OPINION

El futuro de la relación de TVE y 'Eurovisión': cómo solucionar un largo desencuentro

Miki
Miki

No había lugar a dilemas. Es oficial que RTVE participará en el festival de Eurovisión de 2020. A pesar de los ya habituales malos resultados de sus candidaturas, la cadena pública no duda en su vinculación con el eurofestival.

La especulación en los mentideros sobre una posible pataleta que llevaría a TVE a abandonar Eurovisión no se sostiene, pues la vinculación de la cadena pública con este evento va mucho más allá del concurso musical en sí y se enmarca dentro de los derechos de emisión que engloba la UER, la agrupación de televisiones públicas europeas en la que Televisión Española es un socio destacado dentro del denominado 'Big Five', junto a Alemania, Francia, Italia y Reino Unido. De ahí que siempre lleguemos a la final de Eurovisión sin tener que pasar por el trance de una posible eliminación en las semifinales.

El eurofestival es el equivalente en el género del talent show a una gran competición de fútbol: congrega millonarias audiencias y lo hace a un coste muy ajustado, que ronda los 300.000 euros -unos derechos de emisión más baratos que cualquier capítulo de una serie o una única gala de un talent show nacional-. Una de las emisiones no deportivas más vistas de cada año que es barata para TVE. Pero, además, su valor añadido no sólo está en los elevados datos de seguimiento, también en la calidad del público que lo ve. Un espectador muy activo que otorga una gran visibilidad a TVE.

El problema es que TVE podría aprovechar más la fuerza de Eurovisión. Es un error gastar el cartucho de una marca tan reconocible y competitiva  como esta en sólo una noche, relegando la preselección de la candidatura española a galas menores, de nicho de público o residuales. 'Galas' casi siempre rodeadas de polémica porque se realizan como un improvisado trámite a medio gas. Sin apostar por un buen formato que las englobe y que cuente con la aspiración de llegar a grandes públicos más allá del 'eurofan'.

En los últimos tiempos, los prolegómenos más ambiciosos de TVE en la carrera a Eurovisión han estado vinculados a 'Operación Triunfo'. En principio, esta asociación del festival y OT sonaba muy bien. El cariño que coge el público a unos concursantes que ha visto crecer en vivo y en directo en una Academia se traduce en un todopoderoso vínculo que amplifica el interés por el desarrollo y desenlace del eurofestival. La audiencia se siente, por tanto, más partícipe de la candidatura española.

Pero, actualmente, este tipo de proceso es fallido, ya que los concursantes no acuden al talent show con la aspiración de ir a Eurovisión y, como consecuencia, no existe una motivación real. Es más, han visto lo mal que suele quedar España en esta cita. Así que no quieren enfrentarse a esta exposición, a pesar de que es una gran oportunidad de visibilidad internacional.

Tampoco la estructura de 'Operación Triunfo' ayuda. El talent show va cambiando sus dinámicas para elegir la canción que representará a España en Eurovisión sin una coherencia global y sin la destreza suficiente para elegir temas a tono con la personalidad auténtica de los artistas. Porque en España no se suele entender Eurovisión como un programa en el que destacan aquellos hits que identifican y resaltan el carisma y vivencia de sus artistas.

TVE debe exprimir más la marca de Eurovisión, desaprendiendo los tópicos eurofestivaleros que se repiten cada año y apostando por un formato que atraiga a audiencias más transversales. TVE necesita desarrollar un espacio interactivo, bajo el sello de Eurovisión, para que el público elija a artistas con un estilo ya definido, no que parece que alguien les ha impuesto algo que no son. Este reto se logra cuando no se prefabrica a los cantantes a posteriori -después de elegir una canción que no ha sido ni escrita para ellos- y se prioriza propuestas musicales y televisivas que ya vienen hechas a medidas del artista. Mejor aún si definen al artista. Porque Eurovisión no es un karaoke.  

Y ahí estriba el gran defecto de España en 'Eurovisión': falta coherencia, cohesión y confianza. Estas tres palabras con 'c' son cruciales para solucionar esa catástrofe emocional de pasar desapercibidos ante el resto de países. Un largo desencuentro que nos lleva siempre a quedarnos al final de la tabla de Eurovisión. Porque no llevamos propuestas contundentes, llevamos batiburrillos que se disfrazan para intentar sorprender al público internacional de una manera superficial y, al final, no proyectan nada de lo que hace únicos a nuestros artistas. 

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