Miedo, aislamiento: las tristes historias de las europeas que decidieron unirse al 'EI'

  • Samra Kesinović, de 16 años, murió lapidada tras intentar huir del Estado Islámico. Había acudido a Raqqa creyendo las promesas hechas por los yihadistas.

    Sophie consiguió huir, pero cuenta que en cuanto llegó a Siria le prohibió salir sola, debería ir cubierta de la cabeza a los pies, entregar su pasaporte y limitar las comunicaciones con Francia.

Estas son las tristes historias de las europeas que decidieron unirse al 'EI'
Estas son las tristes historias de las europeas que decidieron unirse al 'EI'
B.B.

Según un informe de la Inteligencia de EE.UU., 30.000 extranjeros de unos 100 países se han integrado los grupos yihadistas en Siria y en Irak desde 2011. Se cree que un 10% son mujeres, principalmente de Europa, EEUU y Australia.

Viajan con la promesa de una vida mejor, pero cuando llegan se encuentran el aislamiento, la discriminación y el trauma de verse reducidas a simples objetos sexuales.

Estas son las historias de algunas europeas que viajaron al Estado Islámico. La mayoría continúan atrapadas allí, otras murieron intentando escapar y solo alguna consiguió recuperar su libertad.Las gemelas Zahra y Salma: posan con AK-47

Las hermanas gemelas Zahra y Salma Halane, 16, salieron de su casa en Chorlton, Manchester, en julio. Lo hicieron sin el conocimiento de sus padres para seguir a su hermano: este había acudido a Siria a luchar, y ellas iban detrás.

Ahora, ambas están casadas con yihadistas del grupo extremista. Una cuenta en Twitter que, se cree, pertenece a Zahra ha publicado fotos suyas en las que se la ve con un velo completo, posando con un AK-47 y de rodillas frente a una bandera del Estado Islámico.Aqsa Mahmood: al Estado Islámico no se viaja por las comodidades

Otra joven británica que lanza mensajes desde Siria es Aqsa Mahmood, de 20 años. Suele publicar mensajes en redes sociales alentando a otras mujeres a unirse al grupo islamista.

Según escribió, "la mayoría de hermanas con las que me he encontrado han estado en la universidad y tenían futuros prometedores, con familias grandes y felices, y todo en el mundo material para convencerles de quedarse en casa. Si nos hubiéramos quedado en casa, hubiéramos sido bendecidas con una vida cómoda y mucho dinero. Juro que eso no es lo que queremos".Nora el Bathy: quería ser médico

Tenía 15 años. Salió de su casa en la ciudad francesa de Avignon una mañana de enero, con su mochila al hombro, pero cuando terminaron sus clases ese día, Nora no volvió a casa. En cambio, tomó un tren a París, sacó 550 euros de su cuenta corriente y cambió su teléfono móvil para tapar sus pasos. Acabó tomando un avión a Estambul, de donde cogió otro avión a Siria.

En Avignon, su hermano mayor, Fouad, rastreó hospitales locales, buscó en su habitación, y examinó su cuenta de Facebook en busca de pistas. No encontró nada. No fue hasta hablar con los amigos de la joven cuando descubrió la razón de la desaparición de Nora. Descubrió que tenía una segunda cuenta de Facebook, donde había estado en contacto con los "reclutadores de la yihad" en la región de París.

Nora había empezado a hablar de llevar el velo integral y a hablar de ayudar a los heridos en Siria, en particular los niños poco antes de su desaparición, pero nadie en la familia el-de Bathy imaginó que estaba planeando huir a la guerra.Samra y Sabina: dos adolescentes que murieron por querer volver a casa

Las fotos muestran a dos colegialas sonrientes: son Samra Kesinović, de 16 años, y su amiga Sabina Selimovic, de 15, que pronto se convirtieron en símbolos de la preocupación de Austria por la radicalización de sus jóvenes. Las niñas, cuyas familias emigraron al país centroeuropeo desde Bosnia y huyeron de sus hogares en Viena en abril para luchar en la "guerra santa", escribiendo una nota a sus familias: "No nos busquéis. Vamos a servir a Dios - y vamos a morir por él ".

