Bayreuth evoca a Jean Paul, el alemán afrancesado por afinidad con Rousseau

  • Gemma Casadevall.

Gemma Casadevall.

Berlín, 3 ago.- La ciudad de Bayreuth evoca la figura de Jean Paul, el clásico alemán que afrancesó su nombre por afinidad a Jean-Jacques Rousseau y autor de lúcidas frases como "un rostro sin arrugas es un pliego de papel en el que no hay nada escrito".

A caballo del filón turístico que es el bicentenario del nacimiento de Richard Wagner, la celebridad más identificada con esa localidad bávara, se fundó en Bayreuth la Sociedad Jean Paul-2013, impulsora de la recuperación de la obra de este escritor y filósofo del romanticismo alemán.

"Es bueno recordar que no solo se celebran los 200 años de Wagner, sino también los 250 de un visionario llamado Johann Paul Friedrich, uno de nuestros grandes clásicos, más conocido como Jean Paul", explicó a Efe Katharina Ströhl, portavoz de la iniciativa.

A esa tarea se consagra tanto la exposición extraordinaria del Museo Jean Paul, que muestra parte de la biblioteca atesorada por este autor a su paso por la cuna del clasicismo alemán, Weimar, así como por Berlín, además de documentos, cartas y obra escrita.

En directa vecindad con el Museo Franz Listz y frente a la Casa Wahnfried, la antigua residencia de los Wagner en Bayreuth, la exposición repasa el legado de Jean Paul y la lucidez de su pensamiento filosófico, entre textos humorísticos y aforismos.

Del llamado triángulo museístico de Bayreuth parte un recorrido por el espléndido parque ciudadano, con carteles que reproducen algunas frases y fragmentos de la obra de Jean Paul, hasta llegar al palacio Eremitage, en las afueras de la ciudad.

En medio quedan estaciones intermedias en plácidas cervecerías al aire libre, donde periódicamente tienen lugar lecturas poéticas.

Algo más alejada, pero también en la región, queda Wunsiedel, la ciudad donde nació -21 de marzo de 1763- este hijo de un pastor protestante al que su padre envió a estudiar Teología y que rompió con el dictado para abrazar el ideario romántico revolucionario de Rousseau.

El Museo Franz Liszt, suegro y promotor de Wagner, está algo eclipsado en medio de la oferta cultural de Bayreuth, diez años después de su apertura, mientras que la Casa Wahnfried es un paisaje de grúas y excavadoras, en plenas obras de ampliación del edificio.

El compositor y pianista austro-húngaro, padre de Cosima Wagner, apenas recibe visitantes; el Museo Wagner, que sí tendría su avalancha de turistas en este bicentenario, está en obras, lo que indirectamente es una bendición para la Sociedad Jean Paul.

En Bayreuth se instaló el escritor en 1804, años después de publicar su "Lob der Dummheit" -"Elogio de la necedad"-, la sátira "Grönländische Prozesse" -"Procesos de Groenlandia"- y "Auswahl aus des Teufels Papieren" -"Selección de los papeles del diablo".

Ahí llegó tras los años algo tormentosos de Weimar, donde confraternizó con Hegel y se enemistó con Goethe y Schiller.

El parque junto a su museo y los correspondientes a Liszt y Wagner recoge en carteles algunas de sus frases célebres, como la mencionada, o la que sentencia que "la memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados".

A través de estos testimonios se rinde homenaje a un clásico algo atípico en el panorama alemán, que llegó a ser muy popular en su época -lo que no le evitó pasar penalidades para malvivir de la literatura- y autor de unos aforismos que la historia convirtió en visionarios.

Entre éstos últimos está la frase escrita en 1813, alusiva a E.T.A. Hoffmann, pero en la que vaticina el surgimiento de una ópera que, además de poesía, exhale contenido.

Ese 1813 nació Wagner, en Leipzig. El parque de Bayreuth la recoge en sus carteles, como una invitación a enlazar el 250 aniversario del escritor afrancesado con el bicentenario del genio universal y compositor del "Anillo del Nibelungo".

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