La guerra de la basura en la India

  • El problema no es que falte gente que recoja los residuos, sino todo lo contrario. Los servicios municipales no dan de sí para limpiar todo, por lo que una ONG ha decidido cobrar menos de un euro al mes por recoger las bolsas casa por casa. Ahora los funcionarios del servicio de basuras temen que el ayuntamiento prescinda de sus puestos.
Los servicios municipales no dan de sí para limpiar todo así que una ONG recoge las bolsas casa por casa por menos de un euro al mes.
Los servicios municipales no dan de sí para limpiar todo así que una ONG recoge las bolsas casa por casa por menos de un euro al mes.
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Betwa Sharma, Bihar (India) | GlobalPost

En la pequeña ciudad de Katihar, cerca de la frontera de los estados de Bihar y Bengala del Oeste, en el noreste de la India, se vive una auténtica guerra por la basura.

Por un lado hay un grupo de recogedoras de basura, fundamentalmente mujeres de las castas inferiores, que visten de verde y que han empezado a ofrecer un servicio para recoger de las casas los residuos que la gente solía tirar a la calle.

Por otro lado están los trabajadores del servicio de basuras municipal, que temen que las recién llegadas les dejen sin empleo.

Y en medio: montañas y montañas de basura.

Katihar no difiere de muchas otras de las ciudades semiurbanas de la India, en donde las autoridades intentan gestionar el creciente problema de los residuos sólidos y el alcantarillado. El sector privado y algunas ONG están contribuyendo a paliar algunos agujeros en estas áreas.

Podría parecer que la respuesta lógica a la grave situación de insalubridad que registra la India sería que todos arrimasen el hombro. Pero en su lugar, las diferentes partes chocan entre sí, principalmente debido a una mala gestión de los recursos, la ineficiencia burocrática, la corrupción y la falta de infraestructuras. Todo ello causa fricciones.

En Katihar, las mujeres del servicio de basuras creado por una organización no gubernamental llamada la Asociación de Mujeres Autónomas (SEWA por sus siglas en inglés), han terminado colisionando con la estructura del poder local.

Cada mañana, las mujeres pasan por delante de las casas y hacen sonar un silbato. Los vecinos sacan entonces su basura a la calle, ya que muchos no quieren que los "intocables" entren en sus hogares.

"Este trabajo me da estabilidad", asegura Rajni Devi, de 30 años. "Sabemos que podremos pagar nuestra próxima comida, y podemos pensar en mandar a nuestros hijos a la escuela".

La tensión por la basuras ha llegado incluso a estallar. En un altercado, los limpiadores municipales supuestamente dieron una paliza a las mujeres de SEWA y rompieron sus cubos. "No queríamos dañarlas, ¿pero quiénes son ellas para quitarnos el trabajo?", dice un empleado municipal que no quiere revelar su nombre.

Los limpiadores municipales están además inmersos en una batalla con el gobierno. Muchos de ellos reciben sueldos bajos y nunca llegan a ser empleados de plantilla fijos, lo que significa que no recibirán una pensión al retirarse. "No es fácil vivir en la miseria", asegura el empleado municipal entrevistado. "No queremos aquí a los trabajadores de la ONG. ¿Cómo vamos a conseguir que el gobierno acepte nuestras demandas si ellos sirven como sustitutos para hacer el trabajo?"

Las trabajadoras de SEWA dicen que ellas no son una amenaza directa. "Nos golpearon y rompieron nuestros saris", dice Rajni Devi. "Ellos nunca han ido puerta a puerta recogiendo la basura. Nosotras no les estamos quitando el trabajo", añade.

SEWA cobra a cada casa 30 rupias (menos de 1 dólar) al mes por el servicio de recogida. Las mujeres cobran 2.800 rupias (61 dólares) al mes por su trabajo, lo que equivale al salario mínimo indio de 100 rupias (2 dólares) al día.

"Queremos demostrar que la gestión y la recogida de las basuras puede y debe de ser participativo. Debe generar empleo... y contribuir a la limpieza de la ciudad", explica Renana Jhabvala, responsable de la asociación.

El objetivo es hacer que estos proyectos sean sostenibles de forma que puedan continuar adelante sin la participación de la ONG. Si logran que los ingresos sean estables, las mujeres de la limpieza serán asesoradas para que depositen parte de su salario mensual en el SEWA Cooperative Bank, que ofrece microcréditos a bajo interés a las empleadas para que no tengan que acudir a un prestamista.

Las grandes ciudades indias tienden cada vez más a marginar en sus planes a las personas pobres que trabajan informalmente en la recogida de basuras, y que en cierto modo son históricamente una parte integral del sistema. "Las soluciones que proponen y ponen en marcha las ciudades no tienen en cuenta a este sector informal de mujeres. Están desplazando a los recogedores de basura, a los más pobres de los pobres", apunta Jhabvala.

El gobierno indio ha privatizado varios sectores, desde las telecomunicaciones hasta la construcción de carreteras, y los servicios de basura están empezando a formar parte de sociedades mixtas.

En la ciudad de Ahmedabad, en el estado de Gujarat, un grupo de mujeres organizadas también por SEWA se están quedando sin trabajo porque el gobierno ha contratado un servicio de limpieza privado.

En Katihar, los enfrentamientos han conseguido que las limpiadoras de SEWA ya no trabajen en algunos barrios.

"No queremos expandirnos más hasta que se encuentre una solución", dice Kavita Pathak, de SEWA. La asociación mantiene negociaciones con el ayuntamiento para encontrar una forma de convivencia entre todas las partes interesadas.

Algunos ciudadanos lamentan la marcha de las limpiadoras de SEWA de su barrio. Pero también es cierto que la mayoría de las personas no están dispuestas a pagar por un servicio que se supone que ya financian con sus impuestos.

Las trabajadoras de SEWA dicen que los empleados municipales dejan que la basura se pudra durante días en la calle, y que en la época de lluvias la gente tiene que levantarse la ropa para no arrastrar la porquería del suelo.

"A nadie le gusta vivir rodeado de basura, y estas mujeres están haciendo un trabajo que bien vale mi dinero", asegura un vecino de un barrio en el que SEWA ha tenido que dejar de trabajar.

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