Los soldados argentinos de las Malvinas piden un reconocimiento oficial

  • Mientras el Reino Unido y Argentina se vuelven a pelear por los yacimientos petrolíferos de las Malvinas, los soldados argentinos que lucharon en la Guerra de las Islas en labores de asistencia reclaman el que consideran su sitio y honor en la historia. Hace dos años que están acampados en plena Plaza de Mayo de Buenos Aires, a pocos metros de la Casa Rosada. Quieren que se les reconozca como "veteranos" de guerra, con los correspondientes beneficios económicos. Pero la ley argentina únicamente concede esta distinción a los soldados que han estado en el campo de batalla.
Julia Kumari Drapkin | GlobalPost

(Buenos Aires, Argentina). Rubén Darío González lleva puesta una boina roja y sonríe aturdido mientras se acerca a la nevera. Desenvuelve un pastel de chocolate casero, pero no está en su casa, sino en un campamento de protesta. Hay camas, un pequeño comedor, una cocina e incluso electricidad, y todo en medio de la Plaza de Mayo, la histórica plaza y centro político de Buenos Aires.

El pastel tiene una leyenda: “Feliz cumpleaños al Campamento de Veteranos de la Plaza de Mayo”. Y tiene dos velas, uno por cada año que González y cerca de 350 ex soldados llevan acampados en ese lugar.

Juntos, en turnos, mantienen una vigilia permanente, a unos metros de la presidencial Casa Rosada.Los hombres dicen que no se irán hasta que el Gobierno les reconozca como veteranos de guerra. “No pueden decir que no hicimos nada”, dice González. Lo que hicieron fue defender la costa de Argentina y sus bases aéreas durante la guerra de las Islas Malvinas. Lo que no hicieron fue luchar físicamente contra los británicos.

Según la ley argentina, tan sólo quienes luchan en el campo de batalla cuentan como veteranos de guerra; no los soldados de apoyo desplegados en la costa. “Yo soy un veterano”, dice Tulio Fraboschi, presidente del campamento. “No es necesario tener una cicatriz en el cuerpo”.

Fraboschi y muchos otros de los soldados aquí dicen que sus superiores les hicieron pasar hambre, les humillaron e incluso les torturaron durante el tiempo que sirvieron. Una forma habitual de tortura consistía en amarrar a un hombre a una estaca y dejarle a merced del frío de la Patagonia, algunas veces desnudo, durante varios días, según cuetan.

Pero lo peor, dice Fraboschi, fue llegar a casa y sentirse tratados como si nunca hubiesen servido a su país. “Nunca nos han dado honores. Nunca nos recibieron como veteranos o como gente que va a la guerra”.

La Guerra de las Malvinas fue una corta, violenta y humillante derrota. Cuando los soldados reclutados regresaron a casa, la Junta Militar hizo firmar a muchos de ellos acuerdos de confidencialidad: no deberían hablar de la guerra.

Justo enfrente del campamento de protesta, las Madres de la Plaza de Mayo leen los nombres de las miles de personas que desaparecieron durante la dictadura. El régimen militar fue una época de secretos, y la Plaza de Mayo es a donde los argentinos acuden a demandar la verdad.

Soldados como Néstor Hugo Berterreix tienen un enorme respeto por las Madres que todavía se manifiestan en la plaza cada semana. La gente saca fotos a las mujeres con sus pañuelos blancos, pero nadie se fija en los soldados veteranos que están detrás de ellas. “Ellas son emblemáticas; nosotros no”, dice Berterreix. “Nosotros nunca hemos contado para la sociedad”.

Pero para Argentina, las Malvinas cuentan mucho, quizás demasiado. Aunque los colonos británicos viven allí desde 1833, la mayor parte de la gente considera que las islas pertenecen a Argentina. La disputa sobre su soberanía enciende el patriotismo.Muchas personas ven reflejos del pasado en el actual conflicto diplomático con el Reino Unido debido a las perforaciones petrolíferas.

La economía de Argentina no pasa por buenos momentos, y tampoco la popularidad de su presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. La polémica le ha servido para darle un necesitado impulso político.

En el comedor del campamento, Sergio Freire lee los titulares de los periódicos.“Los británicos están robándonos la tierra”, dice Freire. Él, al igual que la mayoría de los soldados, cree que las Islas y el mar que las rodea son una extensión de la costa argentina.

El año pasado Argentina presentó una petición a las Naciones Unidas para declarar las Islas Malvinas, las de Georgia del Sur y el sur de las Islas Sandwich como territorio argentino, aplicando la ley internacional. La Ley del Mar, ratificada tanto por Argentina como por el Reino Unido, considera que el territorio nacional de un país se extiende hasta 200 millas mar adentro de su línea costera.

Pero a Freire no se le escapa la ironía de la postura de la presidenta. “La presidenta quiere que se respeten los tratados internacionales, pero ella tiene que empezar a respetarlos reconociendo a los antiguos soldados llamados a filas. Es la primera cosa que tiene que hacer; después podrá quejarse”.

Con el estatus oficial de veterano llegan los beneficios, y los hombres que ya lo tienen están luchando para conseguir que les paguen. Incluso tienen un campamento propio al otro lado de la plaza. Añadir más gastos a las nóminas del Estado es algo que cuesta justificar a los legisladores en una Argentina actualmente escasa de fondos.

“No se trata tan sólo de dinero, como piensa mucha gente”, dice Rubén Darío González. “Muchos de los soldados necesitan atención psicológica”.

González habla sobre dos hombres que conocía y se suicidaron después de la guerra. Grupos de veteranos a lo largo de Argentina dicen que el número de suicidios entre soldados es mayor que el número de los que murieron en combate.

“Todo el mundo aquí tiene una historia detrás, y algunas son muy tristes”, se lamenta Darío.Pero no se siente esa tristeza estos días en el campamento.

Los soldados han colgado banderas y carteles para celebrar su aniversario. Los viejos amigos están volviendo a reencontrase. Muchos de ellos apenas tenías 18 años cuando fueron reclutados por la junta.El campamento es para los soldados el lugar donde se pueden honrar los unos a los otros.

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