La resaca nacionalista da paso en Crimea a la confusión y al matonismo

    • En el último lunes de Crimea en Ucrania se ha puesto de moda no pisar la calle.
    • Dicen que en cada casa manda aquel que se hace con el mando de la Tele, y la de Crimea la programa el Kremlin.
Hombres a favor de una Crimea rusa rodean a un individuo que se acercó a insultar a los cosacos de la Rada
Hombres a favor de una Crimea rusa rodean a un individuo que se acercó a insultar a los cosacos de la Rada

Simferópol amaneció este lunes hecha jirones por el viento. Una ventolera helada que bien parecía que Dios se hubiera dejado la puerta abierta.

La capital de Crimea aún mastica el eco de los himnos cantados ayer en Sebástopol y Simféropol, durante las manifestaciones a favor y en contra de la anexión a Rusia. Pero esa música se va pronto en una ciudad poco dada a la belleza y a la fiesta.

De confirmarse lo inevitable, en el último lunes de Crimea en Ucrania se ha puesto de moda no pisar la calle. Es festivo laboral, y los habitantes de esta urbe dibujada a tirones han dado la espalda por respuesta a sus parques, fuentes secas y jardines llenos de perros vagabundos, a la espera de una mejor hora.

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No es fácil ser crimeo en Crimea, y es que hay una tensión incómoda que se masca en cada calle, adoquinadas con un mercadillo de banderas e insignias, partidos de saldo y elementos venidos de un gimnasio de ultras que se han hecho dueños y señores de las aceras.

Durante unas pocas horas en Simféropol las noticias vuelan de bar en bar, de esquina a esquina. La mitad mentira, la mitad inflada. ¿Qué creer cuando la verdad es la primera víctima de toda Guerra, y en esta ni siquiera hay enemigo?

"El hospital militar de Simferópol ha sido tomado por tropas rusas", rezan los titulares de agencia a media tarde. Una vez allí, ni sombra de tropas, ni rastro de rusos, ni restos de nada. Un edificio gris, que por no ofrecer nada, ni siquiera parece un centro de salud.

En el inmueble intentan salir adelante una veintena de pacientes, mezclados militares ucranianos con sus familiares. Los responsables no están por la labor de atender a preguntas. Sólo confirman que un grupo de una milicia local les ha visitado, y uno de ellos acompañado de un médico ha realizado una visita de control en las salas. Se non è vero, è ben trovato. Nada más.

Pero no todo es humo en esta jornada. Hasta tres incidentes se reportan como presenciados en directo, de palizas a individuos concretos en plena calle. Otro episodio que, afortunadamente, queda en meras amenazas, es captado directamente.

Un hombre con pantalones militares pasa a ritmo rápido frente a la Rada, en la Plaza del Día de la Victoria. Dirigiéndose a los cosacos que hacen guardia en la columnata del Parlamento les increpa a voz en grito.

Al momento, cinco individuos comienzan a perseguirle a paso ligero y cara de pocos amigos,con la intención de frenarle. No tienen aspecto de querer iniciar un debate, ni de darle consejos de urbanidad.

El hombre que increpa a los cosacos no se amedrenta y se gira para plantarles cara. Cuando parece inevitable que será objeto de una paliza al estilo de la zona, una mujer de edad avanzada intercede por él ante el grupo de 'defensores de la Rada'.

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Puede que haya personas acostumbradas a presenciar la violencia gratuita. Pero cuando uno no lo está y se da de bruces con ella, en una plaza pública, con los que supone agentes de la autoridad mirando a un techo inexistente, la piel se eriza.

Uno no se reconoce en la especie, al ver a un energúmeno tratando a otro como un muñeco por el hecho de pensar diferente, de vestir diferente, de rezar diferente o de haber mirado raro una bandera.

Quedan pocos días para hacer la transición en Crimea, y no parece que los máximos responsables de la República del Caos vayan a poner luz sobre la situación de cara al referendum.

Si hay que dar por buena la imagen que se imprime en la fotografía de la calle, en su capital no viven 300.000 personas, la gente no sabe nada de la vida, nadie tiene opinión si no es bajo techo, y el ardor proruso que toma las calles se representa sobradamente con diez cosacos con cara de jubilados.

Dicen que en cada casa manda aquel que se hace con el mando de la Tele. Cuando en Crimea sólo se ven ya canales rusos,¿será por algo Vladímir Vladímirovich?

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