Los "bebés del milagro", 25 años después del terremoto de Ciudad de México

  • El mundo les conoce como los “bebés (o niños) del milagro” de Ciudad de México. Son más de una decena de pequeños que fueron rescatados de entre las ruinas tras el violento terremoto de 8,1 en la escala de Richter que sacudió la capital de México en 1985. El país, que registró más de 10.000 muertos en la tragedia, vio en los pequeños un rayo de esperanza. Algunos pasaron varios días bajo los escombros antes de ser salvados.Claudia, Araceli y Milagros son algunas de aquellos pequeños que representan la determinación de aferrarse a la vida y son un símbolo de la resistencia a la adversidad.
John Enders | GlobalPost

(Ciudad de México). Los “bebés del milagro” cumplen 25 años en septiembre. Ahora no sólo representan la esperanza  sino que también son la prueba que, a pesar de las cicatrices de la tragedia, los mexicanos saben sobreponerse a la destrucción.

Claudia: “Déjenme jugar”

Claudia Isabel Ríos vive en el barrio obrero de Azcapotzalco de la capital, una zona donde el paro y la delincuencia son la principal preocupación para la mayoría de sus habitantes. Nació en el Hospital Juárez el 17 de septiembre de 1985, y llegó al Hospital Infantil con un tobillo roto, un corte sobre el ojo izquierdo y diversas quemaduras. Su madre murió en el terremoto, por que Claudia se tuvo que ir a vivir con sus tías. “Echo de menos tener a una madre, pero ni siquiera la conocí”, explica. Sus tías, a las cuales llama “mamá” y su tío “vinieron a llenar un gran vacío para mí”.

Claudia acabó la secundaria y ahora trabaja en una fábrica que produce electrodomésticos. Pero su vida gira en torno al fútbol. Comenzó a jugar en la calle a los cinco años, con un equipo de chicos del barrio. Desde los 17 juega en el equipo femenino de las Pumas. “Para mí el fútbol es todo. Los domingos son sagrados”. Sin embargo ahora, con 24 años, ya no aspira a formar parte de la selección mexicana y reconoce que es demasiado mayor para entrar en un equipo importante.

Claudia sostiene que las chicas tienen menos oportunidades que los varones en México. Afirma que en teoría le gustaría volver a estudiar pero por ahora no ve un buen motivo. “¿Para qué seguir estudiando? Hay doctores y profesionales que conducen taxis en México”.

Araceli: Devolver la ayuda

“Siempre estuvo baja de peso,” explica Norma Lucía Viñas, la doctora que atendió a los pequeños tras el terremoto, cuando habla de Araceli Santamaría Romo. La joven Araceli es quizás la más exitosa de todos los “niños milagro”. Es menuda y normalmente lleva tejanos ajustados y las uñas pintadas con colores brillantes. Todos la conocen en el Hospital Infantil: lleva dos años como técnico de laboratorio. Saluda cada día a quienes la salvaron y cuidaron.

Araceli nació el día antes del terremoto y los equipos de rescate la llevaron al Hospital Infantil sólo horas después del desastre. Tenía 37 huesos rotos, incluyendo la pelvis. Su madre, María de Jesús Romo, estaba en otra parte del hospital y fue rescatada dos días después.La joven afirma que la fama de los “bebés del milagro” no tiene nada que ver con ellos y que se trata más bien de lo que simbolizan. “Fue una segunda oportunidad, de tener una segunda vida”.

Araceli estudió biología y química como parte de su preparación de farmacéutica. Le encanta ir a trabajar al Hospital Infantil. “Para mí es como devolver la ayuda. Fui paciente aquí y ahora me toca ayudar”.

Milagros: El nombre lo dice todo

Hortensia Hernández estaba dándole el pecho a su bebé cuando se produjo el terremoto. Había nacido hacía sólo una hora. Estaban en la sección de maternidad del Hospital General y los equipos de rescate las encontraron cuatro días después. A la niña la bautizó Milagros Guadalupe, por el milagro de estar viva y por la Virgen, patrona de México. A Milagros no le gusta el nombre, porque le parece presuntuoso y pide que la llamen “Lupita”.

“Estaba todo oscuro. Oía voces. La gente gritaba, pedían auxilio”, cuenta Milagros que le explicó su madre. “Al día siguiente ya habían desaparecido muchas de esas voces”. Su madre estaba atrapada entre los escombros y ni siquiera se podía mover para alimentar a su bebé. Compartió la saliva con la pequeña y “rezaba y rezaba” a la Virgen de Guadalupe.

Milagros sufrió principalmente cortes y magulladuras, pero también le falta el tercer nudillo de la mano izquierda, cuyo hueso quedó destruido y nunca se desarrolló. Dice que eso le recuerda cada día la tragedia.

Es la menor de siete hermanos y trabaja como administrativa de un aparejador. Gana 200 pesos (unos 12 euros) al día, está casada y tiene una niña de cinco años. Se refiere a los doctores, enfermeras y personal del Hospital Infantil como “mi otra familia”.

“Todo esto me ha hecho pensar que vivimos por alguna razón. La gente me dice que me tomo la vida muy en serio. Siento que tenemos que aprovechar cada minuto”, dice.

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