OPINION

Entre esos tipos y yo hay algo personal

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez
EFE

“Necesitamos que el resultado de las elecciones del próximo domingo habilite la formación de un gobierno fuerte, con las mayorías más amplias posibles, que permitan alcanzar grandes consensos sobre lo esencial para nuestro proyecto país”, aseguraba el pasado jueves Antonio Huertas, presidente de Mapfre, durante la celebración de los Premios Líderes de La Información. Era el principal galardonado y, con su sensatez y tino habitual, transmitía un sentimiento generalizado entre los empresarios de este país. Lástima que el ‘balotaje’ electoral celebrado este domingo haya terminado por dinamitar ese anhelo. Es más, el bloqueo institucional y económico que se atisba con los guarismos resultantes no solo resulta aterrador para un país ayuno de reformas, sino que deja todo en manos de la altura de miras de unos políticos que hasta ahora solo han demostrado su capacidad de mirar… para sí mismos.

“Todo pasa por Sánchez”, repetía en la citada gala un colaborador del presidente en funciones. Pero, aunque es el político madrileño quien ha ganado los comicios y tendrá la iniciativa, su fracaso en escaños abre un debate importante sobre el acierto estratégico de abocarse a unas nuevas elecciones. Un motivo para la reflexión de los ‘susurradores’ del líder del PSOE, que si antes podía pactar a izquierda y derecha ahora ve considerablemente reducidas sus opciones. Especialmente cuando, como era conocido por todos, la publicación de la sentencia sobre los presos del ‘procés’ antes de la convocatoria iba a complicar sobremanera el apoyo de los partidos nacionalistas catalanes a una opción constitucionalista de izquierdas. Todo apuntalado por la ‘oportuna’ exhumación de Franco, caldo de cultivo para el ‘boom’ del Vox.

Y es que lo que llenará las portadas de los medios internacionales será la irrupción como tercera fuerza política del partido de Santiago Abascal, que ya enseñó la patita el 28 de abril. Resulta trágico pensar que la abstención del PP que el PSOE necesita para sacar adelante una investidura, o incluso un impensable proyecto de gran coalición, dejaría como principal fuerza de la oposición y primera alternativa a una formación tan periférica y extrema como Vox. En ese escenario y tras el suicidio político de Albert Rivera, Casado solo puede facilitar un Ejecutivo socialista desde exigencias de peso, como la renuncia del propio Sánchez o la limitación de su mandato. Además de planteamientos obvios para la aprobación de unos Presupuestos, como la contención fiscal y la consolidación presupuestaria. Una hipótesis que, al menos hoy, opera más bien en el ámbito de la quimera.

Harto de sus choques con regímenes de cuestionable catadura, Joan Manuel Serrat, ironizaba allá por 1983 sobre el discurso vacío de aquellos políticos que declaran “públicamente su empeño en propiciar un diálogo de franca distensión que les permita hallar un marco previo, que garantice unas premisas mínimas que faciliten crear los resortes, que impulsen un punto de partida sólido y capaz, de este a oeste y de sur a norte, donde establecer las bases de un tratado de amistad que contribuya a poner los cimientos de una plataforma donde edificar un hermoso futuro de amor y paz”. ¿Les suena? En España, desde que la italianización de la política vino para quedarse en 2015, no se legisla salvo por real decreto y los responsables de la vida pública solo repiten mantras vacíos que son capaces de cambiar con aparente convicción en cuestión de horas. En función, eso sí, de sus intereses electorales.

En esa desenfrenada e hipócrita ‘gincana’, parece no importar que compañías otrora señeras –véase bancos con presencia internacional o firmas de telecomunicaciones de alcurnia- coticen a años luz de su valor en libros y estén a tiro de opa de fondos activistas o buitres de toda clase y condición. En la macro, Bruselas ya ha revisado las previsiones de crecimiento con contudencia. Los partidos moderados se han empeñado con su desidia en enfangar la economía y poner al votante de centro entre la espada y la pared, con el drama de Ciudadanos como ejemplo paradigmático de tamaño disparate. Hasta el punto de -vivir para ver- poner alfombra roja al auge de la extrema derecha en España. Resulta lógico que muchos españoles sientan que entre esos tipos y ellos hay algo personal. Si cada loco sigue con su tema, el futuro no puede ser más lóbrego. Es hora de que los dos grandes partidos sepan dar con la tecla que el momento histórico precisa. Porque, incluso ahora, en el lugar más imprevisto puede aparecer la primavera.

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