Solidarios en acción: Familias nuevas para niños abandonados en Colombia

  • Aldeas Infantiles ha inaugurado hace un mes su aldea número 500 de todo el mundo. Lo ha hecho en Cali, la tercera ciudad más grande de Colombia, donde existen numerosos niños huérfanos o en situación de abandono. Algunos incluso perdieron a sus padres o a algún familiar por culpa del conflicto armado con las guerrillas.

Un niño de la aldea de Cali (Colombia) se asoma desde la ventana de su nueva casa (Foto cedida por Aldeas Infantiles de Cali, Colombia)
Un niño de la aldea de Cali (Colombia) se asoma desde la ventana de su nueva casa (Foto cedida por Aldeas Infantiles de Cali, Colombia)
Foto cedida por Aldeas Infantiles de Cali, Colombia

Cali es la tercera ciudad más grande de Colombia, por detrás de la capital Bogotá y Medellín. Aldeas Infantiles lleva ayudando aquí desde hace tiempo, pero hasta hace poco más de un mes esta ONG no había podido ver construida una aldea en la que convivieran todos los niños juntos con sus respectivas familias adoptivas.

Esta aldea es la número 500 del mundo y acogerá a más de 120 niños que han perdido la protección de sus padres, ya sea por orfandad, por mala atención paterna o en algunos casos incluso por culpa del conflicto armado con las guerrillas. 50 de los 90 niños que viven ya en esta aldea, llevaban ya desde 2007 atendidos en casas de alquiler "consolidando familias", indica el director de la Aldea Infantil de Cali, Alberto Lema.

Porque ese es precisamente el objetivo principal de esta ONG internacional: proporcionar a los niños que han perdido a sus familias un ambiente estable en una nueva familia con otros niños en su misma situación y madres adoptivas empleadas y formadas por la propia ONG.

Aldeas Infantiles se estructura bajo cuatro componentes metodológicos. "El primero es la madre, a la que formamos y acompañamos. El segundo, los hermanos –vivir en una familia e integrarse como hermanos les servirá como apoyo social-, el tercer elemento es la casa – individual, dirigida por la madre-. La aldea es el cuarto elemento, la instancia de barrio donde las madres colaboran, interactúan", explica Alberto Lema.

Madres comprometidas, principal reto del proyecto

Pero lo más complicado y su "principal reto", admite el director de la aldea de Cali, es encontrar mujeres que estén dispuestas a entregar su vida al proyecto. Reciben un sueldo por ello, pero su aportación no es como la de cualquier otro trabajo o voluntariado en una ONG en el que después cada cooperante vuelve a su casa.

"Más que una acción laboral se convierte en una acción de vida. Es el tema más sensible en el proceso de consolidación de familia. Un proyecto de vida a largo-mediano plazo, en el que las mamás permitan vínculos emocionales [y no abandonen el proyecto para] no someter a los niños a más perdidas", subraya el director de la aldea.

Marly Gámez es una de estas "madres educadoras" de las once familias que ya viven en la Aldea Infantil de Cali. "Una mamá de Aldeas Infantiles debe tener vocación, paciencia, entrega, pero sobre todo amor por sus niños y su trabajo", asegura Gámez. Aquí las madres se comprometen a educar, dar cariño y formar una familia de hasta nueve niños. Las 24 horas del día.

Son mujeres solteras o mujeres con hijos ya mayores que ya no precisan sus cuidados, según Lema. La ventaja principal de este método frente a otros de adopción tradicional para el director de la ONG en Cali está clara: "El 80 por ciento de los niños que tenemos acogidos son hermanos [biológicos]. Nuestra fortaleza es acoger grupos de hermanos que de no ser acogidos en este modelo pueden ser separados".

Niños huérfanos o abandonados por culpa de las guerrillas

La mayoría de los niños en la aldea de Cali son huérfanos, pero algunos también fueron declarados por el Estado "en condición de adoptabilidad porque los padres desaparecieron -algunos por el conflicto político armado- y también por incapacidad de los padres, consumidores de psicoactivos que no tienen la posibilidad de proteger [a sus hijos]", indica Alberto Lerma.

Los padres o familiares desaparecidos por el conflicto armado con las guerrillas colombianas no tienen que haber muerto necesariamente, pero si llevan mucho tiempo sin paradero conocido, el Estado acaba declarando al niño apto para la adopción. El director de Aldeas Infantiles, que trabaja conjuntamente con el Instituto de Bienestar Familiar de Colombia, cuenta el caso de "un chico que vivía con su abuelo y en una incursión armada la comunidad tiene que salir huyendo y en esa huida el niño pierde el contacto con el abuelo, que no aparece más". En la aldea también hay otros niños que son víctimas de padres muertos en enfrentamientos por violencia doméstica, pero Alberto Lerma subraya que estos casos extremos son casos aislados.

Un mes después de inaugurarse la aldea de Cali, "algunos niños se han adaptado con facilidad, [pero] para otros ha sido más difícil, pues algunos quieren regresar con sus familias y otros a las instituciones donde estaban antes", explica la mamá Gámez. "En mi familia, hay lazos fuertes de afecto y cariño, pero pienso que aún les falta mayor vínculo con los otros niños y niñas y [también] falta mucho por conocernos y por aprender los unos de los otros", añade.

Una familia en toda regla

Los niños de la familia de Marly Gámez tienen entres seis y quince años, pero el niño más pequeño en la aldea tan sólo tiene tres y la mayor ya ha superado la mayoría de edad. La aldea no se desentiende de los niños cuando han alcanzado la mayoría de edad. Aunque tienen que empezar a buscar su propio camino, la ONG les sigue acogiendo mientras ellos lo necesiten y adquieran cierto compromiso para su propio futuro.

"Las mamás se encargan de estos niños incluso más allá de los 18 años incluso, hasta que tengan las condiciones para defenderse. Ahora tenemos una chica de 20 años que terminó el colegio y está estudiando una carrera técnica en belleza [esteticién] de dos años", explica el director de la aldea, que añade que mientras "se siga formando" la apoyarán y "cuando vaya consolidando" su futuro ella misma dejará la aldea igual que cualquier otro hijo que busca su independencia.

Lo importante es normalizar la vida de los niños. Por ello, aunque son tutelados dentro de una organización, además de que cada madre educadora ejerce como tal, cada familia vive en su propia casa de forma independiente en una misma calle compartida, los niños no necesariamente asisten a los mismos centros educativos y juegan en el parque con los pequeños de las otras familias de Aldeas Infantiles como en un barrio cualquiera. "Diariamente los encaminamos a ser ciudadanos de bien", concluye la mamá Marly Gámez.

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