siguen como si fuesen una secta: "Cuando vuelvo a casa, veo a mis hijos, me siento culpable", pero afirma que las personas a las que ha matado "son mucho peores. "No he hecho nada malo. Si no fueran malas personas no se habrían encontrado en esa situación".No se atreven a reconocer y recoger los cadáveres

El clima de terror en Filipinas ha llegado a un punto que muchos de los cadáveres de dorgadictos ejecutados se quedan en las morgues de fierentes ciudades del país, principalmente en Manila porque los familiares no se atreven a reclamarlos para no convertirse en nuevos objetivos de la policía y los denominados 'grupos de vigilantes'.

De hecho, una ONG, Kadamay, dedicada a los barrios más pobres del país, denunció en la BBC que el pasado día de Todos los Santos, una fecha muy señalada en el país, muchos filipinos no se atrevieron a ir al cementerio. "Hay mucho miedo en las calles. Los cementerios, y en general, los barrios están rodeados de policías y la gente tiene la percepción de que ellos se están convirtiendo en informantes de los comandos de vigilantes privados".

Según los datos en los que Duterte basa su exterminio Filipinas tiene 1,8 millones de personas que consumen algún tipo de sustancia prohibida en un país de 100 millones de habitantes, al que el mandatario quiere presentar como un narco estado para librar su guerra.

A Duterte no parece asustarle nada ni teme las advertencias de la ONU, ni del Tribunal Penal Internacional que ya avisó de que podría tener competencia para juzgar a los responsables de las miles de ejecuciones extrajudiciales que se están cometiendo en Filipinas, y mucho menos al que hasta ahora era uno de sus principales aliados Estados Unidos, que ya ha paralizado la venta de armas y estudia zanjar otros acuerdos con Filipinas.

La popularidad del presidente sigue en aumento y según una reciente encuesta de Social Weather Station, el mandatario cuenta con una aprobación del 76%. La  policía del país muestra cifras para confirmar  que la estrategia está dando resultados en el control de los índices de criminalidad. "Hay una reducción general de los crímenes de un 35%. Violaciones, robos, homicidios se han dejado cometer de forma considerable", dijo ante el Senado filipino el jefe de la policía nacional, Ronald Dela Rosa.

La ola de asesinatos ha provocado una estampida de jóvenes, consumidores y pequeños traficantes, hacia las cárceles filipinas. Se entregan voluntariamente para evitar la condena de muerte en las calles, lo que ha ocasionado una saturación de las prisiones.

Y el siguiente paso de Duterte será volver a instarurar la pena de muerte en el país. Tiene decidido hasta el método: "Por ahorcamiento".

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