Ruanda busca un tope para su altísima natalidad

  • Ruanda es el país africano más poblado del continente y tiene una tasa de crecimiento demográfico del 2,9 por ciento. En tan solo 24 años el país podría duplicar su población, pero la realidad no indica que esto pueda ser así. Una economía basada en la agricultura no puede sostener la media ruandesa de seis nacimientos por mujer.
Ruanda es el país africano más poblado del continente y tiene una tasa de crecimiento demográfico del 2,9 por ciento.
Ruanda es el país africano más poblado del continente y tiene una tasa de crecimiento demográfico del 2,9 por ciento.
Jon Rosen | GlobalPost
Jon Rosen, Monte Kabuye (Ruanda) | GlobalPost

A 914 metros sobre el pueblo más cercano, y accesible sólo a pie, este prominente pico fue un día un ejemplo de la naturaleza salvaje de África. Durante miles de años, al igual que la mayor parte de Ruanda, el monte Kabuye estuvo cubierto de selva tropical y habitado por grupos de cazadores-recolectores pigmeos, que vivían a base de raíces, frutillas, miel y carne de los animales que capturaban.

Hoy en día, 3.000 años después de que llegasen a África central los primeros granjeros bantú, la montaña ha sido tomada por la agricultura. En donde una vez creció una vegetación frondosa las mujeres trabajan ahora bajo el sol del mediodía, cultivando parcelas con habas, patatas y tapioca mientras sus hijos juguetean alrededor de cabañas de barro y techo de paja.

Ruanda es el país más densamente poblado de África, con más de 600 habitantes por kilómetro cuadrado, según el Population Reference Bureau. En un país en donde el 90 por ciento de la gente sobrevive gracias a la agricultura a pequeña escala y con un PIB per cápita de poco más de 500 euros, los ruandeses luchan por conseguir un pedazo de la escasa tierra disponible.

Las laderas del monte Kabuye muestran cómo la agricultura se ha extendido hasta ocupar cada hectárea de tierra arable de este país montañoso, una señal de la seria presión demográfica de Ruanda y que algunos consideran su mayor desafío para lograr el desarrollo. Pese a las recientes mejoras en agricultura y las acciones dirigidas hacia una economía de servicios, se cree que Ruanda seguirá ahogada en la pobreza mientras no se actúe sobre su crecimiento demográfico.


Los números hablan

Con una tasa de fertilidad de 5,4 nacimientos por mujer y un crecimiento demográfico del 2,9 por ciento, las población de 20,4 millones de habitantes de Ruanda va camino de duplicarse en tan solo 24 años, según datos del Population Reference Bureau. Aunque estas estadísticas son tan solo ligeramente superiores al promedio de los países subsaharianos, son especialmente alarmantes en un país en donde la economía se basa en la agricultura y en donde los cultivos apenas tienen espacio físico para expandirse.

"Somos un país pequeño", asegura Jean-Damascene Ntawukuliryayo, ex ministro de Sanidad que concurrió frente a Paul Kagame en las elecciones presidenciales de agosto. "Si la población continúa creciendo al ritmo actual, vamos a tener un problema cada vez mayor y mayor".

Aunque es un tema especialmente agudo en el África actual, los temores a la sobrepoblación del continente llevan siglos preocupando a los sociólogos. A principios de 1800 el demógrafo y economista británico Thomas Malthus saltó a la fama por una hipótesis polémica y bastante deprimente: que la población mundial acabaría superando el ritmo de capacidad productiva de alimentos, lo que degeneraría en guerras, enfermedades y hambruna.

Desde entonces, la multiplicación por seis de la población mundial (impulsada por revoluciones en la industria, la agricultura, transporte y biotecnología) ha desacreditado ampliamente la teoría de Malthus. Aún así, algunos neo-maltusianos ven ecos de su ideología en África. En un continente en donde la esperanza de vida colectiva es de 52 años, la alta fertilidad sigue siendo una respuesta común a sequías, enfermedades y conflictos civiles.

En Ruanda, al igual que en gran parte de África, la cultura de una fertilidad abundante se desarrolló mucho antes de la llegada de la medicina occidental, cuando las parejas tenían muchos hijos porque se daba por hecho que la mayoría de ellos no llegarían a la adolescencia.