Se cree que las niñas se radicalizaron después de asistir a una mezquita local dirigida por un predicador radical, Ebu Tejma. La más joven, Sabina, falleció en combate en diciembre de 2014, según contó entonces un experto de Naciones Unidas en Contraterrorismo al diario Daily Mail, mientras que Samra fue linchada mortalmente cuando intentaba escapar de Raqa, bastión de Estado Islámico en Siria.Sarah O.: casada con 15 años

En octubre de 2013, Sarah O. de 15 años, no regresó su casa Constanza, el sur de Alemania, después de sus clases en la escuela. Su padre denunció su desaparición dos días después. Poco más tarde, se publicaron fotos de ella en varias redes sociales.

En ellas, se le veía sosteniendo una ametralladora, con un burka y guantes negros. Aseguró estar siendo entrenada para usar el arma, y contaba que su día consistía en "dormir, comer, disparar, aprender, escuchar conferencias". Añadiendo, casualmente: "Por cierto, me he unido a al-Qaida".

Sarah, que es la mitad alemana, mitad argelina, llamó a su padre un par de semanas más tarde junto a un joven, Ismail S., un combatiente de grupo procedente de Alemania. Le pidió a su padre permiso para casarse con Sarah; el padre se negó, exigiendo que la chica volviese a casa. Ella se quedó en Siria y se casó con Ismail, según informaba The Guardian.Sophie Kasiki: la afortunada que logró escapar

Sophie Kasiki es una de las pocas mujeres occidentales que viajó al infierno y regresó para contarlo. El infierno de Sophie queda en la ciudad de Raqqa, en Siria, el bastión del ISIS. Y si su hijo alguna vez estuvo a punto de caer en las garras de los terroristas fue porque ella lo llevó hasta ahí, según contó a The Observer, y reprodujo The Guardian.

Nacida en la República Democrática del Congo, y educada como una ferviente católica en una cómoda casa mantenida por mujeres independientes, fue enviada a vivir a París con apenas 9 años cuando su madre murió.

Convertida al Islam para llenar una agujero en su vida, encontró algo de consuelo y amistad en tres jóvenes musulmanes, diez años menores que ella, a quienes les perdió el rastro hasta que los ubicó en Siria. Y decidió traerlos de regreso. Pero los roles cambiaron.

“Creía que tenía el control de la situación, pero me doy cuenta ahora que probablemente habían sido entrenados para reclutar a gente como yo. De a poco jugaron con mis debilidades. Sabían que era huérfana y que era insegura...” .

En febrero de 2015, le dijo a su esposo que iría a trabajar a un orfanato en Estambul por unas semanas y que se llevaría a su hijo. Pero en realidad tomó la ruta yihadista hacia Siria.

Instalada en Raqqa, el paraíso que le habían pintado sus tres amigos se estrelló contra la realidad del ISIS. Se le prohibió salir sola. Debería ir cubierta de la cabeza a los pies, entregar su pasaporte y limitar las comunicaciones con Francia. Trabajó en el hospital maternal y quedó en shock por las escuálidas condiciones, la indiferencia hacia los pacientes sumidos en el sufrimiento y la jerarquía en la ciudad que ponía por arriba de todo a “arrogantes combatientes extranjeros” y a los sirios en el fondo. La pusieron a vivir en un departamento abandonado por viejos inquilinos sirios. Tardó diez días en despertar de la parálisis y de su terrible error.

“Pedí regresar a casa. Todos los días dije que extrañaba a mi familia y que mi hijo necesitaba ver a su padre. Al principio ponían excusas, luego llegaron las amenazas, que era una mujer sola con un niño y que si intentaba irme me lapidarían o matarían”.

Los encerraron en una madaffa, una especia de prisión para mujeres y sus hijos, donde los niños miran decapitaciones por TV y sus madres aplauden. “Estas mujeres occidentales eran en realidad úteros para hacer bebés para el ISIS”, dice.

Al día siguiente mientras se organizaba un casamiento, halló una puerta abierta y salió. Y caminó. Y siguió caminando. El relato de lo que siguió después, su huida de Raqqa, quita el aliento. Una familia local, rebeldes sirios de la oposición, su marido desde Francia, un joven sirio con una moto, un niqab, la frontera con Turquía... son los ingredientes de una fuga que de haber tropezado solo una vez con un puesto de control le habría costado la vida.

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