OPINION

Herminia y la sabiduría práctica de las abuelas

Herminia Cuéntame
Herminia Cuéntame

De Carlitos a Herminia. De la candidez menguante de la mirada del niño que se fue haciendo mayor al valor de la curtida experiencia de la abuela.  Así va avanzando 'Cuéntame cómo pasó' sin perder nunca la brújula de su esencia. Así la serie de las series va hilando un lúcida fotografía de la sociedad a la que es difícil asistir como espectador sin expulsar lágrimas.  

Del prisma del nieto a la visión de la abuela. Al final, el casamiento de estos dos extremos equilibra una armónica estampa de la verdadera España. En tiempos de proclamas y eslóganes, 'Cuéntame' nos hace reflexionar con habilidosa brillantez porque viaja a esos matices que los estrategas de la teoría quizá no serán capaces de atisbar y, en cambio, las abuelas abrazan a la perfección. Esas 'Herminias' que han aprendido a base de años y años de practicar en los giros dramáticos de la vida. 

De eso va el último capítulo de 'Cuéntame cómo pasó'. De poner en práctica lo aprendido en el camino. Hasta permitiéndose hacerse el loco para lograr la efímera felicidad que ansías. Aunque sea sólo un espejismo. Da igual, tal vez también hay que empezar a aprovecharse de los espejismos.

Un episodio que parece que va de alguien que pierde la cabeza pero, en realidad, es pura orfebrería de la situación emocional de un país: sus complejos, su prejuicios heredados, su feminismo.

"Vosotras que podéis, tenéis que luchar por lo que creeis", dice Mercedes a sus hijas mientras, en otro cuarto de la casa de Sagrillas, Herminia reza para que se arregle lo suyo con Antonio. Contradicciones. Porque somos sanamente contradictorios. 

Mientras, en la tele, suena 'Bailar Pegados' de Sergio Dalma. A los Alcántara siempre les acompaña la España que documentó la tele. Lo que los personajes todavía no saben es que son ellos mismos los que, ahora,  están documentando en primera persona nuestra realidad.

Es más, con sus bofetadas de sensibilidad, 'Cuéntame' propicia que asimilemos mucho mejor cómo somos que no siempre es lo mismo de como creemos ser. Herminia también ha asimilado esta circunstancia. Se resigna, sí. Siente que ha vivido tanto que, paradójicamente, ya no vive en su mundo. Pero, al final, hace un esfuerzo para intentar entender.  No obstante, es una abuela. Una sabia abuela que, por supuesto, se permite lanzar indirectas al espectador: "hasta en los peores momentos, hay cosas en las que uno puede disfrutar".

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