El genocidio de Ruanda en 1994, en el que murieron 800.000 personas, supuso un retroceso en el control de la natalidad, explica Anicet Nzabonimpa, responsable de planificación familiar y coordinador de medidas contra el VIH del Ministerio de Sanidad. "Resultó muy difícil hablar de planificación familiar después del genocidio", afirma. "La gente quería reemplazar a quienes habían muerto".

Aún así, en los últimos años el gobierno de Ruanda ha hecho de la planificación familiar una prioridad, consciente de que la alta tasa de natalidad está produciendo pobreza y hambre. Un ritmo de crecimiento demográfico alto en un país reduce el aumento de sus ingresos per cápita. Una fertilidad alta conlleva además mayores tasas de mortalidad materna e infantil, y deja a las familias con menos recursos para la nutrición, salud y educación de cada hijo.

Planificación familiar

El acceso a métodos modernos de planificación ayuda a las familias a escapar de la pobreza, explica Scott Radloff, director de la Oficina de Población y Salud Reproductiva de la Agencia para el Desarrollo Internacional de EEUU. La sociedad en su conjunto se beneficia además de un menor crecimiento de la población, a través de lo que Radloff denomina un "dividendo demográfico". "Cuando el crecimiento de la población comienza a suavizarse, hay una mayor proporción de población en edad productiva, y menos población dependiente", añade.

Durante este periodo, apunta Radloff, es cuando la inversión en capital físico y humano es especialmente efectivo para impulsar el crecimiento económico, un fenómeno que vivieron en las décadas de 1960 y 1970 las economías del sureste asiático, que registraron significativos descensos de población en su tránsito hacia la rápida industrialización.

Una disminución de la fertilidad, plantean otros, calmaría además el problema de la "hipertrofia juvenil" o "youth bulge" en Ruanda, un término que los sociólogos utilizan para describir poblaciones nacionales con una gran proporción de jóvenes adultos. Países con más de un 40 por ciento de adultos entre 15 y 29 años fueron dos veces más propensos a sufrir conflictos armados durante la década de 1990 que países con menos jóvenes, según un estudio realizado en 2003 por Population Action International.

Si bien la teoría de la "hipertrofia juvenil" no vincula demografía y conflictos, sus defensores sostienen que grandes bolsas de jóvenes, a menudo sin salidas laborales, tienden a ser focos susceptibles de reclutamiento por parte de partidarios de la violencia. En la Ruanda posterior al genocidio, sostienen algunos, este es otro motivo más para impulsar la planificación familiar.

El gobierno del presidente Paul Kagame ha entendido el mensaje. Según el Ministerio de Sanidad, a lo largo de todo el país las autoridades están comprometidas a facilitar el acceso a métodos anticonceptivos modernos, incluyendo medidas a corto plazo como preservativos, pastillas y vacunas, y métodos más estables como implantes y vasectomías.

Aunque la gente es atendida actualmente en hospitales y centros médicos, el gobierno acaba de formar a una red de 3.000 trabajadores sociales que facilitarán información y servicios de puerta a puerta en las áreas más remotas, todo ello de forma gratuita.

Además, la maquinaria publicitaria del gobierno se ha sumado a la iniciativa, colocando grandes paneles informando sobre el uso de los preservativos. Una orden oficial del presidente obliga a las autoridades locales a hablar de la salud reproductiva cada vez que se dirigen a los ciudadanos.

Ruanda es un país fundamentalmente católico, y el 40 por ciento de sus centros médicos están gestionados por la Iglesia, que no facilita métodos modernos de planificación familiar. Sin embargo, explica Nzabonimpa, estas instalaciones católicas finalmente han accedido a referir a los pacientes a centros donde sí reparten métodos anticonceptivos.

Aunque todavía quedan muchos retos por delante, el esfuerzo nacional de Ruanda parece estar funcionando. El uso de métodos de planificación familiar ha pasado del 4 por ciento en el 2000 al 51 por ciento este año, según datos gubernamentales.

Beatrice Uwimana, de 30 años y madre de tres hijos, es una de las beneficiarias de la política de control demográfico de Ruanda (y un indicador de que el país podría evitar la debacle maltusiana). "Para mí, tres hijos son suficientes", asegura mientras espera a que le coloquen un dispositivo contraceptivo en un hospital de Kigali. "La vida aquí es cara. No puedo permitirme más hijos. Quiero que los niños que tengo estén sanos, felices y bien educados", explica.

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