OPINION

1 de octubre, dos años de infamia: el momento de la reconstrucción

Mossos d'Esquadra frente a los activistas que han irrumpido en la plaza 1 de octubre de Girona
Mossos d'Esquadra frente a los activistas que han irrumpido en la plaza 1 de octubre de Girona
EFE

La pesadilla democrática que los españoles y los europeos llevamos viviendo desde el referéndum ilegal y fraudulento del 1 de octubre en Cataluña terminará algún día, más pronto que tarde, y sus responsables rendirán cuentas. Entonces podremos poner en marcha la reconstrucción.

Respeto a las leyes, voz para todos y valor para defender ideas que han sido estigmatizadas: esto es para mí la reconstrucción. Sentadas estas bases, podremos hablar de competencias, de reformas, de acuerdos. Todos tendremos que estar dispuestos a ceder en algo. Lo que no puede volver a ocurrir es que unos gobernantes y partidos fuera de la ley traten de imponerse al conjunto de los catalanes y de los españoles. Es decir, que se pretenda que algunos cedamos en todo y otros en nada.

La reconstrucción no es cosa solo de los partidos políticos. Toda la sociedad (y no sólo la catalana) debe reflexionar sobre lo ocurrido y contribuir en la tarea. Es hora de revisar nuestra relación con el nacionalismo, que es tanto como decir los valores de nuestra democracia. El imperio de la ley no es un fetiche, sino la única garantía de la libertad y de la igualdad: fuera de él solo hay tiranía. Reconstruir un espacio común en Cataluña que refleje el pluralismo de la sociedad no evitará que se digan mentiras, pero sí hará más difícil que prosperen. En un espacio así, la negociación y el diálogo serán justos y equilibrados. De hecho, cuando no se dan estas condiciones no hay negociación: hay chantaje.

No somos una democracia por casualidad, ni por la obra de remotos antepasados. Solo hace 40 años que nos ganamos los derechos y libertades de los que ahora disfrutamos. Deberíamos estar orgullosos, pero, en cambio, parecemos siempre presos de un absurdo fatalismo. Somos una democracia acomplejada, que teme que la señalen con el dedo y le recuerden a la Inquisición, la Leyenda Negra y el franquismo con falsedades que parecemos seguir creyendo.

Unos golpistas se apoderaron en Cataluña de los derechos de todos. Con un plan que buscaba sembrar el caos para propiciar la secesión, jugaron y juegan con los derechos de todos, violaron y violan la ley, insultaron e insultan a los españoles. Con sus mentiras y la utilización perversa de los recursos de todos, siguen persiguiendo hasta hoy un estallido de violencia. ¿Cómo debemos actuar los españoles ante esto? Como patriotas constitucionales.

Fuimos patriotas cuando aquel 2 de octubre de 2017, con un esfuerzo titánico, determinación y unión, los eurodiputados españoles logramos cambiar en la Eurocámara las agujas del tren desbocado del ataque al marco legal y de valores que es la Unión Europea. El rey Felipe VI fue un patriota cuando dio su discurso del día 3 y, al hablar de la ley y de las instituciones, dibujó un lugar en el que todos podíamos vivir. No un lugar idílico, sino un espacio en el que resolver los conflictos de manera civilizada y en el que cada cual es dueño de sus decisiones. Un buen lugar para vivir, que es lo que ha sido España desde 1978 tras transitar ejemplarmente de la ley a la ley.

Un auténtico patriota acepta las reglas del juego y, si no le gustan, trata de cambiarlas legalmente. Un patriota entiende que lo contrario de la igualdad no es la diferencia, sino el privilegio. Un patriota habla poco de pueblos y mucho de ciudadanía. Un patriota no sacrificaría nunca el bienestar de su país por una lamentable victoria. Un patriota quiere más compatriotas, no menos; quiere menos fronteras, no más; quiere sus derechos y libertades para todos los seres humanos. Un patriota es, en resumen, lo contrario de un nacionalista.

En política todo parece muy abstracto hasta que llegan los hechos consumados. Entonces, las amenazas toman cuerpo y las consecuencias sobre las vidas de la gente se vuelven muy concretas. Los principios adquieren su verdadero valor cuando llega la hora de aplicarlos. Y es la hora de poner a prueba nuestras convicciones. Los que quieren acabar con el Estado de derecho y abolir la Constitución son capaces de acabar con la convivencia por la causa. Nosotros sabemos que la única, la gran causa, es la convivencia. Por eso ganaremos.

*Beatriz Becerra ha sido vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE) en la legislatura 2014-2019. Es autora de Eres liberal y no lo sabes (Deusto).

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